Lo bello y lo siniestro en los relatos de Lina Meruane
En ‘Avidez’, la autora chilena compone imágenes de una crueldad exagerada que no las transforma en inverosímiles, sino en doblemente posibles y dolorosas
Me encantan los libros que, por la potencia y singularidad de sus palabras, por su lirismo radical, me llevan a un reseñismo poco ortodoxo. Casi poético. Hay textos cargados de una energía tal, que por ósmosis su lenguaje empapa cualquier palabra que pueda escribirse sobre ellos. Esta presunción resulta prepotente, pero me siento así cuando escribo sobre los relatos de Avidez. Me siento, gozosa y horriblemente, contaminada. El gozo se produce por el deslumbramiento de las imágenes que Lina Meruane imagina y representa a través del lenguaje: composiciones que, a veces, tienen una textura pictórica capaz de transformar los sonidos y abstracciones de la conmoción y el pensamiento literarios en estampas, en imágenes en movimiento —magnífico el atropello de Aitana en ‘Ay’—, que salen de la página y se nos cuelan en la habitación. Como una pesadilla. De esa capacidad para colonizar nuestros sueños y describir el lado más oscuro de nuestras relaciones familiares, nuestra codicia, nuestras obsesiones malsanas, las enfermedades de nuestros cuerpos y nuestros afectos, proviene la parte horrible de la contaminación a la que aludía hace un momento.
El elemento siniestro de Meruane no se detiene en la sutileza de las intuiciones. Su siniestro es tremendismo bien entendido, fórmula barroca pertinente en una realidad —la nuestra— marcada por la muerte y por su consustancial reverso estético: el horror vacui. Las imágenes de Meruane son inolvidables por la exageración de una crueldad que no las transforma en inverosímiles, sino en doble, triplemente, posibles y dolorosas. Vemos chorrear las carnes de los bodegones de Soutine; un mundo lleno de huevos que son ojos que son sexo que son procreación y enlazamos las obsesiones literarias de Meruane con su poética del cuerpo y con la tradición de la mejor literatura terrorífica. Cada cuento de Avidez es una celdilla —cápsula de hambre y sed no saciadas— de un mundo imaginario que no deja de ser el nuestro. Ese mundo imaginario, universal en sus crueldades, a veces se reduce a la cabeza de alfiler de Santiago de Chile.
Entonces, hoy que se cumple el aniversario de un golpe de estado criminal, pensamos en la oportunidad de la cartografía trazada por Meruane, una escritora que hace descender el concepto limpio de esa violencia con la que nos llenamos la boca en distanciadas denuncias —los conceptos dentro de la cabeza o de la boca casi siempre son pulquérrimos—, lo hace descender a la carne que duele y tiene necesidades. Meruane escarba en las relaciones de poder y la autoridad. Protección y educación. Crecer con otras y otros. Debajo. Contra. Sobre. El deseo y la transgresión de los límites. Y los reversos oscuros que generan esos vínculos en sociedades guiadas por la depredación, la selva que llevamos dentro y no hemos sabido ajardinar con corsés culturales y políticos. Ese registro ideológico se perfecciona, se decanta, se pone en cuestión a través de un lenguaje constructor de imágenes que nunca podremos olvidar: Saturno se come a su hijo mientras en Avidez una madre devora, no por odio sino por hambre, a la perra que, no por odio sino por hambre, se ha comido a la criatura que la madre parió; en Avidez, las crías carnívoras mastican a sus hermosas progenitoras, las neurosis se cumplen y tres trillizas juegan a disfrazarse de una madre perdida, experimentan con huevos, fingen parto de entre las piernas de sus hermanas… En este infierno pertinente no podía dejar de hacer acto de presencia María Carolina Geel. Meruane trabaja con el asco y la repulsión de un modo no circense, sino inolvidable. Díganme ustedes, en esta realidad desmemoriada y vertiginosa, cuántos libros leemos que no podamos olvidar.
Avidez
Páginas de Espuma, 2023
128 páginas. 16 euros
A la venta el 4 de octubre
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.