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Sobre la violencia política y la Segunda República

Los autores de ‘Fuego cruzado’, Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey, responden al texto publicado por Nicolás Sesma en ‘Babelia’

‘Fuego cruzado’
Protesta violenta en Madrid antes de las elecciones de febrero de 1936.FULGUR / AFP / Getty Images

Babelia publicó el 13 de julio un texto firmado por Nicolás Sesma: “Una guía para orientarse” en los “debates” sobre la Segunda República. En realidad, mezclaba distintos aspectos y ofrecía todo menos una guía, porque “perdía” muchas palabras hablando, primero, del periodista Chaves Nogales y, después, de la política francesa actual. Su idea fundamental era que “en los últimos años han proliferado libros negando cualquier legitimidad y aspecto positivo en la experiencia republicana”. Ahora, según Sesma, nuestro libro Fuego cruzado. La primavera de 1936 —que va por su segunda edición, con miles de ejemplares vendidos— culmina esa deslegitimación mediante el recurso a la violencia política.

A nadie se le oculta que Sesma disfraza una reseña sobre nuestro libro en un maremágnum de autores secundarios y bajo una premisa que no necesitaba demostración: la “memoria” de la República corre peligro con estos “revisionistas”.

Lamentamos esta manipulación. Porque Fuego cruzado ofrece, como él mismo reconoce, recursos nuevos y sólidos para un debate profundo sobre la democracia republicana y las razones de su quiebra. Sí, a Sesma parece importunarle, pero Fuego cruzado no contamina la primavera con la guerra. El esfuerzo para entenderla sin apriorismos ni determinismos ha merecido la pena. A los apologistas del franquismo y a los nostálgicos del mito antifascista les parece que todo tenía que acabar mal. A nosotros simplemente nos interesa estudiar qué pasó. Los lectores lo agradecerán. Merecen ser tratados como ciudadanos de una democracia madura que no mira al pasado con miedo ni rencor.

Nosotros hemos investigado durante años y con numerosas fuentes primarias con el único objetivo de contar y analizar la primavera de 1936. Quien nos atribuya otros fines, miente.

Hay que lamentar que se mezcle un libro de historia documentado con especulaciones políticas sobre el presente francés. Peor que lo haga alguien que dice ser historiador. Nosotros no lo hacemos. No caben las trampas en la Historia con mayúscula. Lo contrario responde a fines espurios. A nosotros, como ha escrito en este mismo periódico Antonio Muñoz Molina, nos interesa “lo que sucedía en el momento”, “los números e informes registrados en los archivos”, es decir, aproximarnos a la verdad de lo sucedido. Sí, somos “revisionistas”, porque todo buen historiador debería serlo. Pero con rigor. Por eso el aparato crítico de Fuego cruzado ocupa cerca de 100 páginas.

Hemos investigado con el objetivo de contar y analizar la primavera de 1936. Quien nos atribuya otros fines, miente

No es la primera vez que se arrojan sobre alguno de nosotros acusaciones de estar al servicio de una causa política. Al parecer, los historiadores no podemos colaborar con fundaciones ni tener opiniones políticas sin que eso afecte a nuestro trabajo. Los que lo hayan hecho con FAES o con la Fundación Pablo Iglesias, por no hablar de otras extranjeras, ya nunca más deberían ser considerados historiadores. Seamos claros. Es una baladronada que ya hemos padecido, pero que sólo ha conseguido reafirmarnos en nuestra convicción de seguir investigando sin prejuicios sobre la Segunda República. Ni para idealizarla ni para deslegitimarla, como explicamos en Fuego cruzado.

Este libro nace de un trabajo exhaustivo y original. No es comparable a algunas de las aportaciones que se citan en el totum revolutum de Sesma, con todo el respeto para sus autores. La crítica científica es sana y es lo que seguimos esperando. La República, como todo el pasado, murió hace mucho. No hacemos historia para desenterrar a los muertos y usarlos en el presente con fines partidistas. La hacemos para dar la oportunidad a nuestros lectores de comprender la crisis española de 1936. Porque hasta ahora faltaba mucha información y sobraban opiniones. Sesma dice que no contamos con Europa y que volvemos a la tesis de la excepcionalidad. Da pereza responderle. Parece no haber leído el libro. Nada es más europeo que defender una historia no determinada. Nada es más contrario a la excepcionalidad que hacer historia de la primavera de 1936 sin el peso del mito del fracaso y de la guerra inevitable. Además, nuestros lectores saben que publicamos un libro titulado Políticas del odio en el que ya hemos analizado la crisis española en el contexto europeo.

Fuego cruzado se apoya en una base de datos. La más completa hasta ahora, construida no sólo con prensa, como sugiere Sesma, sino con fuentes de muy distinta procedencia: cientos de episodios en los que contamos miles de detalles y sus distintas interpretaciones. No se trata de deslegitimar a nadie, sino de entender el porqué y el cómo de la violencia; porque eso fue decisivo para la quiebra del pluralismo y del imperio de la ley. Lamentamos que Sesma realice una caricatura e insinúe que “utilizamos” memorias y la prensa de forma no profesional. Cualquier lector atento de nuestras casi 700 páginas, como ya advirtió Muñoz Molina y han hecho otros reseñistas hasta ahora, verá que no es cierto.

Fuego cruzado no nace para satisfacer a quienes hacen historia porque están comprometidos con los vencedores o con los perdedores de la Guerra Civil. Ese es el problema de Sesma. No el nuestro. Si quiere que debatamos sobre política actual, podemos hacerlo, pero no lo mezclemos para “deslegitimar” no a la República, sino a los autores del libro más exhaustivo que se ha publicado hasta ahora sobre ese periodo apasionante.

Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey son autores de ‘Fuego cruzado. La primavera de 1936′ (Galaxia Gutenberg, 2024).

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