Así se evitaron miles de muertes de madres y niños en una década en México y Centroamérica
Una iniciativa regional de salud mejoró la atención materna y neonatal de 1,8 millones de personas de bajos ingresos en siete países centroamericanos y en el Estado mexicano de Chiapas


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Si ya es difícil poner a varios países a trabajar juntos, todo se complica más aún si es sobre salud sexual y reproductiva. Especialmente en Mesoamérica, donde se encuentran los países más conservadores en esta materia. Sin embargo, la Iniciativa Salud Mesoamérica (ISM), administrada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y los Gobiernos de ocho países, logró dejar a un lado las posiciones políticas sobre los derechos de las mujeres y centrarse en reducir la mortalidad de las embarazadas, las mamás y los bebés recién nacidos, y en mejorar el acceso y la calidad de los servicios de atención materna y neonatal. “Aunque claro que hubo discusión con algunos temas, se logró llegar al consenso al hablar de la reducción de muertes”, explica Emma Iriarte, secretaria ejecutiva de ISM y especialista del BID. “Ningún político se opone a eso”. En una década de trabajo, se quintuplicó la atención de calidad a recién nacidos y aumentó un 14% la prestación de cuidados neonatales de emergencia.
Este proyecto, financiado por la Fundación Carlos Slim, la Fundación Gates y los Gobiernos de España y Canadá, fue ejecutado en siete países -El Salvador, Honduras, Belice, Costa Rica, República Dominicana, Guatemala y Panamá- y en el Estado mexicano de Chiapas. En ellos, el impacto directo alcanzó a 1,8 millones de mujeres y niños, de maneras diferentes. En Belice, por ejemplo, la proporción de madres y recién nacidos que reciben atención de calidad durante complicaciones obstétricas se duplicó; en El Salvador, el número de partos atendidos por personal cualificado alcanzó el 98% y la atención de calidad para recién nacidos con complicaciones aumentó del 6% al 40%. Estos datos han sido calculados mediante una evaluación independiente realizada por la Universidad de Chicago.
Los objetivos los marcó cada país al sumarse a la iniciativa. “Las metas fueron imprescindibles. Teníamos que ver hacia dónde teníamos que caminar”, explica la doctora hondureña. “Conseguimos que se pusieran fondos económicos, pero queríamos tener claro dónde se tenían que invertir y qué era lo más urgente”. En una década, se distribuyeron en la región 175 millones de dólares [43,8 millones de los Gobiernos], directamente a los ministerios pertinentes en cada país y, posteriormente, a los hospitales y centros de salud de la ruralidad y de las zonas más empobrecidas. Cada país invirtió menos del 1% de sus presupuestos generales para esta labor.
Así, en las regiones más vulnerables de Costa Rica, por ejemplo, lograron que la tasa de embarazos adolescentes se redujera un 11,3%, y en Honduras las mujeres rurales que llegaron a que les atendieran sus partos en una unidad de salud pasaron del 72% en 2012 al 95% en 2022, superando incluso el promedio nacional. “Hemos probado la fuerza del partenariado. El tema de llegar a tener un objetivo claro y un sólo sistema de métricas para discutir los problemas ha sido muy importante”, apunta.
La ISM también promovió la recopilación sistemática de datos de salud, proporcionando a los países sus primeros indicadores integrales de atención médica en áreas vulnerables. Estos datos respaldan su modelo de financiamiento basado en resultados, en el que se otorgaban incentivos de desempeño al cumplir metas. Gracias a este enfoque, los ministerios de salud pudieron enfocarse en los resultados y acelerar mejoras a través de sus redes de atención médica. “Lo que se fomentó, de alguna forma, fue la sana competencia. Todos quieren mejorar sus indicadores”, reconoce Iriarte.

Los indicadores son impactantes. Cerca de 2,3 millones de recién nacidos murieron en el mundo en 2022, según la OMS. Casi la mitad (47%) de las muertes de menores de cinco años ocurrieron en el período neonatal (los primeros 28 días de vida), que es uno de los momentos más vulnerables, que requiere una atención intensiva y de calidad durante el parto, y del recién nacido. Si bien no existen datos comparables y precisos en la región centroamericana, un estudio del Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa) publicado en 2024 muestra cómo, durante el periodo 2015-2021, En Panamá, El Salvador y Costa Rica la mortalidad materna se encontró por debajo del promedio de la región, mientras que en Nicaragua, Honduras, Guatemala, República Dominicana y Belice estuvo por encima de este. En esta región, fallecen en promedio 979 mujeres al año por causas relacionadas al embarazo o al parto.
Para Iriarte, estas cifras son especialmente dolorosas porque, además de ser en un 90% evitables, las medidas para revertirlas son a veces muy sencillas. Tanto como esperar 30 segundos más para cortar el cordón umbilical o fomentar el piel con piel nada más nacer. “No queríamos dar formación en talleres, que a la larga se olvidan”, cuenta Iriarte. “El personal médico sabe que si cortas el cordón a los 90 segundos reduces mucho la posibilidad de que se produzca una anemia a los 6 meses de nacido, pero no siempre se trabaja como equipo. No siempre se toman el tiempo de planear y hacer bien las cosas”, explica por videollamada.
El enfoque de esta iniciativa fue reforzar los liderazgos comunitarios y los propios equipos médicos ya existentes para que la solución fuera sostenible en el tiempo. “No se trata sólo de explicar lo del cordón. Es el cordón, la presión, el masaje en el útero, las vitaminas necesarias... No es una intervención, sino mejorar en la atención integral”. De esta forma, en el Estado mexicano de Chiapas, el porcentaje de mujeres que dan a luz en centros de salud con mejoras significativas en la atención prenatal y posparto aumentó del 37% al 48%.
“Nadie dijo que fuera a ser rápido”
La salud materno-infantil es un indicador del desarrollo de un país, ya que el 90% de las muertes maternas son evitables y dependen de buenas infraestructuras médicas, formación del personal, acceso a los centros de salud, a anticonceptivos y pruebas de rigor. Sin embargo, en América Latina y el Caribe mueren más de 8.400 mujeres al año debido a complicaciones en el embarazo, parto o puerperio [periodo que transcurre desde el parto hasta que la mujer vuelve al estado ordinario anterior a la gestación]. Esto equivale a una muerte por hora y al 3% de estas fallecidas por esta causa en el mundo.
“Nadie dijo que fuera a ser rápido”, repite una y otra vez la hondureña. Aún con una década de trabajo a sus espaldas, queda mucho trabajo por hacer. “El corazón del proyecto es la inequidad. Este modelo da pruebas y testimonios de cómo se puede revertir las cifras aunando esfuerzos y fondos. Nunca pensamos en un proyecto piloto, nació a escala y a escala es que se va a replicar en Belice”, zanja. “Este modelo prueba que se puede cuando sales de la oficina y escuchas en el territorio a los pacientes y a los líderes comunitarios”.
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