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Désirée Deneo: “Aquí violan a las lesbianas porque creen que les falta la experiencia de estar con un hombre”

La activista feminista, que recibe amenazas constantes, lidera el primer movimiento que se reivindica abiertamente como feminista de Costa de Marfil

Désirée Deneo
Désirée Deneo, el 6 de febrero en la terraza de la Fundación Donwahi por el Arte Contemporáneo de Abiyán (Costa de Marfil).Èlia Borrás

Désirée Deneo (29 años) es fundadora y secretaria general de la primera asociación declarada como feminista de Costa de Marfil, La Ligue Ivoirienne des Droits des Femmes (Liga Marfileña por los Derechos de la Mujer), más conocida como LaLigue225, que nació en 2020 a través de las redes sociales después de un caso mediático de violencia de género. La asociación ha atendido ya a más de 1.500 mujeres víctimas de violencia. “En 2010 y 2012, cuando te reivindicabas como feminista en las redes sociales, por dentro sentías ay, ay, ay. Después me di cuenta de que no estaba sola y empecé a compartir textos y debatir, ahora me siento muy tranquila porque el feminismo me ha traído también a mis mejores amigas”.

Nació en la ciudad pero creció en las zonas rurales de Costa de Marfil, donde el matrimonio forzoso de una amiga de infancia le hizo darse cuenta de la injusticia y el azar. “Si hubiera nacido en otra familia, su padre no habría decidido casarla con un hombre”. Ahora Deneo acaba su doctorado sobre el impacto de las fronteras entre Costa de Marfil, Guinea y Liberia sobre la vida de las mujeres, un trabajo de investigación que después aplica a su vida militante.

Pregunta. ¿Qué tiene que ver con LaLiga el número 225?

Respuesta. Nuestro movimiento comenzó en línea y 225 es el prefijo telefónico de Costa de Marfil. En un inicio éramos militantes feministas marfileñas que nos encontrábamos en internet pero cada una desde su espacio. Hablábamos de la violencia contra las mujeres y de experiencias propias. El detonante fue un caso muy mediático de violencia de género de una mujer a la que su marido tiró de un tercer piso por el balcón, aquí en Abiyán. Fue entonces cuando empezamos a denunciar a través de las redes sociales, sobre todo Facebook, lo que había pasado. Así nació LaLigue225. Y así empezamos a organizarnos.

P. ¿Qué objetivo tiene LaLigue225?

R. Hay mujeres que nos llaman o nos contactan por internet. Hacemos escucha psicológica y acompañamiento jurídico. Hay mujeres que nos llaman solo porque necesitan irse de casa y no saben cómo hacerlo, y otras porque han sido violadas y necesitan ayuda. Nuestro principal objetivo es luchar contra las violencias y por los derechos de la mujer.

P. ¿Es el primer movimiento feminista de Costa de Marfil?

R. Es el primero que se reivindica abiertamente como feminista. Antes militábamos por separado, cada una en su pequeño espacio o vida, pero cuando vimos que había mujeres que nos contactaban para pedir ayuda, fue cuando decidimos organizarnos y crear una asociación para buscar financiación.

P. ¿Por qué?

R. Era agotador porque utilizábamos nuestros propios recursos. Un certificado médico para denunciar una violación en la comisaría cuesta entre 35.000 y 50.000 francos [entre 53 y 76 euros]. Cada día recibimos unas 10 llamadas. Haz tus cuentas.

P. Pero según la ley tiene que costar 5.000 francos [7,6 euros] y el Estado subsidia 2.500, ¿no?

R. Las leyes están, pero no se aplican.

P. ¿Cómo empezó a publicar contenido feminista y debatir en las redes sociales?

R. En 2010 y 2012, cuando te reivindicabas como feminista en las redes sociales, por dentro sentías ay,ay,ay. Después me di cuenta de que no estaba sola y empecé a compartir textos y debatir, ahora me siento muy tranquila porque el feminismo me ha traído también a mis mejores amigas.

P. Está impartiendo el primer curso sobre feminismo africano en el Instituto Universitario de Abiyán (IUA).

R. A veces se piensa que el feminismo es una cosa importada de Occidente. Yo quiero recuperar el feminismo que hubo antes de la colonización y hasta ahora, de mujeres que han luchado por sus derechos.

P. ¿Qué ejemplos explica en sus clases?

R. En 1949 hubo una gran manifestación de mujeres conocida como “La marcha de mujeres de Grand-Bassam” [una ciudad costera al este de Abiyán]. La historia se ha encargado de decir que luchaban para la liberación de los responsables políticos del Partido Democrático de Costa de Marfil [PDCI, en sus siglas en francés] encarcelados por las autoridades coloniales francesas, pero la verdad es que ellas tenían un compromiso político, boicoteaban los productos importados y buscaron estrategias para organizarse durante la colonización. La lucha de las mujeres ha existido siempre, solo hay que ir a buscarlas en la historia.

Recibimos constantemente amenazas por decir que somos feministas. Pues sí, somos feministas, no hay espacio para dudar

P. En Camerún, el empresario Hervé Bopda fue detenido después de que decenas de denuncias anónimas en la red social X por agresiones sexuales, secuestro y proxenetismo se viralizaran, con la etiqueta #stopbopda, en enero. El movimiento se ha calificado por los medios como el Me Too africano.

R. Hay mujeres que han luchado por sus derechos antes del Me Too. En los medios se dice que eso es el Me Too africano, pero no hay que llevar las luchas africanas a lo que pasa en Occidente.

P. ¿Puede decir en público que es feminista?

R. Recibimos constantemente amenazas por decir que somos feministas. Pues sí, somos feministas, no hay espacio para dudar, somos feministas y punto. Hay gente que no se siente cómoda porque dice que queremos cambiar las tradiciones, pero yo no quiero pensar que el feminismo no es algo africano.

P. ¿Por qué habla de feminismos, en plural?

R. Las lusófonas están a otro nivel, así como las anglófonas. Aquí en África Occidental también cambia según el país. En Malí es muy difícil trabajar, igual que en Burkina Faso, y en Níger ya ni te cuento. Cada país tiene sus especificidades y cuestiones concretas. Hay que hablar de movimientos africanos, en plural. Por ejemplo, en Cabo Verde el aborto es legal, pero no lo es en Costa de Marfil.

Todo el mundo puede hablar del cuerpo de la mujer, pero aquí la mujer no puede decidir sobre su propio cuerpo

P. Lleva un collar que representa un clítoris.

R. Hace cuatro años que lo llevo. Es una forma de acordarme de la importancia del cuerpo. Todo el mundo puede hablar del cuerpo de la mujer, pero aquí la mujer no puede decidir sobre su propio cuerpo.

P. ¿Se refiere al derecho al aborto?

R. Aquí en África las mujeres venden hojas de algodón y hierbas para abortar desde hace siglos. Ha existido siempre en nuestras prácticas, pero incluso cuando una mujer quiere abortar, detrás hay un hombre que le paga los medicamentos porque no quiere asumir el embarazo. La mujer sigue sin poder decidir. No es una cuestión africana o religiosa, es el sistema patriarcal. Después de la ratificación del Protocolo de Maputo [como se conoce a la Carta Africana sobre los Derechos de la Mujer en África, adoptada en 2003], se debería haber avanzado en la ley sobre salud sexual y reproductiva, pero es justo el tema del aborto el que hace que no se avance porque, simplemente, no hay debate.

P. ¿Cómo empezó a militar?

R. Siempre le digo a mi madre que fue ella la que me hizo feminista. De pequeña leía a Mariama Bâ, Fatou Keïta o Regina Yaou. Si creces con estas autoras, llega un momento en que no te queda otra opción. Pero lo que me movió, lo que se me quedó aquí [se toca con la palma de la mano el pecho] fue cuando casaron a una amiga de infancia a quien yo hacía como de hermana mayor. Si hubiera nacido en otra familia, su padre no habría decidido casarla con un hombre.

P. ¿Y su carrera universitaria?

R. Yo estudié un máster en migración. Mi trabajo final de máster trataba sobre cómo las fronteras impactan en las mujeres. Me fui a buscar testimonios en la frontera entre Guinea, Costa de Marfil y Liberia. Hubo muchas mujeres que se fueron durante la guerra civil marfileña [intermitente entre 2002 y 2011]. Empecé a encontrar casos de embarazos en adolescentes, violaciones en las escuelas y violencia sistemática contra las mujeres. Cuando terminé el trabajo, estaba traumatizada. Hay académicos que hacen su trabajo, recogen los testimonios y vuelven a su casa. Yo no volví a casa, estaba en mi casa, en mi país.

P. ¿Es una privilegiada en su país?

R. Sí. Por eso yo no quiero ir sobre el terreno, pedir información, presentar una memoria y basta. Yo quiero ir, reflexionar y aportar respuestas gracias a mi trabajo militante. Una académica de la acción. No como vosotros los periodistas, que buscáis información y os vais [ríe].

P. ¿Ha encontrado respuestas?

R. Hay un cambio forzoso en nuestra sociedad. Poco a poco somos más y tenemos menos miedo a hablar. Pero no tenemos datos aún, estadísticas, no hay nada.

P. ¿Y respecto a los derechos LGTBIQ?

R. Incluso por nuestra seguridad no podemos hablar mucho del tema. Aquí los hombres violan a las lesbianas porque creen que les falta la experiencia de estar con un hombre. Es un tema extremadamente sensible dentro de la sociedad.

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