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En colaboración conCAF

Esta mujer provee de traductores de lenguas indígenas a más de 27 territorios en Estados Unidos

Odilia Romero y su organización Cielo luchan para que hospitales, comisarías de policía, cortes y colegios de Los Ángeles y otras ciudades tengan intérpretes de lenguas nativas latinoamericanas

La activista mexicana Odilia Romero en Ciudad de México el día 14 de junio de 2023. Al termino de una entrevista con el diario EL PAÍS.
La activista mexicana Odilia Romero, en Ciudad de México, el 14 de junio de 2023, al término de una entrevista con EL PAÍS.Hector Guerrero

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El cuerpo de policía de Los Ángeles tiene desde hace cuatro años en su equipamiento fundamental unas tarjetas con la fonética del inglés para que los agentes puedan preguntar, así sea torpemente, si alguien habla zapoteco, chinanteco o mixteco, entre otros, en caso de que una persona latina que necesite ayuda o que haya cometido una infracción no hable español ni inglés.

Este es un elemento urgente y necesario en una ciudad en donde se hablan 17 lenguas indígenas, pero también es el resultado de la lucha por la justicia lingüística que durante más de 10 años han abanderado Odilia Romero y su organización Cielo. Una lucha que busca evitar a toda costa historias como la de Manuel Jazmines Xum, un trabajador inmigrante de la etnia quiché que recibió disparos fatales por parte de dos agentes después de que ellos le dieran instrucciones en inglés y en español que nunca entendió.

O la historia de Rita Quintero, indígena rarámuri, quien por 12 años estuvo recluida en el State Hospital de Kansas con medicamentos psicotrópicos porque los policías que la detuvieron al no poderla entender y al ver las respuestas que daba, como “que venía del cielo”, asumieron que sufría de un trastorno mental.

“La lengua es la madre de todas nuestras luchas”

“La lengua es la madre de todas nuestras luchas, es el pilar fundamental de nuestros derechos”, explica la activista Odilia Romero, quien junto a su hija, Janeth Martínez, se ha comprometido a defender las lenguas ancestrales y demandar que las instituciones locales públicas de Los Ángeles, como la policía, el distrito escolar, el hospital infantil o el departamento de servicios de salud del condado provean servicios de traducción para las lenguas indígenas más comúnmente habladas en la ciudad.

Muestra de algunas de las tarjetas en lenguas indígenas
Muestra de algunas de las tarjetas.

“Tener acceso a un intérprete es un derecho humano. La vida está en nuestra palabra, una palabra hace la diferencia, una palabra que no tenga el contexto adecuado puede hacer que alguien pierda su libertad, la deporten, pierda su vida o la de su hijo, todo depende de un hilo: la lengua”, asegura Odilia quien con su trabajo provee traductores en más de 350 dialectos a 27 de los 50 estados del país.

Calcular y mapear la cantidad total de lenguas indígenas que se hablan en Estados Unidos es una tarea realmente compleja porque, cuando los indígenas ingresan al país, ya sea que vengan de México, Guatemala u Honduras, y que entren de forma regular o irregular, inmediatamente se diluyen en la categoría de hispano o latino, una comunidad amplia y menos homogénea de lo que muchos estadounidenses creen. Esa latinización borra de inmediato una identidad que no encaja en ninguno de los recuadros que habilitan los formularios de inmigración, los de los hospitales o los de la policía cuando te piden que te identifiques. Esa latinización borra su lengua, y con ella la identidad de su pueblo. “No hay datos de nosotros como pueblos indígenas y eso hace más difícil y más dura la violencia lingüística. Se asume que por ser latino, hablas español”, sentencia Romero.

Formar a traductores ha sido un trabajo muy intenso, según cuenta esta activista proveniente de la comunidad San Bartolomé Zoogocho, en el Estado mexicano de Oaxaca y que llegó a Estados Unidos hablando solo su lengua ancestral, sin conocer el español, ni el inglés. “No basta con que los traductores que son requeridos en cortes, comisarías y hospitales sepan hablar la lengua indígena y la puedan traducir al español o al inglés, es necesario que se formen en los sistemas legales y médicos de cada país, porque las jurisdicciones y las lógicas cambian mucho. Además, cuando pasas una idea en lengua indígena al español y de ahí al inglés, hay mucho riesgo de que se pierdan detalles esenciales”, explica.

Otro gran reto al que se ha enfrentado esta lucha por la justicia lingüística en Estados Unidos es la gran variedad de dialectos que a veces tienen en sí mismas las lenguas indígenas. “Hay más de 100 variantes del zapoteco que no se entienden entre sí, entonces cuando un tribunal nos contacta para que mandemos un traductor de zapoteco, nos enfrentamos a un dilema: ¿Cuál zapoteco de todos los que se hablan? Tenemos que empezar entonces a indagar por el pueblo específico de donde es la persona, su proveniencia y esto atrasa un juicio o una atención médica”, explica.

Servicios que reflejan las crisis de los pueblos de América

Además, la población indígena migrante que llega a Estados Unidos no siempre es la misma, las condiciones geopolíticas hacen que vayan cambiando de forma acelerada. “Ahora estamos viendo una alta demanda de traductores para comunicarse con los indígenas miskitos, de Nicaragua, que por el despojo de su territorio están migrando. Lo mismo ocurre con los garífunas de Honduras o con los indígenas de la Amazonia de Brasil. Nuestros servicios van mutando conforme se van acrecentando los conflictos que viven nuestros pueblos”, asegura Romero.

La activista mexicana Odilia Romero en Ciudad de México el día 14 de junio de 2023. Al termino de una entrevista con el diario EL PAÍS.
Odilia Romero en Ciudad de México, el 14 de junio de 2023.Hector Guerrero

A pesar de las dificultades, Odilia Romero no ha desfallecido en su compromiso. La razón es muy evidente: esta causa la atraviesa enteramente. De niña, sus padres emigraron al norte dejándola al cuidado de sus abuelas. Después de unos años, llegó su turno de viajar. El doble abandono, primero el de los padres, y luego el de dejar a sus abuelas y su pueblo, su lengua y su tierra, marcó profundamente su destino.

“Me convertí en la traductora de mis padres, como la Malinche, una niña de 13 años, entregada como esclava que se ve obligada a interpretar. Esto no ha cambiado hoy, hay miles de niños interpretando para sus familias y sus padres por hablar una lengua indígena que no se reconoce ni se enseña”, explica esta activista que se vio abocada por la situación a buscar, ya de adulta, con todas sus fuerzas que las instituciones trabajaran por aminorar la violencia lingüística. “Resistes y aprendes a resistir con lo que el sistema te da, aprendes a ser creativo en tu resistencia. Por eso, además del servicios de traducción buscamos servicios de vacunación, de despensa, todo lo que pueda proveer derechos, dignidad y respeto para nuestras comunidades”.

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