El camino más prometedor para esta iniciativa es plantearla como un espacio para alcanzar compromisos concretos sobre cuestiones cruciales para el futuro de la sociedad catalana y de sus relaciones con la sociedad española
En la mayoría de democracias intervienen otros poderes en la formación del gobierno de la judicatura, porque la independencia judicial no se garantiza con un inexpugnable reducto corporativo
Una nueva relación entre Cataluña y España debe avanzar sin prisa en la búsqueda de soluciones escalonadas y obtener la aprobación popular de sus resultados a través de las urnas
El sistema institucional de España carece de características básicas para evitar la competencia de la capital con los territorios y equilibrar la concentración de poder
Una dialéctica constructiva entre el nuevo independentismo gradualista de ERC y el constitucionalismo de los socialistas catalanes podría ser un punto de partida favorable para abordar los grandes desafíos
El balance de los últimos 20 años del actual modelo político resulta insatisfactorio. Es lo que permite hablar del agotamiento de una fórmula sin que se vislumbre por ahora una vía de salida para repararla
La mayoría de la investidura debe continuar y reforzarse, empezando por sectores del PSOE a los que pueden flaquear los ánimos y siguiendo por sus socios, que no se entregaron al “cuanto peor, mejor”
La creciente desconfianza en los mecanismos ordinarios de la democracia representativa propicia la demanda de soluciones judiciales para obtener así lo que no se ha conseguido en la esfera política
Sin asumir de verdad la complejidad del problema catalán no se darán las condiciones para esbozar un acuerdo. Lo deseable es encontrar una fórmula de convivencia aceptable para amplias mayorías ciudadanas
El sistema necesita que se desarrollen políticas de reforma sustantiva en sus puntos centrales y para ello es necesario una coalición de gobierno lo más sólida y eficiente posible
Es innegable la gran responsabilidad del liderazgo político para impulsar una reorientación de fondo en la que la dinámica de exclusión y confrontación sea sustituida por una dinámica de inclusión e integración
El consenso de 1978 no fue probablemente el resultado de un ataque masivo de virtud democrática: fue también una reacción de aversión al riesgo percibido sobre los daños que provocaría un “no acuerdo”