Malismo
Asegura Rajoy que piensa seguir haciendo lo contrario de lo que hizo su antecesor, el maligno Zapatero. De momento, lo hecho está siendo justo lo contrario de lo que prometió que iba a hacer, que era, y perdonen este galimatías, lo contrario de lo que se estaba haciendo, pues así lo anunciaba el rechazo sistemático de todas las medidas adoptadas por el maligno mientras el señor Rajoy estuvo en la oposición. Se suele decir que dos negaciones afirman, de donde tendremos que concluir que lo contrario de lo contrario es lo mismo. O poco más o menos lo mismo, pues aún hay algunas diferencias. Hay, por supuesto, diferencias ideológicas, premisas que le impidieron al maligno sobrepasar determinadas líneas rojas que se han convertido en autopistas de tránsito para su sucesor. Y hay también una diferencia de tono y de modos en la presentación de lo que se ejecuta. Es cierto que, hasta hace bien poco, el señor Rajoy confesaba que no eran de su gusto las decisiones que se veía obligado a tomar dada la ruinosa herencia que había recibido del maligno. Pero tanta pusilanimidad mostraba escasa convicción en lo que se hacía, e impulsado tal vez por el coraje de la lideresa Aguirre, a la que todos los recortes del mundo le parecen pocos, el señor Rajoy se arma de chulería y nos promete que si no queremos taza nos dará taza y media, y que todos los viernes tendremos función.
Se acabó el buenismo, que era uno de los rasgos que definían al maligno, y a partir de ahora hay que ser malo, malo, malo. El señor Rajoy llegó ungido al poder en este país de María Santísima, en este país milagrero. Su simple acceso a la presidencia del Gobierno nos iba a librar del acoso de los mercados y de todas las miserias a las que nos venía arrojando el melifluo buenismo del maligno, y es que Lucifer, bien se sabe, siempre supo invertir sus verdaderas intenciones. Y no. La parusía del señor Rajoy y sus medidas taumatúrgicas han tenido de momento resultados decepcionantes. Todo se desmorona, y para enderezar la situación hay que seguir dando caña y dejarse de modales. Si hasta Sarkozy exorciza al maligno, conviene abandonar su senda también en los modos y llamar al pan pan y al vino vino. Sin complejos.
El último en apuntarse a las críticas al buenismo parece ser Antonio Basagoiti, a quien le parece estupendo que Rajoy haya decidido restringir la tarjeta sanitaria a los inmigrantes en situación irregular y defiende una sanidad para todos, pero primero para los de casa, para los vascos. Cualquier objeción a esa medida le parece un ejercicio de buenismo hueco y quiere obligar a que se posicionen sobre este asunto no sólo al lehendakari sino también a Urkullu y a los demás nacionalistas vascos. ¿Defienden de verdad esos señores a los vascos o…? Curiosa transformación la de Basagoiti, convertido de pronto a ese populismo de la autoctonía que utiliza a los inmigrantes como arma de choque. ¿Se nos está convirtiendo en nacionalista vasco?
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