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Amenaza atómica: el fin de los tiempos es cada momento

La guerra de Ucrania ha despertado la aletargada tensión nuclear, a la que Günther Anders dedicó reflexiones pioneras que no han perdido actualidad

Tres soldados estadounidenses observan la explosión de una bomba atómica, en el desierto de Nevada en torno a 1950.
Tres soldados estadounidenses observan la explosión de una bomba atómica, en el desierto de Nevada en torno a 1950.GAMMA-KEYSTONE (GETTY IMAGES) (Gamma-Keystone via Getty Images)

Nada suscita un miedo mayor que el peligro de una guerra atómica. No hay imagen más perturbadora que la de un mundo vacío, un mundo sin hombres, en expresión del filósofo alemán Günther Anders.

Han nacido y muerto civilizaciones, pero no ha muerto la humanidad. Incontables futuros parecen aguardarla. En la época de la inteligencia artificial y la exploración del universo profundo, es difícil imaginar un mundo sin seres humanos: ¿quién podría concebir una tierra vacía, en la que “ya no habría nadie más, en la que se supiera que nosotros existimos, y en la cual nuestros millones de hechos y de omisiones, obras, dolores y alegrías no solo habrán sido en vano, sino transformados en nada”?

Pero la imagen de Anders de un mundo afantasmado, comparable por su desolación a aquella con que Lucien Febvre describe a la Europa del final de la Edad Media (“miedo siempre, miedo en todas partes”), reduce a polvo esa esperanza en la continuidad natural de la especie humana.

Con la extinción de la historia humana no habrá nadie que llore a sus muertos porque es imposible que los muertos puedan llorar a los muertos

Esta imagen angustiante acompañó a Anders durante más de la mitad de su vita philosophica. Llevaba años “pintando sobre la pared la imagen del globo pelado rotando en el espacio” o imaginando “cementerios sin deudos”, como muestra su breve recreación de la fábula bíblica de Noé y el diluvio. Con la extinción de la historia humana no habrá nadie que llore a sus muertos porque es imposible que los muertos puedan llorar a los muertos, solo quedará una tierra enmudecida, baldía, sin rastro de humanidad, como si nunca hubiera existido. El Noé de Anders es el superviviente que invierte el curso del tiempo para hablar en nombre de los muertos de mañana, para que prevalezca el recuerdo de los hombres en las futuras generaciones. El filósofo traslada el relato del diluvio universal al relato de un “mundo sin hombres”, cuya causa destructora reside ahora en la tecnología de las armas nucleares.

Günther Anders vio en la energía nuclear el símbolo de un tiempo nuevo, el “tiempo final”, en el que la humanidad ha dado un salto al absoluto, pues ha alcanzado una omnipotencia negativa, cuyo poder destructivo ilimitado puede decidir sobre la existencia del género humano.

El 6 de agosto de 1945 —día en que fue arrojada la bomba atómica sobre Hiroshima— marca el inicio de una nueva época: aquella en que la humanidad comienza a existir “bajo el signo de la bomba”, y tiene ya la posibilidad de la autoaniquilación, de consumar su propio exterminio. Con el desarrollo de las armas nucleares se inicia la última época histórica del género humano, que Anders denomina el “plazo”. Desde entonces la humanidad vive dentro de un “plazo”, bajo la expectativa de un “tiempo final” que puede, en cualquier momento, volverse definitivo.

La posibilidad de transitar hacia una época distinta no existe más, salvo a través de la extinción, que comprometería —recordemos la imagen de “cementerios sin deudos”— el pasado y el porvenir. Con el fin atómico, la posibilidad de la historia está anulada y también la posibilidad del mañana. Su final inevitable reúne todos los acontecimientos y las historias futuras en el tiempo del “plazo”. Y no solo eso, este hecho, según Anders, también ha transformado la autocomprensión del ser humano en tanto humanidad, ya que ahora “no es a causa de un origen natural común que somos ahora una humanidad, sino a causa de un futuro común falto de futuro, a causa del fin antinatural que nos espera juntos”.

La omnipotencia prometeica concedida por el armamento nuclear ha hecho de los hombres los “señores del apocalipsis”

Sin duda, la bomba no solo ha vuelto probable la posibilidad de un “mundo sin hombres”, también ha transformado radicalmente nuestra idea de humanidad y nuestro estatus y lugar en el mundo. Ahora, dice nuestro filósofo, la omnipotencia prometeica concedida por el armamento nuclear ha hecho de los hombres los “señores del apocalipsis”, los ha dotado de una omnipotencia negativa, y al asumirla tienen que entregarse a unos poderes extraordinarios que no controlan ni dimensionan; y esa omnipotencia deben vincularla a resultados cada vez más lejanos e impredecibles. “Nuestro propio potencial de poder”, dice Anders, “ha aumentado hasta tal punto que se ha vuelto inaplicable, es decir, mayor que cualquier objetivo de acción deseable, no, que cualquier objetivo de acción siquiera concebible”. Emerge no solo una nueva forma de poder, sino también una nueva forma de impotencia y de finitud humana.

Pero ¿podemos deshacernos de las armas nucleares? En rigor, no. Podemos destruirlas, incluso no volver a fabricarlas, u optar por el desarme; sin embargo, el conocimiento de la bomba permanece. Nuestro saber hacer no desaparece, de ahí que Anders afirme que “una vez bomba atómica, entonces bombas atómicas de una vez y para siempre”, entonces quedamos expuestos, por nuestro propio poder, a la posibilidad de nuestra definitiva autoextinción. La aspiración es, por tanto, alargar el tiempo final, procurar “que se vuelva infinito”, que cada momento sea “el fin de los tiempos”.

Ahora mismo se levantan nuevos vientos atómicos. El conflicto Rusia-Ucrania sacude al aletargado y persistente monstruo del peligro atómico. Nuevamente, las potencias nucleares entran en escena y colocan en primer plano la pregunta por la sobrevivencia. Con el imparable tictac del reloj del fin del mundo acelerando su marcha, no está de más tomarse en serio esa amenaza, una de las grandes preocupaciones de Anders, porque, en palabras de Vladimir Jankélévicth, “lo serio no es la certeza de la muerte (dicha certeza es trágica), sino la posibilidad de morir”.

Lecturas

La obsolescencia del hombre. Vol. 1 (Sobre el alma en la época de la segunda revolución industrial) Vol. 2 (Sobre la destrucción de la vida en la época de la tercera revolución industrial).

Günther Anders

Traducción de Josep Monter Pérez

Pre-Textos, 2011

312 y 428 páginas. 25 y 35 euros

 

El piloto de Hiroshima. Más allá de los límites de la conciencia

Günther Anders

Traducción de Vicente Gómez

Paidós, 2010

225 páginas. 16 euros.

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