_
_
_
_

El cineasta que se construyó un avión

Hubert Sauper, autor de ‘La pesadilla de Darwin’, presenta su nuevo documental y una retrospectiva en la Filmoteca de Cataluña

Jacinto Antón
Una imagen de 'We come as friends', con el avioncito de Sauper aterrizando en un pueblo sudanés.
Una imagen de 'We come as friends', con el avioncito de Sauper aterrizando en un pueblo sudanés.

El cineasta austriaco Hubert Sauper (1966), que nos mostró en la multipremiada La pesadilla de Darwin (2004) la alucinatne historia de la proliferación artificial de la perca del Nilo en el lago Victoria y el desastre ecológico que ha provocado, regresa a África a hurgar en nuestras conciencias en su nuevo documental We come as friends, tan perturbador, fascinante y personal como el anterior.

En este caso el objetivo es Sudán, escenario de guerras, hambrunas y gran enredo geopolítico, que Sauper recorrió y filmó en 2011 en vísperas del referéndum que dio paso a la independencia del Sudán del Sur. El cineasta viajó en un pequeño avioncito construido y pilotado por el mismo al que bautizó Sputnik.

We come as friends, que presenta de manera caleidoscópica un especialísimo retrato del país y avizora nuevos desastres, incide de nuevo en el tema del neocolonialismo a través de un discurso premeditadamente deshilvanado y unas imágenes de enorme poder de conmoción. Hubert Sauper se encuentra en Barcelona con motivo del 22º Festival de Cine Independiente L'Alternativa, en cuyo marco se le dedica en la Filmoteca una completa retrospectiva (hoy pueden verse Kisangani Diary, Seules avec nos histories y Ich habe die angenehme Aufgabe, y mañana se vuelve a proyectar We come as friends).

"Lo que me atrae es la condición humana y la colisión de mundos"

Sauper es un hombre amable y cercano que pregunta tanto como responde y despliega, además de una desconcertante inteligencia peripatética, un suave sentido del humor, con una mirada burlona sobre sí mismo. Hablando con él uno entiende que haya salido con bien de tantas situaciones peligrosas en las que se ha metido. En el bar de la Filmoteca pide un zumo de naranja y observa con deleite el abigarrado paisaje humano.

“Mi interés por África es solo una parte de mi interés por el ser humano en general”, explica. “Vuelvo a África porque conozco los códigos; podría igualmente ir a Indonesia pero tendría que empezar de cero. Lo que me atrae es la condición humana y la colisión de mundos”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Dice que esa atracción por el choque de realidades distintas, que le ha provocado un interés “psicológico o patológico por el colonialismo” y que en We come as friends se materializa, entre otros, en los chinos que trabajan en las empresas petroleras en Sudán, le viene de sus orígenes. Estos están en la ciudad de Kitzbühel, “en un remoto enclave de las montañas del Tirol, donde colisionan los recuerdos del pasado nazi y las edulcoradas imágenes de Sonrisas y lágrimas”. De Kitzbühel voló preso Göering a Nurenberg y allí tenía un chalet la cineasta Leni Riefenstahl, precisamente (tan prendada de los nuer sudaneses). “El lugar fue también plaza de descanso para los pilotos de EE UU con fatiga de guerra procedentes de Vietnam y mi padre se hizo buen amigo de uno de ellos”.

El director visita Barcelona en el marco del Festival de Cine Independiente L'Alternativa

Le pregunto si de ahí le viene el interés por los aviones. “En parte, pero como para mucha gente los aeroplanos significan para mí metáforas y sueños”. Bueno, pero no todo el mundo se fabrica uno. “No es algo especialmente difícil, como construir un cobertizo en el patio. Es fundamental que quede todo bien atornillado”. Volar en África nos remite a Denys Finch Hatton, Beryl Markham e incluso el conde Almásy, ¡austriaco como él y que viajó por el Sudán! “No había pensado en la conexión. En realidad, el avión es la máquina que más simboliza el colonialismo, por su forma de procesar el tiempo y el espacio. Yo he tratado de darle la vuelta con el aspecto un poco ridículo, inofensivo y algo clownesco de mi aeroplano. Eso fue muy bien para no generar inquietud y protegerme”.

El pequeño Sputnik, digno de Saint-Exúpery, se cuela en el documental en los lugares más insospechados, junto a aviones presidenciales o los grandes transportes de la ayuda humanitaria. El capitán Sauper parece igualmente naïf, “el extraño pero inofensivo mzungu (hombre blanco) al que no se toma en serio”.

El título We come as friends (tomado de Star Trek) es un guiño a la ciencia ficción, un género que ha mostrado casos extremos de colonialismo en sus relatos de terrícolas y alienígenas.

El método del cineasta huye del didactismo y la certeza. “Mi propuesta es ofrecer imágenes para que te crees tu propio viaje, y tus conclusiones”. Esa rara fórmula narrativa y estética, con nuevas sintaxis, es su firma de autor. “La narración se va creando, tenía que huir de la forma de narrar colonialista de los documentales clásicos. Aqui no existe ese orden. No esperes una explicación al uso de lo que es Sudán y la lucha por sus recursos”.

Entre lo que más le impresionó de lo que vio, “los misioneros evangelistas tratando de explicar a los miembros de las tribus la resurección de Cristo ¡con la película de Mel Gibson!”.

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_