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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los ‘frikis’ y los inteligentes

ERC y Podemos tienen en común que hacen propuestas ilusionantes y se presentan como exponentes de la “nueva política”

Josep Maria Vallès

Si toda elección se presta a interpretaciones múltiples e incluso contrapuestas, las elecciones europeas lo permiten en grado superlativo porque sus resultados pueden observarse desde ángulos diferentes. Especialmente en un momento de transición como el que Europa, España y Cataluña están atravesando, cada una con desafíos y contradicciones que en parte comparten y que en parte las distinguen.

En el panorama dibujado por las urnas del 25 de mayo en Cataluña y en España destaca como rutina habitual la diversidad de sus sistemas de partidos. La expresión electoral de ambas sociedades se configura mediante opciones políticas con peso considerablemente desigual para cada una de ellas, incluidas propuestas como Ciutadans y UPyD que, pese a ofrecer posiciones programáticas bastante próximas, obtienen apoyos muy diferentes en los dos ámbitos electorales.

Lo que es novedad —más que la intensa y previsible erosión del PP y del PSOE— es el sorpasso de ERC sobre CiU en Cataluña y la aparición de Podemos en España como cuarta fuerza electoral. Son dos fenómenos que guardan algún paralelismo y que plantean sugerentes interrogantes para el futuro inmediato. El progreso de ERC y la súbita irrupción de Podemos tienen algo que ver. Aunque la marca ERC tiene más de ochenta años y Podemos cuente solo unos meses de existencia, ambas propuestas presentan rasgos comunes y atractivos para un porcentaje significativo del electorado.

Podemos ha ofrecido un mensaje esperanzado: hay alternativa de futuro para la actual organización política y económica de nuestra sociedad. Frente al “esto es lo que hay”, al esoterismo tecnocrático y a la resignación, propone fórmulas comprensibles por sencillas, emplea un lenguaje inteligible y da por amortizadas prácticas y estilos políticos agotados.

Ha hecho uso eficaz de los medios —convencionales y nuevos— y ha potenciado a un dirigente con capacidad argumental y habilidad polémica. Se presenta como el exponente de la “nueva política” opuesta sin matices al “régimen antiguo”. Si por frikis hay que entender a los que se separan de lo habitual y gastado, Podemos debería asumir esta presunta descalificación como un título de honor, tal como hicieron en otros tiempos quienes adoptaron la etiqueta de demócratas.

Si por frikis hay que entender a los que se separan de lo habitual y gastado, Podemos debería asumir esta presunta descalificación como un título de honor

De todo ello algo hay en el planteamiento de ERC. La vieja formación republicana ha desarrollado un discurso prometedor de cambio fácil que habría de colmar las expectativas de un electorado fatigado con el statu quo de las relaciones Cataluña-España. Ha sorteado con habilidad manifiesta la responsabilidad de adoptar decisiones que le comprometieran con la “vieja política” o las ha asumido con discreción. Se ha beneficiado del apoyo de los medios públicos de comunicación, pero también ha sabido explotar los nuevos canales navegados por las generaciones jóvenes.

Su dirigente principal ha transmitido una imagen de seguridad tranquila en sus convicciones y de “bonhomía” campechana en la forma de comunicarlas. Ha conservado la cohesión de una formación que ha ampliado gradualmente su implantación, pacificando además a sus seguidores habituales históricamente inclinados a la trifulca interna. Quizá por todo ello se ha atribuido a los actuales dirigentes de ERC la inusual calificación de inteligentes. Pero habrá sido también por su inteligencia particular para explotar a fondo los mayúsculos errores de quienes —en Madrid o en Barcelona— han minusvalorado el movimiento de fondo que les empujaba. Tanto o más que sus propios aciertos, les han beneficiado las torpezas de los demás.

Mensaje ilusionante y estilo desenvuelto y próximo es lo que comparten estas dos formaciones que han merecido una buena acogida —relativa, se entiende— en estas elecciones. Pero empieza ahora para ambas una etapa de gran dificultad. La alternativa socioeconómica de Podemos se enfrentará con la formidable contraofensiva de los poderes establecidos: financieros, mediáticos, políticos. ¿Cómo se manejará en el ámbito institucional? ¿Con qué socios o aliados, sociales y/o políticos? Las elecciones locales y autonómicas de 2015 a un año vista son un plazo muy corto para prepararse. ¿Se conformará con mantenerse como el aguijón crítico de lo existente, como el “tribuno de la plebe” con voz influyente pero sin capacidad de intervención?

También ERC se adentra a partir de ahora en una fase compleja. Su posición hegemónica en el movimiento independentista le obliga a calcular con precisión —con inteligencia— la correlación de fuerzas. De los resultados electorales no se desprende el cansancio que algunos quieren ver en el movimiento que ahora encabeza. Pero tampoco se constata el avance definitivo que le otorgaría la fuerza necesaria para imponer su opción. Igual o más fuerte que ayer, pero insuficiente todavía para ganar la partida a corto o medio plazo. ¿Puede ERC gestionar este tránsito esquivando responsabilidades gubernamentales? Y si se expone al desgaste del ejercicio de gobierno, ¿no pondrá en riesgo su reciente posición hegemónica? Las elecciones municipales de 2015 —si no se producen unas autonómicas anticipadas— serán también para ERC otro momento de la verdad.

¿Y qué hay de europeo en estas dos trayectorias? Más de lo que parece a primera vista. Pero habrá que tratar de ello en otra ocasión.

Josep M. Vallès es profesor emérito de Ciencia Política (UAB)

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