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Siete inéditos de Julio Cortázar, vendidos por 42.000 dólares en una subasta

Los textos pertenecen a una versión temprana de ‘Historias de cronopios y de famas’, escrita por el autor una década antes de la publicación del libro, que fue hallada de casualidad en una colección privada en Uruguay

José Pablo Criales
Julio Cortazar
Julio Cortázar, en el Pont Neuf sobre el Sena, en París.Antonio Gálvez

Los cronopios desconocidos de Julio Cortázar ya tienen dueño. El original del libro Historias de cronopios y de famas hallado en Uruguay ha sido vendido este jueves en una subasta por 42.120 dólares. El comprador aún no ha sido anunciado. El cuadernillo, 60 hojas que el escritor argentino mecanografió en 1952, contiene 46 textos: 35 que se incluyeron en la versión final del libro, cuatro que salieron en revistas de época, y siete inéditos que estuvieron escondidos durante años en el fondo de una caja de papeles viejos. Cortázar, según reconstruyeron los investigadores, había enviado el mecanoscrito a Buenos Aires desde París a mediados de 1952. Después publicó los clásicos de Final del Juego (1956) y Las Armas Secretas (1959), comenzó a trabajar en la novela Rayuela (1963) y publicó la versión final de los cronopios en 1962. Nada se sabía de estos textos perdidos, que el hijo de un coleccionista fallecido en 2019 en Montevideo encontró al escarbar entre las últimas cajas de su padre.

“Es un verdadero hallazgo literario. De algunos autores, tal vez entre comillas, es medianamente corriente encontrar material inédito. De Cortázar no”, dice a EL PAÍS Roberto Vega, dueño de la casa de subastas Hilario, de Buenos Aires, que preparó la subasta junto a la casa Zorrilla, de Montevideo. El descubrimiento de los inéditos había movilizado a un pequeño grupo de expertos que trabajó durante un año tras las pistas del mecanoscrito. Poco se sabe de la familia que acaba de desprenderse de ellos, que pidió permanecer en el anonimato. El dueño fue un coleccionista desconocido, oriundo de Montevideo, que antes de morir le había dicho a la familia que en su colección tenía algún original de valor. “Dedujeron que era de Borges, pero no apareció. El hombre tenía muchísimo material repartido en bibliotecas y cajas”, cuenta Vega. Nadie sabía cuándo lo había adquirido el hombre, pero la investigación puedo rastrear cómo llegó el texto al Río de La Plata.

“No sabemos el mes exacto de este mecanoscrito de 1952, pero Cortázar llega a París en noviembre de 1951. Es decir que estos mágicos cronopios nacen allí, en esa ciudad misteriosa y siempre anhelada por Julio”, cuenta el librero anticuario e investigador Lucio Aquilanti, bibliógrafo de Cortázar y experto en su obra, que se encargó de rastrear el origen del texto tras un pedido del dueño original. Aquilanti encontró las coincidencias: desde la máquina de escribir que usaba Cortázar en la época, una Royal que utilizó hasta que su esposa, Aurora Bernárdez, compró una Olivetti en 1966, hasta las correcciones hechas a mano que pudo comparar con los originales de su colección personal, que hoy custodia la Biblioteca Nacional Argentina. El resto estaba en las cartas personales del autor.

Julio Cortazar
La caja de preservación del mecanoescrito que fue fabricada para la subasta en Montevideo.Subastas Zorrilla

Julio Cortázar tenía 37 años, una vida de profesor de provincias y tres libros publicados con poco éxito en Argentina cuando se mudó a Francia. El escritor, en palabras de Aquilanti, llegó a París “soltero aún, solitario, desencantado con la realidad política del Buenos Aires de aquel entonces y después de la aparición de su tercer y gran libro, Bestiario. Muy posiblemente intuyendo ya quién llegaría a ser”. Juan Domingo Perón acababa de arrasar en las elecciones en Argentina, Cortázar todavía no había conocido a Aurora Bernárdez, su esposa y gran albacea, no tenía trabajo fijo de traductor y Bestiario había vendido apenas 14 ejemplares. Pero escribía y escribía.

En al menos cuatro cartas enviadas a amigos de Buenos Aires entre junio y diciembre de 1952, Cortázar ya contaba sobre esas criaturas románticas, sensibles y desordenadas que décadas después escalarían a lo más celebrado y traducido de su obra. “Son muy encantadores, muy tristes y muy enternecedores. Estoy muy contento de esos ejercicios, pero me temo que a Baudi [el editor y escritor Luis María Baudizzone] le hayan parecido horrendos, a juzgar por su ominoso silencio”, le decía en una de ellas, fechada ese 20 de septiembre, al poeta y pintor Eduardo Jonquiéres.

Julio Cortázar, sentado frente a su máquina de escribir, en una imagen sin datar.
Julio Cortázar, sentado frente a su máquina de escribir, en una imagen sin datar.

Historias de cronopios y de famas se publicó en 1962 como una colección que incluía la veintena de anécdotas sobre esas criaturas en su cuarto capítulo, el final. Al editor Francisco Porrúa, según contó tiempo después Cortázar, la colección le parecía “muy corta” y el escritor encontró las demás secciones buscando entre sus papeles. “Aunque las secciones o capítulos finalmente incluidos en la edición de 1962 se distinguen bastante entre sí en varios aspectos, todos ellos podrían tener en común una cierta adscripción -aunque sea a través del toque personal de Cortázar- al ambiente surrealista de yuxtaposiciones, asociaciones libres, juego con el humor y el absurdo, evocación de ambientes onírico, etcétera” escribe sobre el hallazgo el ensayista uruguayo Aldo Mazzuchelli, que colaboró con Aquilanti en la investigación. En su análisis final, publicado en la revista digital del anticuario Hilario, Mazzuchelli concluye: “Desde el punto de vista literario, teniendo en cuenta sobre todo la época y el contexto de composición, el estilo, el idiolecto del autor y los temas, no hay ninguna razón sólida para pensar que estas páginas no sean auténticas”.

Los inéditos, titulados “Inventario”, “Carta de un fama a otro fama”, “Mariposas automáticas”, “Los viajes y los sueños”, “Diminuto unicornio”, “Rabia del espejo” y “Rey del mar” incluyen dos poemas, microrrelatos, pequeños ensayos con los que Cortázar jugaba en esa época y un texto sobre las contrapartes de los cronopios, las famas, que quedó fuera de la edición final. “Son textos en prosa poética, de trasfondo filosófico, como aguafuertes sociológicas, siempre con humor y cierta cuota de ternura. Los textos que fueron podados en todas las ediciones posteriores siguen esa misma línea”, los resume Aquilanti en conversación con este diario.

Las casas de subastas habían estimado que el precio de venta estaría entre los 15.000 y los 21.000 dólares, pero la oferta final llegó a los 36.000 dólares, precio al que se sumarán los costos de comisión para llegar a una cifra final de 42.120. El mecanoscrito ya tiene dueño, aunque el tiempo que haya que esperar para leerlos es incierto: de Cortázar se conocen apenas un puñado de textos póstumos que Aurora Bernárdez se encargó de reunir y editar antes de su muerte en 2014. La última palabra sobre estos pequeños cronopios estará a cargo de sus herederos.

Julio Cortazar
El mecanoescrito de 1952 hallado en Montevideo.Subastas Zorrilla

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Sobre la firma

José Pablo Criales
Es corresponsal de EL PAÍS en Buenos Aires. Trabaja en el diario desde 2019, fue redactor en México y parte del equipo de la mesa digital de América. Es licenciado en Comunicación por la Universidad Austral y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS.

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