Enfermo, en el pasillo y sin manta
El servicio de urgencias del hospital Sant Jaume de Calella tiene a los pacientes en camillas y tapados con toallas
El rigor del invierno y el frío cálculo de los recortes sanitarios maltratan a los enfermos que acuden a las urgencias del hospital Sant Jaume de Calella (Maresme). Vestidos con finas batas que dejan a la vista buena parte del cuerpo y obligados a taparse con toallas porque no hay suficientes mantas, muchos son atendidos en los pasillos, donde esperan un ingreso en planta que puede tardar varios días. Los más afortunados tienen cama para acostarse y soportar el dolor. El resto pasa el mal trago recostados en una dura camilla o en una silla de ruedas.
En los pasillos de urgencias había ayer al mediodía cuatro pacientes tendidos en camillas, una situación tan habitual que los corredores están divididos en zonas marcadas con letras y números. Los profesionales del hospital colocaron hace tiempo cortinas para preservar la intimidad, aunque no tapan al paciente de la vista de los que pasan por su lado. Urgencias lleva 15 días “colapsado”, denuncia CC OO. El fin de semana decenas de personas fueron atendidas en los pasillos por falta de camas en las plantas.
“Mi marido pasó el miércoles en una camilla en el pasillo”, se queja Carmen Muñoz, de 71 años. Ingresó por la mañana con una infección respiratoria y hasta entrada la tarde no fue trasladado a un box. “Está tapado con una toalla”, protesta Muñoz. “Se lo dije a un médico y me contestó que no hay mantas, que si quiero lo denuncie”, explica. A su marido no le han subido a planta porque no hay camas. Tampoco las hay en urgencias, así que el hombre seguía ayer en una camilla.
El hospital pertenece a la Corporación del Maresme y la Selva, conglomerado que da atención sanitaria a 180.000 personas y que recibe financiación del Servicio Catalán de la Salud. La corporación perdió el año pasado 7,4 millones de euros de un presupuesto de 92 debido a los recortes. El ajusté provocó el cierre de 12 camas de un total de 152.
Es frecuente que en los boxes de urgencias —diseñados para acoger provisionalmente a una persona, sin armarios ni puerta—, se instalen dos enfermos. Es el caso de la madre de Francisca Álvarez. La mujer ingresó el miércoles tras sufrir una caída. Ayer le siguió su marido, que tiene “un constipado muy grande”, según Álvarez. El hombre, de 74 años, ingresó en silla de ruedas porque no había camillas libres. “Me dijeron que la guardaban por si entraba alguien más grave”, dice la mujer en tono comprensivo. Junto a su padre había otros enfermos instalados en una zona que los trabajadores llaman “el parking”. “Hace unos días, la falta de camillas hizo que algunos pacientes fueran atendidos en la camilla de una ambulancia”, denuncia María Jové, de CC OO.
“El pico de actividad está durando más de lo habitual”, justifica Xavier Conill, director de Planificación del hospital. Conill defiende que el centro ha aumentado el personal y ha adquirido material sanitario extra. Ante la escasez de camas, la dirección ha decidido diagnosticar y tratar a los pacientes en Urgencias e incrementar la atención domiciliaria. “Hemos aumentado en siete camas este servicio”, dice Conill. Los familiares insisten en que el trato de los trabajadores es exquisito. “¡Donde hay que ir a quejarse es al Gobierno!”, exclama una mujer.
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