La dictadura entra en el museo en Brasil como antídoto a reaccionarios
Fortaleza acoge en su red de centros culturales tres muestras relacionadas con los efectos del régimen militar en la Amazonia y los indígenas

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Los restos del primer general-militar de la dictadura brasileña, Humberto Castelo Branco, fueron depositados hace medio siglo en un espectacular mausoleo rectangular en el centro de su ciudad natal, Fortaleza. En su día, fue una atracción turística en estas tierras famosas por sus playas y un verano perpetuo. Las autoridades estatales tienen planes de reconvertir el majestuoso y futurista edificio en un centro cultural, dedicado quizá a la memoria. Esa resignificación es parte de un esfuerzo por impulsar la cultura que incluye una red de nuevos museos en los que ahora coinciden tres exposiciones en torno a la dictadura. Una es una retrospectiva de la fotógrafa Claudia Andujar, que convivió con los indígenas yanomami en aquella época, otra muestra los estragos en la Amazonia durante los años de plomo a través de la cámara de Jorge Bodanzky y la tercera recuerda la influencia de la Revolución de los Claveles portuguesa para la independencia de sus colonias africanas.
Entre 1964 y 1985 se sucedieron en el poder los generales-presidentes en nombre de la guerra contra el comunismo y el restablecimiento del orden. En torno al 60º aniversario del golpe de Estado, que coincide con el 50º de la Revolución de los Claveles que puso fin a la dictadura portuguesa, Brasil se ha sumergido en el análisis del periodo más oscuro de su historia reciente. Una tentativa golpista en 2023 (que medio país considera solo vandalismo), la investigación judicial contra el expresidente Jair Bolsonaro por incitarla y los embates revisionistas otorgan urgencia y actualidad a la cuestión. Ese es el clima en el que triunfa, en casa y en el extranjero, la película Aún estoy aquí, candidata al Oscar en tres categorías, incluida la preciada mejor película.
La Pinacoteca de Ceará, en Fortaleza, acoge la muestra Mi vida en dos mundos, un recorrido por la carrera de la fotógrafa brasileña Claudia Andujar (93 años, Neuchâtel, Suiza) en las que destaca su celebrada obra sobre los yanomami, uno de los mayores grupos indígenas y más aislados de Brasil. Convivió con ellos por 14 meses en los setenta, hasta que los militares, nerviosos porque la artista usaba rayos infrarrojos en su trabajo artístico, la sacaron por la fuerza de aquellas tierras remotas. La exhibición recoge su faceta artística, con su mirada experimental sobre los rituales, las aldeas o el chamanismo, pero también la de activista, con los retratos para las fichas de vacunación en la que cada yanomami lleva un número al cuello para salvar el obstáculo que supone para cuidar de su salud que varíen de nombre y no los pronuncien.

La muestra abarca también los primeros años de Andujar en Brasil, en los sesenta, cuando alumbró una serie actual a más no poder. Podría ser hoy mismo en EEUU, donde las deportaciones vuelven a estar en los titulares, pero es Río de Janeiro hace seis décadas. Inmigrantes pobres llegados a la entonces capital en busca de una oportunidad a los que las autoridades fuerzan a volver a sus tierras, castigadas por la sequía, con un billete de tren pagado.
En el mismo reciento se expone el viaje visual del fotorreportero y cineasta Jorge Bodanzky (82 años, São Paulo) por la Amazonia en los setenta, que navega entre el documental y la ficción e incluye un diario de viaje en super 8. Retrata el reverso del discurso con el que los militares se adentraron en la mayor selva tropical del mundo. La dictadura se embarcó en grandes obras que llevarían el progreso a una tierra que consideraba codiciada por extranjeros, salvaje y deshabitada. Bodanzky muestra que, entonces como ahora, los estragos de aquellos proyectos eran descomunales. La destrucción ambiental, los conflictos sociales y la destrucción del campo que retrata en ¿Qué país es este? son cuestiones presentes ahora.
La Pinacoteca de Ceará, inaugurada a finales de 2022, es la joya de la red de museos gratuitos del Estado homónimo. “Nuestro objetivo es la mediación, abrir puertas a la cultura. Somos un Estado pobre. Por eso, este museo no es para artistas o investigadores, es para quien nunca ha entrado en un museo”, explica su director general y artístico, el pintor Rian Fontenele, durante una visita organizada por el propio museo. En el contexto del análisis de la dictadura brasileña, Fontelene también recalca la necesidad de afrontar el pasado, de analizarlo desde distintas perspectivas. Recuerda que Brasil, a diferencia de Argentina, “amnistió a los responsables de la dictadura y solo recientemente un general de cuatro estrellas fue por primera vez encarcelado”, en referencia a un antiguo ministro de Bolsonaro acusado de golpismo.
El museo que dirige ocupa varios antiguos almacenes en una rehabilitada estación de tren de finales del XIX, sin uso hace décadas y reconvertida en un complejo cultural que acoge también un mercado gastronómico y un centro de diseño. Un proyecto público, impulsado por un Gobierno del Partido de los Trabajadores de Lula, que germinó en la era Bolsonaro, cuando el desprecio por la cultura se convirtió política gubernamental, las ayudas se cortaron en seco y los artistas más provocadores fueron perseguidos.
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El estado de Ceará es, salvando las distancias, incluidas las que impone el clima, la Finlandia de Brasil. El alumnado de sus escuelas públicas destaca desde hace años en las evaluaciones nacionales. Y es sobre esa base de apuesta firme por la educación que ha ido construyendo el proyecto de incentivar la cultura y abrir debates. No no sólo en la capital, sino también tierra adentro. Por ejemplo, en las tierras de donde fue expoliado y adonde ha regresado desde Alemania el fósil Ubirajara jubatus.
La resignificación del mausoleo del general-presidente Castelo Branco es un proyecto del Gobierno de Ceará que, a través del Museu da Imagem e do Som, que queda enfrente del panteón, abrió una audiencia pública para recibir propuestas sobre cuál debería ser el contenido del edificio en la nueva fase. Escucharon a antropólogos, colectivos de activistas de la memoria como Aparecidos Políticos, supervivientes de la represión, artistas, grupos indígenas, LGTB+, explica Cícera Barbosa, del museo. La inclusión es premisa omnipresente, tanto en la programación como en los servicios.
Explica Barbosa que también han organizado unas rutas de la memoria que convierten Fortaleza “en un museo al aire libre de lo que fue la dictadura”. Y en breve empezarán a recoger testimonios de antiguos militantes antidictadura ya octogenarios. “La derecha es una amenaza con ese relato de que no hubo dictadura, de que no fue violenta, hay que combatir esos intento deslegitimadores para que no se olvide ni repita”, recalca Barbosa. Fortaleza es la única de las 27 capitales estatales de Brasil que gobierna el PT y con un apoyo menguante. Venció al bolsonarismo por solo 10.000 votos.
Junto al mausoleo del dictador, la sede del Gobierno estatal, el palacio de la Abolición, que evoca el momento en que este territorio estuvo en la vanguardia en un momento crítico. Los estibadores de Fortaleza se negaron a cargar africanos esclavizados en los buques que iban a otros puertos brasileños y Ceará abolió la esclavitud en 1884, cuatro años antes que el resto de Brasil.
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Otra de las exposiciones, la dedicada a Antonio Bandeira, uno de los mayores artistas cearenses, explora sus pinturas figurativas y la obra abstracta que lo consagró con un estilo que recuerda a Pollock, pero también posa una mirada del siglo XXI sobre su figura. Y desde ahí pone el foco en un aspecto ignorado o silenciado en su día: era negro, como queda claro en dos autorretratos expuestos. No es un caso excepcional. El gran escritor brasileño Machado de Assis también fue blanqueado en las fotos y el relato oficial.
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