Un lugar para segundas oportunidades
A los Salesianos (Carabanchel) llegan los alumnos más humildes y con menos formación. Los profesores les ofrecen un futuro alternativo que ven amenazado tras el recorte de 26 millones a Formación Profesional
Aquella mañana, Marina Sánchez-Camacho bajó la cuesta con una sonrisa de oreja a oreja. La falta de costumbre. Su hijo Jesús solo le daba disgustos con los estudios. Peregrinó por varios colegios sin que viera la forma de encauzarlo. Hasta que entró en uno de los centros de los Salesianos, situado en Carabanchel. El profesor de soldadura, LuisJa Rincón, la recibió aquel día y le dijo algo que le sonó a música para sus oídos: “Su hijo vale un montón, no nos vamos a dar por vencidos hasta que él se lo crea”.
“Y lo convencieron”, dice la mujer en una mañana de junio, con el centro católico concertado a pleno rendimiento. “Mire hasta dónde ha llegado, aquí le dieron su segunda oportunidad”, presume. Su hijo Jesús Rocano, que estuvo a punto de tirar la toalla varias veces, se plantea ahora hacer una carrera tras cursar Formación Profesional. Va a clases de inglés y se prepara para dos meses de prácticas en Alemania, donde le espera su padre, que ha terminado allí colocando molinos de viento después de dos años en el paro. Tiene otra hermana en FP. La madre, que trabaja de limpiadora, está de baja por problemas en la espalda. Son una familia típica de Carabanchel, entre los distritos más populosos y castigados por el desempleo en la capital y cuarto por la cola en renta per cápita (18.273 euros, según los últimos datos municipales disponibles). Pagaron a duras penas los estudios de los niños.
La FP concertada
La Comunidad de Madrid retiró en febrero 26 millones de subvención a 58 centros de FP concertada de Grado Superior en los que estudian unos 6.500 alumnos. El recorte supone, según patronales y sindicatos, que los estudiantes deberán pagar hasta 10 veces más en concepto de tasas, una media de 350-400 euros mensuales.
Educación prevé habilitar hasta 22 millones en cheques escolares para los estudiantes, repartidos con criterios restrictivos, como que provengan de centros madrileños o primar a menores de 23 años. Los sindicatos prevén nuevas movilizaciones a partir de hoy, cuando repartirán folletos explicativos de los efectos de los recortes en la Feria del Libro. El 19 de junio han convocado una manifestación de protesta.
“Sin este lugar, no habría tenido las oportunidades que ahora se quieren cargar”, protesta el joven, de 21 años, en una de las salas del centro. “Son buenos chicos”, añade LuisJa Rincón, el profesor que arrancó una sonrisa a su madre cuando ya lo daba todo por perdido, el hombre que es capaz de salir a la calle y arrastrar de la oreja a los alumnos descarrilados. En su juventud, fue estudiante salesiano, “peor” que los que ahora intenta enderezar. “Yo he estado expulsado meses, ahora soy un educador del taller que intenta llevarles por el buen camino”, se define.
De los 1.800 estudiantes de los Salesianos de Carabanchel, que tiene cuatro centros más en la región, 280 cursan Formación Profesional subvencionada. Pagan un mínimo de 36 euros (hasta 89 con la cuota que añade el centro en algunos casos). El curso que viene todo será más caro.
La Comunidad de Madrid ha retirado 26 millones de euros de concierto para 58 centros de FP de Grado Superior. Es una decisión inédita en España que rechazan patronales y sindicatos, movilizados para intentar conseguir una moratoria y porque temen que el giro en Grado Superior se convierta en la avanzadilla, una “prueba piloto” para eliminar conciertos en otras etapas no obligatorias.
En los Salesianos, los alumnos pasarán de pagar 36 o 89 euros a “hasta 350” al mes, según los cálculos del centro. Educación destinará hasta 22 millones a cheques escolares, cuyos requisitos están recogidos en el borrador de un decreto que fue rechazado el jueves por el Consejo Escolar de Madrid y que incluye varias restricciones. La ayuda más alta, 290 euros, queda para situaciones económicas muy estrechas. En una familia como la de Jesús, por ejemplo, supondría una renta neta de 22.360 euros (los ingresos de todos menos lo que pagan de Impuesto sobre la Renta).
No podrán optar quienes provengan de centros de fuera de Madrid o aquellos con más de 23 años (aunque Educación señala que, si quedan fondos, se distribuirán entre los mayores). Eso dejaría fuera a cerca del 40% del alumnado de Carabanchel.
“No sabemos cuántos podrán pagar los nuevos precios”, explica Jorge Pablo Díaz, director pedagógico de FP en los Salesianos. Aún están haciendo números con tres escenarios. Si triunfa el “pesimista” —el peor de los tres que significarían que los alumnos se vayan a una FP pública ya saturada y que no cubran las plazas en ninguno de sus cinco ciclos —, tendrían que despedir a nueve profesores de los 26 de Formación Profesional que, hasta en el mejor de los casos, verán mermados sus salarios al perder un complemento regional. “Sería un drama”, admite Díaz.
“Aquí viene la gente más desfavorecida, no lo podrán pagar”. Junto las máquinas llenas de cables donde los chavales hacen pruebas, José Luis Rodríguez Puma (el mote es por compartir nombre y apellidos con el cantante) hace su evaluación después de toda una vida ligada a los Salesianos. Entró como alumno con 11 años y sigue como profesor con 43. Alude a los mayores, los que vienen después de quedarse colgados en la construcción, quienes viven de alquiler, los que ya tienen hijos, la decena de estudiantes que están becados por el propio centro... “Todos esos corren el riesgo de quedarse fuera”.
“Con esas tasas no podré seguir estudiando, un curso vale más que una carrera universitaria”. Carlos Villareal, elegante como un pincel, también se redimió en Salesianos, donde espera entrar el curso que viene en FP de Grado Superior. Tras años en los que un trabajador social iba a buscarlo a casa para arrastrarlo al cole — “la mitad de los días no le abría”, confiesa— accedió a un aula de compensación educativa de electricidad. “Los profesores se implicaron mucho”, recuerda. Trabajó de vendimiador en verano y de camarero en invierno para poder pagar los cursos, porque sus padres, inmigrantes de Ecuador, están en paro. A veces se quedaba dormido de puro cansancio, pero ya no faltaba a clase. Le cogió el gusto incluso a las asignaturas más difíciles, esas en las que le fueron introduciendo “como metía mamá la cebolla en la comida, licuadita y en sopa”.
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