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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Traducir el alma indígena en Nueva York

Yoloxóchitl Marcelino alterna su trabajo limpiando casas de familias neoyorquinas con el de intérprete del mixteco al español para que los migrantes indígenas no se sientan desprotegidos ante las instituciones

Yoloxóchitl Marcelino en una imagen reciente en Nueva York.
Yoloxóchitl Marcelino en una imagen reciente en Nueva York.

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Un año después de abandonar la Montaña Alta, cruzar la frontera y llegar a Nueva York, Yoloxóchitl Marcelino pidió trabajo en un restaurante de Brooklyn. Ahora que lo cuenta, está a punto de llorar. “Me atendió una mujer chef, yo no sabía cuál era su origen, pero hablaba español y sin embargo me atendió en inglés”, dice. “Me preguntó: ‘¿Qué necesitas?’ Yo comprendía ciertas palabras, pero no para mantener un diálogo. Le dije: ‘Pues vengo a pedir trabajo’. Y me dice: ‘¿Vienes a pedir trabajo y no sabes hablar inglés? ¿Cuántos años llevas en Estados Unidos?’ Le dije que tenía acá un año y medio. ‘¿Y no has aprendido a hablar inglés? Así nunca vas a encontrar empleo. Cuando sepas hablar inglés, vuelve’. Esa fue su respuesta”.

Yoloxóchitl Marcelino se seca las lágrimas. Tiene 32 años y tres hijos. Lleva el pelo suelto hasta los hombros, viste un huipil rojo y muestra otros que ella misma borda con telas de cuadrillé e hilos de estambre y cristal, que su madre le envía desde México. Con el tejido en grecas, arma figuras que terminan siendo corazones, aves o animales de todo tipo.

Vive en Kingsbridge, un vecindario de más de 10.000 habitantes, donde la mayoría habla inglés, uno de los distritos comerciales minoristas más grandes del Bronx, ubicado a muchísimas millas de Alacatlatzala, el pueblo donde Yoloxóchitl nació en el Estado de Guerrero, donde viven unas 1500 personas que se ganan la vida tejiendo sombreros de palma, y donde se habla mixteco, la lengua de la lluvia. Es la tercera lengua indígena más hablada en México, y en ella no existe la palabra amor, ni la palabra salud, ni la palabra piña.

Su trabajo limpiando casas de familias neoyorquinas, Yoloxóchitl lo alterna con el de intérprete del mixteco al español y su activismo como miembro del Consejo de Pueblos Originarios. Yoloxóchitl aún no sabe inglés, y hace este trabajo, entre otras cosas, porque ha padecido no poder expresarse.

“A los migrantes que pueden hablar el idioma español les es más fácil comunicar una necesidad. Acá muchos hablan español, es más fácil preguntar dónde queda un hospital, o ciertas cosas. Sin embargo, la migración indígena es muy distinta porque nosotros venimos de lugares muy alejados de ciudades, tenemos desconocimiento de cómo funciona el sistema, los hospitales, de cómo funciona todo”, explica.

Yoloxóchitl Marcelino muestra algunos de los tejidos que borda en Nueva York.
Yoloxóchitl Marcelino muestra algunos de los tejidos que borda en Nueva York.Carla Gloria Colomé

En 2019, a través de la Red de Pueblos Transnacionales en Nueva York, Yoloxóchitl conoció la organización CIELO, establecida en California, que provee recursos para las comunidades indígenas migrantes. “Así pude entender un poco más acerca de lo que es la interpretación”, cuenta. Al principio le daba miedo no hacerlo bien. El mixteco tiene 81 variantes lingüísticas. En la interpretación, dice, una palabra puede tener muchos significados. “Entonces si no interpretamos bien, pues podríamos perjudicar a las personas”.

Hay palabras que no existen en mixteco. En el idioma de Yoloxóchitl, por ejemplo, no hay una traducción literal de la palabra salud, y no existen otras como “proyecto” o “programa”. Es entonces cuando le toca al intérprete hacer su trabajo. “En nuestras comunidades, la palabra amor no es muy común, pero puedes expresar emociones cómo decir ‘te quiero mucho’, o ‘eres muy importante”, cuenta. “A veces la gente piensa que funciona como cuando traduces del inglés al español, que hay palabras exactas, pero en nuestras comunidades es distinto. Tenemos nombres para frutas o vegetales que solo existen en nuestras comunidades. En mi comunidad no hay piña, porque es una región fría, y por tanto no hay una traducción de esa palabra”, cuenta.

La organización CIELO ayudó a varios intérpretes en Nueva York con las capacitaciones en el área médica o jurídica. Brindaron entrenamientos con personas capacitadas. “Eso nos ayudó a ir aprendiendo, a buscar la forma de explicar, a entender la construcción de las palabras para poder hacer mejor este servicio”. Hoy, mientras algunos intérpretes reciben las llamadas, otros hacen gestiones para citas, apoyan con las gestiones para repatriar cuerpos de migrantes fallecidos, o son intermediarios si alguien necesita comunicarse con abogados, doctores o en las cortes.

El 18 de diciembre de 2020, un grupo de personas provenientes de pueblos originarios se reunió en la céntrica Union Square de Manhattan para crear el Consejo de Pueblos Originarios ante la necesidad de intérpretes que ayudaran a los migrantes indígenas, desprotegidos por las instituciones.

“Habíamos muchas personas que venían de pueblos originarios, personas de Oaxaca, de Guerrero, de otras comunidades o naciones como nuestros hermanos de Ecuador, y empezamos a reunirnos”, dice Yoloxóchitl. “Desde entonces, estamos buscando que se ejerza el derecho lingüístico. Queremos que la gente pueda tener acceso a la información que necesita en su idioma. Ya sea cuando las personas van al médico o tienen problemas con su vivienda, queremos que nuestra comunidad conozca que tiene derecho a tener una persona que interprete en su idioma y que esa persona tenga la capacidad de hacerlo. Buscamos sensibilizar a nuestra gente, que reconozcan que hablan un idioma indígena para poder mejorar el servicio para ellos”.

Yoloxóchitl ha visto cómo muchas personas provenientes de pueblos originarios niegan que hablan un idioma indigena por temor a ser discriminados. Sabe que la violencia lingüística existe, no es un mito, y que la padecen a diario los que no pueden comunicarse.

“Hay personas que se aprovechan y llegan a cometer discriminación, inclusive el robo a nuestra gente, porque nuestra gente desconoce a dónde puede acudir, quién puede ayudar. Muchos les echan miedo diciendo que si denuncian una situación, se tendrán que ir a sus países, pues no tienen un estatus migratorio aquí”, asegura. “Esa es la forma en que siempre han ejercido presión hacia nuestra gente, y ese es el miedo constante, porque al no existir información en nuestra lengua, la gente no puede saber que tienen derecho a que no los saquen del lugar donde viven”.

Por eso junto con el Consejo de Pueblos Originarios, buscan sensibilizar a las instituciones, entre ellas al Consulado de México, para que se encarguen de las necesidades no cubiertas de estas comunidades. “Mucha gente no podía comunicarse y nuestra propia institución no sabía que había esta dificultad en la comunidad. El Consulado no brindaba el servicio de interpretación. Y aunque estamos dentro de todos los migrantes, nuestras necesidades son muy distintas a las de los demás”, sostiene. “Lo más importante es la visibilización de nuestras comunidades, que sepan que hablamos idiomas y seguimos resistiendo a través de la migración, conservando nuestras costumbres”.

Si lo piensa bien, Yoloxóchitl ha estado interpretando lenguas desde que acompañaba a su abuelita a Tlapa, una ciudad de su departamento y le hacía de intérprete. “Me he dado cuenta de que desde niña, como tuve la oportunidad de aprender español, he tenido que interpretar en la propia comunidad. Recuerdo que viajaba con mi abuelita y ella me decía que preguntara cuánto costaban los jitomates, cuánto costaba el azúcar. Entonces yo preguntaba, o sea, desde hace tiempo he interpretado, pero no sabía que era una labor”, dice.

En los días fríos de Nueva York, lejos de la familia, el mixteco es para Yoloxóchitl una conexión con México, con Alacatlatzala, y con quienes dejó en la Montaña Alta. “Los recuerdos más bonitos, cuando empecé y aprendí a hablarlo, fueron con mi abuelita. Por eso el mixteco es una conexión fuerte hacia nuestra familia. Mis abuelos no tuvieron la oportunidad de aprender español. A veces mi abuelito me decía: ‘Léeme qué dice el libro y me cuentas’. Entonces yo les contaba a él y me decía: ‘Oh, todo eso dice?’ Hay muchas cosas que se quedan en tus recuerdos”.

Yoloxóchitl sabe lo difícil que es intentar comunicar algo y que nadie lo comprenda como le sucedía a su abuela en las visitas a Tlapa. “Es lo mismo que pasa conmigo hoy en día cuando una persona me habla en inglés. Creo que eso fue lo que me ayudó mucho a asumir esto con responsabilidad”, dice. “Hay muchas personas de mi comunidad en Nueva York que hablan poco español, se les entiende de manera muy complicada, o se les hace difícil explicarse, y hay otros que no comprenden nada. Muchos piensan que estamos en el siglo XXI y todo el mundo habla español. Pues no es así”.

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