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“¿De dónde saco yo ocho euros?”

Usuarios del Sergas aceptan con resignación el copago de medicamentos, aunque rechazan que los recortes afecten a los pensionistas

Usuarias del centro de salud de Monte Alto, en A Coruña.
Usuarias del centro de salud de Monte Alto, en A Coruña.GABRIEL TIZÓN

Mientras espera en el centro de salud de Cambre (A Coruña) para una cura diaria, a Ana le entra el agobio cuando se le menta el fin del gratis total de la sanidad para los pensionistas. Deberán pagar parte de su medicación. Leyó en el periódico que no le afecta por tener una pensión no contributiva. “¿Pero si no es así?” Con 300 euros al mes, no le dan las cuentas: “Casa, comida, luz, agua, la limpieza del nicho, la ropa no que me la dan, el bus de línea”... El autobús le conduce cada semana a un ambulatorio de A Coruña.

Ana se resigna. “Tendremos que apretarnos más el cinturón. En vez de tomar un café, tendrá que ser un vasito de agua, y pagar un euro en la farmacia”. Serán ocho al mes como máximo para los pensionistas con menor renta —las no contributivas quedan excluidas—, le indica la periodista. “¡Carajo! ¡Ocho euros! ¿Y de dónde se sacan?”.

Al igual que Ana, a María Roca le entra el desasosiego. “La verdad es que estoy asqueada. Ya lo voy asimilando que habrá que pagar, pero...”. La pregunta es la misma: “¿De dónde lo saco?”. Cuando termine con su cita diaria en el centro de salud de Monte Alto, en A Coruña, tiene que ir al banco “a ver si hay suerte” y cobra la pensión antes del día 1, que es festivo.

La mujer hace números cada día para estirar al máximo sus 500 euros mensuales. A su cuenta, relata, viven una hija de 55 años sin empleo ni perspectiva de tenerlo, tras cerrar la fábrica donde trabajó toda la vida. También su nieto, otro parado. María toma seis pastillas diarias, además de necesitar pañales. “La cartera ya no da para todos y no sé, ni falta me hace, cuánto me cobrarán por los medicamentos porque me cabreo”. Lleva bastón. Y cuando le dicen que ahora también serán de pago las muletas, andadores o sillas de rueda, espeta: “Es el acabouse. Pues que me lleven directo a San Amaro”, el cementerio local.

Ana, 300 euros al mes: “Tendré que apretarme más el cinturón”

“Telita, ocho euros”, exclama en Cambre Lolita. Con 78 años, nueve medicamentos a diario y a cargo de un hijo con incapacidad laboral permanente, destaca que al quedarse viuda ya se dividió por dos su renta. Y añade: “A mí me parece que muy pronto van a juntar el dinero porque somos un montón de personas a las que nos lo van a quitar”.

“No hay más remedio” y “tampoco hay derecho” son las respuestas más repetidas cuando se interpela a pacientes del Sergas por el copago de medicamentos que tendrán que afrontar los pensionistas. Hay rechazo, pero también resignación. Y mucha incertidumbre e intranquilidad por el cómo, cuándo y sobre todo cuánto supondrá. Aunque, invariablemente, todos los usuarios consultados, sean jubilados o en activo, rechazan los recortes “a los que menos tienen”. “A los pensionistas no deberían, muchos no tiene para comer”, dice José, aún en activo y a favor de encarecer los fármacos a “los que por suerte sí trabajan”. “Es necesario porque se gastó más de lo que se tenía y somos todos responsables, pero lo que va a pasar es que muchos pensionistas no cogerán su medicina porque no pueden”.

“Siempre les dan a las clases de abajo. Cotizamos toda la vida para al jubilarnos tener sanidad gratuita. A los de arriba, los que más ganan, no les afecta, van a clínicas privadas”, subraya desde Cambre Mari Luz, con cuya familia viven sus suegros, de 87 y 84 años. En las conversaciones, todos dicen que antes de cobrar a los pensionistas hay que recortar más los sueldos de los políticos. Josefa, mientras atiende a su madre y su tía, ambas octogenarias, lo tiene claro: “¿Por qué no se lo quitan ellos del sueldo y se convierten en mileuristas, como la gran mayoría de los españoles, aunque sólo sea durante un año? Saldríamos del bache enseguida”. La mujer acepta que hubo descontrol con los medicamentos, “pero fue hace años, ahora no”. Aunque Lolita no lo tiene tan claro. Antes que cobrar por la medicina, deberían evitar recetarle de más, dice. “Tengo siete cajas en casa porque el que va a la farmacia por mí no sabe que aún me quedan, que no debe coger todo lo que aparece en el ordenador”.

“¿Pagar también por las muletas? ¡Que me lleven directa al cementerio!”

“Nos lo buscamos nosotros, yo vi a muchos coger medicamentos en la farmacia y luego tirarlos en el contenedor”, espeta desde la sala de espera de Cambre José Manteiga. Con 66 años y cotizando desde los 14 para una pensión de 600 euros, se encoge de hombros cuando oye a Mari Luz decir que le parece injusto que paguen los jubilados. Hubo para José “demasiado abuso” del gratis total de la sanidad. “Muchos venían de Venezuela sólo para operarse aquí sin pagar”.

En Monte Alto, Josefa, horrorizada pero resignada, tiene claro que "la culpa es de todos por votar lo que se votó”. “Cuando estaba en la oposición no decía nada y ahora nos hunde a los pensionistas”, añade. “Hubo un abuso de miedo, son los ocho años los que nos hundieron, todos tenemos que apretarnos el cinturón”, interrumpe otra usuaria. Josefa comenta: “Pues que lo paguen quienes más cobren ¿Que me importa que Conde Roa vaya a la cárcel? Que devuelva lo que estafó a Hacienda”. Nadie cita por sus nombres a Zapatero o a Rajoy. Pese a su enfado, por la mucho que le parecen ocho euros al mes, María excusa al Gobierno: “La culpa viene de los otros”.

Pero Carmen, mientras acompaña a su marido incapacitado en Cambre, defiende que la respuesta a tanto déficit es el voto. “Según lo que hagan, lo pagarán”. Y entre la incertidumbre, se cuela el miedo al futuro. “¿Cómo hemos llegado a este extremo?”, se pregunta la anciana tía de Josefa. Su sobrina ve negro el futuro. “Si les cierran las puertas a ellas, que son ya muy mayores, ¿Quien me la abrirá a mí?”.

Preguntas en las oficinas de farmacia

En los mostradores de las farmacias, son decenas las preguntas de los pensionistas que aún carecen de respuesta. Aún se desconoce cómo se aplicará el pago del 10% de las medicinas, con un tope mensual de 8 o 18 euros en función de la renta. Los boticarios sólo tienen de momento, a título de información, el pequeño recuadro que se publicó en prensa precisando que quedan exentos parados de larga duración y pensiones no contributivas “Estos días es matemático, la pregunta siempre: ¿Aún es gratis?”, cuenta María, farmacéutica de la costa coruñesa. Asegura que no hay cabreo, porque “la gente está resignada”. Muchos, la mayoría, se congratulan al enterarse de la cuantía. “Ocho euros, aun menos mal. Si puedo seguir yendo gratis al médico, es bueno”. Algunos incluso defienden la medida. “Con todo lo que llevo, cuatro como yo y arruinamos la Seguridad Social”.

El 87% de los pensionistas gallegos, según la Xunta, cobran menos de 18.000 euros anuales, y por lo tanto pagarán el máximo de ocho euros al mes por sus fármacos. Pero pocos saben que el Gobierno estableció que deberán adelantar el dinero si sus medicamentos cuestan más que ese tope mensual que deben pagar. Y que las autonomías podrán tardar hasta seis meses para devolverles el dinero. “Y si me muero antes, ¿le devolverán a mis hijos lo que adelanté?”, se inquieta Celia. Seis meses son una vida para los ancianos, precisa. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, prometió ayer, en una entrevista con Europa Press, “buscar vías” para que los pensionistas en Galicia no adelanten el dinero de sus fármacos. Pero nadie sabe cómo se va hacer. Los colegios de farmacéuticos, contrarios a la medida, también se interrogan.

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