Hallado en Uruguay un original de ‘Historias de cronopios y de famas’ de Julio Cortázar con siete extractos inéditos
Los textos forman parte de una edición del libro escrita a máquina por el autor argentino en 1952, una década antes de su publicación. El mecanoescrito se subastará en Montevideo el próximo 12 de octubre
Julio Cortázar tenía 37 años, una vida solitaria de profesor de provincias y tres libros publicados con poco éxito en Buenos Aires cuando se mudó a París para siempre. Era noviembre de 1951. Juan Domingo Perón acababa de arrasar en las elecciones en Argentina y Bestiario, el primer libro que el escritor firmó con su verdadero nombre, apenas había vendido ejemplares. Faltaban dos años para que se casara con la que fue su albacea, Aurora Bernárdez, al menos cinco para que empezara a mostrar interés por la revolución cubana y más de una década para la publicación de Rayuela y el boom latinoamericano. Pero Cortázar escribía ya esa parte de su obra que lo lanzó a la fama. Instalado en Francia, en 1952, se lo contaba a una amiga de Argentina en una carta: “Me han nacido unos nuevos bichos que se llaman cronopios”.
Una década después, Cortázar publicó Historias de cronopios y de famas. Una colección de pequeños ensayos sobre la vida diaria, manuales lúdicos de instrucciones para llorar, asistir a un velorio o subir una escalera, que incluían los brevísimos cuentos protagonizados por los cronopios, esas criaturas idealistas, sensibles y desordenadas que se convirtieron en sus personajes más queridos. Esos textos han sumado esta semana nuevos hermanos. En la casa de un coleccionista uruguayo fallecido en 2019, su hijo encontró una primera edición mecanografiada del libro: 46 cuentos breves escritos a máquina por Cortázar para ser enviados a un amigo en Buenos Aires. De ellos, 35 habían sido ya publicados en la edición oficial de 1962, casi sin variantes, y otros cuatro salieron en revistas de la época. Siete quedaron inéditos enterrados entre cajas. Tras un año bajo el análisis de expertos, el mecanoscrito será subastado el próximo 12 de octubre en Montevideo, en una alianza entre las casas de subastas Zorrilla, de esa ciudad, e Hilario, de Buenos Aires.
El dueño ha pedido permanecer en el anonimato –según las casas de subastas su padre era un coleccionista desconocido– y de los textos inéditos no se conoce más que los títulos. Probablemente, atraviesen un largo proceso de negociación con los herederos de Aurora Bernárdez, última albacea de Cortázar, si el próximo dueño pretende verlos publicados. Mientras tanto, los textos “Inventario”, “Carta de un fama a otro fama”, “Mariposas automáticas”, “Los viajes y los sueños”, “Diminuto unicornio”, “Rabia del espejo” y “Rey del mar”, seguirán siendo desconocidos, menos para su próximo dueño. La carpeta con 60 hojas escritas a una sola cara se venderá a un precio base de de 12.000 dólares.
“Son textos en prosa poética, de trasfondo filosófico, como aguafuertes sociológicas, siempre con humor y cierta cuota de ternura. Los textos que fueron podados en todas las ediciones posteriores siguen esa misma línea”, los describe el librero anticuario e investigador Lucio Aquilanti, bibliógrafo de Cortázar y uno de los mayores expertos en su obra, en conversación con EL PAÍS. Aquilanti es una de las pocas personas que ha tenido acceso a los inéditos. Hace casi un año, la familia del coleccionista fallecido lo contactó para confirmar la posibilidad de que esa carpeta con papeles viejos que estuvieron a punto de tirar había sido escrita a máquina por uno de los autores más importantes del Río de La Plata. Aquilanti comparó el mecanoscrito con otros de su colección personal, que atesora la Biblioteca Nacional Argentina. La tipografía y las correcciones a mano coinciden, también la máquina con la que escribía Cortázar en esa época. Al menos cuatro cartas enviadas a amigos en Buenos Aires entre junio y diciembre de 1952 refuerzan la legitimidad de los papeles.
“Tú conoces ya a mis cronopios. Estoy copiando, y te mandaré, Historias de cronopios y de famas”, le escribió el 20 de septiembre de ese año al poeta y pintor Eduardo Jonquiéres. Tres meses después, el 19 de diciembre, reclamó por el silencio de quienes han recibido el mecanoscrito en otra carta a Jonquiéres: “¿No te pasó Baudi [el editor y escritor Luis María Baudizzone] mis pequeños cronopios, mis famas y esperanzas? Quiero que las leas porque son muy encantadores, muy tristes y muy enternecedores. Estoy muy contento de esos ejercicios, pero me temo que a Baudi le hayan parecido horrendos, a juzgar por su ominoso silencio”. Las cartas las ha publicado Aquilanti en un artículo en el que describe su investigación y concluye: “Puedo afirmar sin lugar a dudas, que se trata de un original del autor, mecanoscrito, de extraordinaria trascendencia”.
La investigación de un año ha rastreado el origen de los mecanoscritos en la máquina de escribir Royal que Cortázar usó hasta al menos 1966, cuando Aurora Bernárdez compró una Olivetti Letera 32, pero no ha dado con el misterio de cómo terminó en manos de un reservado coleccionista uruguayo.
“La circulación literaria en el río de La Plata es continua desde la época virreinal. Por los autores mismos, por sus exilios, sus afinidades, sus amistades o relaciones académicas. Y también por el propio coleccionismo”, afirma Roberto Vega, dueño de la librería y casa de subastas Hilario. “De alguna manera, esto queda en propiedad de una familia. El hombre, antes de fallecer, les había contado que tenía un original importante, sin precisar el autor”, cuenta Vega. “Dedujeron que era de Borges, pero no apareció. El hombre tenía muchísimo material repartido en bibliotecas y cajas. Y en el fondo de una de las cajas, una de esas que uno piensa que van a la basura o a donación, estaba esta carpeta. Bien podría haber ido a parar a un contenedor... pero algún cronopio intervino para que la hallara el hijo del dueño”.
“De algunos autores, tal vez entre comillas, es medianamente corriente encontrar material inédito”, afirma Vega. “De Cortázar no. Es un verdadero hallazgo literario”. Tanto Vega como Aquilanti anhelan que la Biblioteca Nacional Argentina, o alguna institución nacional abierta al público, tenga la agilidad de hacerse con el mecanoscrito. Aquilanti no duda en la importancia que tendría que el texto vuelva a la ciudad en la que Cortázar no pudo volver a establecerse tras su exilio. “A pesar de que Borges ha escrito muchísimo sobre Buenos Aires y será siempre nuestro gran referente literario de todos los tiempos, esta ciudad es y seguirá siendo cronopia”, afirma. “Aquí se lee muchísimo más a Cortázar que a Borges. No tengo duda de eso. Además, queda demostrado en las ventas en las librerías. Creo que a Borges lo admiramos más de lo que lo queremos, y a Cortázar los queremos tanto como lo admiramos. Cortázar está en los monumentos, en los grafitis, en las remeras de jóvenes y viejos”.
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