Escritoras para la revolución de un espacio social igualitario real y no hipotético
Una nueva clase media literaria está narrando a través de múltiples autoras una existencia hecha de veracidad, testimonio, análisis e incertidumbre vital, con el sexo y el amor como protagonistas necesarios
Cuando le pedí a mi hija mayor que leyese el libro de Esther Tusquets —una editora pionera del feminismo militante desde la burguesía señorial— con sus alegatos feministas escritos 30 años atrás, Prefiero ser mujer, confirmó de inmediato lo que sospechaba. A la altura de 2006, una muchacha de 21 años barcelonesa no había aprendido ahí nada de nada, y todo era obvio para ella. La revolución ya estaba ahí pero todavía no los libros que la narrasen sin resabio de vanguardia rupturista, sin épica resistencialista sino como conquista cotidiana de una nueva sociedad que cambia a gran velocidad en los entornos occidentales y seguramente urbanos. Es una nueva clase media literaria que nunca antes existió, objetivamente, y que hoy despliega ansiedades, renuncias, aprensiones y vivencias que nunca habíamos leído con el despliegue de minuciosidad al que hoy podemos asistir: desde la exploración de la conducta delictiva intrafamiliar de tantas madres cabronas y autodestruidas (y destructivas) hasta la víscera imbatible que ata la propia vida al cuidado de una hermana (lo cuenta muy bien la joven alemana de 30 años Caroline Wahl en 22 largos, en Lumen, con estilo cortante, seco y sublevado a la vez) o el descubrimiento de una sexualidad masculina ajena al mimetismo histórico del bravucón (a veces solo porque conversan o no salen disparados después de follar), como sucede en el éxito global de Sally Rooney en varias novelas, y entre ellas Gente normal (qué bien puesto el título), o en el desarrollo expectante y reflexivo de las relaciones complejas de la cuadrilla que protagoniza Dónde estás, mundo bello (pésimamente titulada), incluido un alter ego muy bien trazado de la misma escritora.
Lo que podría parecer la idealización de relaciones sentimentales y amorosas en realidad es el despliegue de la quebradiza naturaleza del amor y su dosis necesaria de recelo, angustia, desconfianza y hartazgo: así es el amor. Lo que esta joven escritora hace es justamente desidealizarlo y desromantizarlo para que la dosis de idealización y romanticismo necesario en las relaciones amorosas no sucumba a la bobería de la novela rosa y la fatalidad falsificada de los cuentos de hadas idiotas. Ese podría ser el punto que ha hecho tan masivo el éxito de unas tramas ancladas en el nuevo presente y protagonizadas por jóvenes entre la veintena y la treintena que comparten valores elementalmente progresistas para ellas y para ellos: ellas son mujeres nuevas pero ellos también, tanto en las de Rooney como en muchas otras autoras jóvenes. Se mueven, actúan, piensan y sienten ellos fuera del patrón más hosco e imperativo, egoísta y ejecutivo de la vieja estirpe masculina que ha sido hegemónica como modelo de conducta durante siglos. Hegemónica, sí, pero no unánime ni universal hoy: de hecho, estas mujeres narran a sus hombres —a sus muchachos, amigos, compañeros, amantes y examantes— sin tener que vaciar de contenido la masculinidad sino identificando de forma natural la evidencia de la igualdad de trato y la igualdad de deseo. Yo te deseo y tú me deseas, aunque ninguno sabe cómo, cuándo y hasta dónde porque nadie lo sabe ni lo ha sabido nunca, por mucho que la testosterona egocéntrica haya fingido saberlo en una fanfarria casi siempre fondona e imitación patética de modelos hipertrofiados de anabolizantes.
Que se sigan premiando sandeces indigeribles firmadas por mujeres es solo una excrecencia inevitable de la revolución literaria de fondo que está viviendo Occidente
Que se sigan premiando sandeces indigeribles firmadas por mujeres es solo una excrecencia inevitable de la revolución literaria de fondo que está viviendo Occidente mientras lee y difunde múltiples libros de mujeres con historias que nunca se habían contado antes ni hubo la menor oportunidad de leer. Y no, no es verdad: no hubo una literatura de mujeres sepultada por los hombres y sus complejos (múltiples), y el mejor contraejemplo es la evidencia de una librería virtual o física que incluya los últimos 30 o 40 años de literatura para darse cuenta de que es un sinsentido. El cambio es de paradigma y es revolucionario.
La conquista de un espacio social igualitario no es una hipótesis o un diagnóstico sino un dato objetivo en muchas novelas de autoras de en torno a 30 años
La conquista de un espacio social igualitario —en las sociedades ricas occidentales— no es una hipótesis o un diagnóstico sino un dato objetivo en muchas novelas de autoras de en torno a 30 años, que ha sido evidentemente previo a la decantación de una experiencia literaria que amasa y mima modos visiblemente distintos de hablarse, de acercarse, de tantearse, de tocarse y de sentirse (a una misma y a los demás): Walt Disney y las infectas princesitas han perdido la partida, de calle. Hay apremio y hay dosificación, hay violencia bendita y hay aguas mansas y tentadoras, hay una variación amplísima de mecanismos eróticos, homoeróticos y sentimentales en unas novelas que radiografían de forma sutil las formas de encontrarse y separarse o añorarse en la distancia del tiempo y del espacio. Las relaciones de madres, suegras, nueras, nietas o hijas que cuenta Cho Nam-joo (Seúl, 1978), en obras como Kim Ji-young, nacida en 1982 o en los relatos de Lo que sabe la señorita Kim, se explican y narran fundamentalmente como mujeres, como mujeres adultas con deseos y frustraciones y ansiedades, y no como estereotipos sociales ni rebeldes con causa, ya no. Hacen, dicen y aspiran a lo que quieren o pueden, sin avergonzarse la abuela de que no quiere perder el tiempo que le quede cuidando a la nieta y sin avergonzarse la nuera de disfrutar de la compañía de una suegra que no quiere cuidar a su nieta.
Nunca habíamos podido meter las narices en el centro de una experiencia de vida, una experiencia moral, que nunca antes se había contado como la cuentan estas escritoras recientes
Es revolucionario lo que están contando los libros de ficción o semificción de escritoras de los últimos 40 o 50 años y es objetiva e históricamente nuevo: nunca habíamos podido meter las narices, ni las lectoras ni por supuesto los lectores, en el centro de una experiencia de vida, una experiencia moral, que nunca antes se había contado como la cuentan estas escritoras recientes. Simplemente no existía el horizonte de posibilidad existencial ni la tolerancia social ni la estructura editorial para hacerlo posible y hoy han creado múltiples audiencias interconectadas y fieles, casi adictas. Son hijas de un tiempo nuevo y de una opulencia virtuosa que permite la itinerancia vital y geográfica, también la disrupción analítica y el descaro a menudo subterráneo que empuja a Anna Pazos en Matar el nervio (Random House) o a Alba Muñoz en Polilla (Alfaguara), al ceder al impulso resolutivo y temerario de investigar el tráfico de mujeres en Bosnia complicándose una existencia contada sin filtros y con tensión narrativa, y eso hace Sara Torres en sus dos novelas de 2022 y 2024. Lo que hay captura la inmediatez cotidiana de la enfermedad, agonía y muerte de su madre (y el revuelo de emociones que suscita) mientras la misma Sara autora remata su tesis sobre las relaciones lesbianas en la literatura del siglo XX y circula vitalmente entre varias geografías (Barcelona, Asturias, Londres, la costa catalana) y entre al menos dos mujeres a las que ama con una natural explicitud sexual que incluye la fantasía y la materialidad de un erotismo sedoso, concentrado y sin postureo pero con una intensa elaboración literaria, que en el caso de La seducción (Reservoir Books), se reserva para adensar el clima de inminencia en una relación ambigua y tensa entre una joven y una mujer mayor que ella a la que admira y desea: de nuevo las inciertas hechuras de la fantasía sexual y amorosa a la vez.
Pero hay muchísimas más. ¿Es relevante que a Henar Álvarez le haya salido su segunda novela, Ansia, peor que la primera novela gráfica que publicó, La mala leche (dibujos de Ana Müshell), desatada, franca, impúdica e irresistible? Claro que no: ese mundo está vivo, es apremiante, tiene prisa y ganas de contarse aunque el resultado pueda resultar menos cuajado cuando aspira a presentarse cuajado que cuando es explosivo y espontáneo, cuando el deseo de que le chupen las tetas con leche sus amantes (o su jovencísimo amante improvisado) funciona mejor que cuando el clítoris ya no da más de sí a la cuarta o quinta manipulación en Ansia o mientras intenta que su hijo comprenda que ella es otra cosa, además de la autora de La mala leche: no importa. Esa novela gráfica es una pequeña joya cafre de malicia y veracidad inimaginable hace 20 o 30 años, otra más, como a su manera lo es otra obra que también lleva, comprensiblemente, no sé cuántas ediciones ya, El descontento, de Beatriz Serrano, más seria de lo que aparenta y menos gamberra de lo que quisiera, pero muy muy seductora para explorar mecanismos mentales naturalizados y medicados sin tasa, resignaciones injustificables y ansias de renuncia que son como las de todos pero contadas por una mujer que no es ya solo víctima del machismo estructural y la prepotencia patética de tanto tío, sino de la estructura socioeconómica y la pura explotación empresarial, a menudo bajo el mando de idiotas masterizados. ¿Por qué no aprovechar el propio cuerpo pletórico para pulirle la pasta a un cretino forrado y por qué no reconocer que la única manera de resistir el puto fin de semana de socialización de empresa es narcotizada de principio a fin, si es eso lo que pasa, lo que nos pasa, lo que hacemos y sabemos, aunque a la mañana siguiente al mirarnos en el espejo ya no estemos tan seguras?
La revolución tecnológica está cambiando el mundo en directo, pero hay otra en marcha y de fondo, trascendental y cotidiana, que alumbra y despliega un mundo minucioso y desconocido al que nunca accedió nadie, ni hombres ni mujeres, hasta estas décadas recientes: ellas hablando de ellas con todos dentro de sus libros.
22 Largos
Traducción de Carlos Fortea Gil
Lumen, 2024
216 páginas. 18,91 euros
Dónde estás, mundo bello
Traducción de Inga Pellisa Díaz
Random House, 2021
328 páginas. 18,91 euros
Gente normal
Traducción de Inga Pellisa Díaz
Random House, 2019
256 páginas. 18,91 euros
Lo que sabe la señorita Kim
Traducción de Joo Hasun
Alfaguara, 2024
232 páginas. 18,91 euros
Kim Ji-young, nacida en 1982
Traducción de Joo Hasun
Alfaguara, 2019
160 páginas. 17 euros
Matar el nervio
Random House, 2023
192 páginas. 17, 95 euros
Polilla
Alfaguara, 2024
192 páginas. 18,91 euros
La seducción
Reservoir Books, 2024
240 páginas. 17,95 euros
Lo que hay
Reservoir Books, 2022
224 páginas. 17 euros
Ansia
Planeta, 2024
256 páginas. 19,90 euros
La mala leche
Ilustraciones de Ana Müshell
Planeta, 2020
144 páginas. 17,90 euros
El descontento
Temas de Hoy, 2023
240 páginas. 18,90 euros
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