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En colaboración conCAF

El mensaje de las tejedoras wichí de Argentina llega a la Bienal de Venecia

Claudia Alarcón y el colectivo ‘Silät’ expondrán nueve paños tejidos que cuentan algunos de los mitos de su pueblo y desafían la construcción occidental del arte

Claudia Alarcón e integrantes de la Silät
Claudia Alarcón e integrantes de la Silät tejen una de sus obras.Sergio Abraham (Silät)

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“¿Hablo en idioma?” La voz que pregunta tiene como lengua madre una que no es el español. Inquiere si hablando en su propia lengua, la de los indígenas wichí, nosotros, los “blancos”, seremos capaces de comprenderla. ¿Deberá alojar sus ideas en un lenguaje impuesto o acaso podremos hacer la traducción? ¿Intentaremos comprender con honestidad? Anabel Luna habla en el idioma de su pueblo de las imágenes y el entorno, sobre el tejido y el mensaje (silät): existen y están vivas. Las mujeres wichí caminan el monte, mantienen su lengua y su tejido.

Desde abril, la artista Claudia Alarcón y Silät —un grupo de mujeres wichí cuyo nombre significa mensaje— expondrán sus obras en la Bienal de Venecia por la invitación de su curador, Adriano Pedrosa. El título de este año, Extranjeros en todas partes, habla de una extranjería vital, de territorios difusos en los que se superponen identidades, de límites que se vuelven indistinguibles, de culturas mixtas. “Si se habla de indígenas en presente, es un problema grande porque se supone que el indígena es pasado”, expresa Demóstenes Toribio, traductor del pueblo wichí, sobre el vínculo entre el Estado argentino y su pueblo, y sobre la idea de que Argentina solo es territorio blanco.

Entre los ríos Pilcomayo y Bermejo, viven las mujeres que forman parte de Silät, en el chaco del norte de Argentina. Viven en las comunidades La Puntana y Alto La Sierra, en la localidad salteña Santa Victoria Este. Esta es la primera vez que hay una participación indígena en la Bienal por Argentina y, además del ingreso en el mundo del arte, las mujeres esperan traducir el reconocimiento en mejores condiciones de vida para su pueblo. “Que esto sea para darnos una salida a nosotras, que vivimos en estos lugares, que haya cambios, acceso al agua potable y mejor alimentación, que nuestros hijos puedan tener mejores niveles de estudio y medicación. A través de lo que hacemos, podríamos conseguir abrir otras oportunidades para el futuro”, dice Alarcón.

Las mujeres de Silät presentan la muestra 'La escucha y los vientos' en la sede de la organización.
Las mujeres de Silät presentan la muestra 'La escucha y los vientos' en la sede de la organización.Andrei Fernández (Silät)

Silät es coordinado por Alarcón junto con Melania Pereyra, aunque el grupo nació a comienzos de 2023, de la mano de un centenar de tejedoras wichí de distintas edades y una suluj —mujer blanca— que las conoce y acompaña desde 2017, Andrei Fernández. Entre risas, la llaman chisuk, que significa rebelde.

“Voy a contar en qué consiste esto que hago y se denomina arte para nosotras, las mujeres indígenas que vivimos en estos territorios. No es nada nuevo, es una actividad muy antigua y sabemos bien el valor que poseen nuestros trabajos”, dice Alarcón. “Llevamos siglos haciéndolo y comprendemos el valor que representa por haber sido parte del conocimiento de nuestros mayores. Su sabiduría estuvo alojada en sus mentes y en su pensamiento, y se ha sabido mantener para realizar las figuras y los nombres con los que se identifican los tejidos que hoy conocemos”, agrega.

La yica y el arte

El mito de fundación del pueblo wichí dice que el agua, que es la vida, estaba adentro del árbol yuchán, un palo borracho blanco o amarillo. En su interior, había un pez dorado. La historia cuenta que una lanza atravesó al pez y el líquido que había en el árbol se derramó, dando forma al que es el mundo hoy.

En la amplia casa de Alarcón en La Puntana cuelga una yica, una bolsa tejida de uso cotidiano, cuyo fondo oscuro contrasta con la figura del yuchán y el agua en su interior, una representación del mito. Es el boceto de otra obra futura. “Quería probar cómo quedaba”, explica. En el acercamiento al mundo del arte, la escala de las obras de las wichí cambió, empezaron a probar qué sucede con las formas cuando trabajan en paños de grandes dimensiones. En Venecia, se mostrarán nueve paños de gran tamaño que cuentan algunas de las leyendas fundantes del pueblo wichí, como la de las mujeres que bajaron de las estrellas. También habrá una obra con el yuchán del origen del mundo.

Un habitante de La Puntana muestra una yica de uso cotidiano tejida en lana.
Un habitante de La Puntana muestra una yica de uso cotidiano tejida en lana.Andrei Fernández (Silät)

Las palabras arte y artesanía no tienen traducción en wichí. Al escuchar hablar el idioma, se las reconoce por su uso en español. “Eso no significa que la dimensión estética no esté presente”, afirma la curadora intercultural Fernández, que forma parte de Silät. “Está en la producción de imágenes y artefactos, pero no necesariamente protagoniza la razón por la cual se hacen. Fidela Flores, una maestra y también artesana wichí, me dijo una vez que la yica es la artesanía, pero que en ella está su arte”.

La separación entre arte y artesanía es otra categoría impuesta, externa al universo indígena, que durante mucho tiempo fue usada para menospreciar los trabajos artesanales, para restarles valor. ¿Qué es una obra de arte? ¿Cuáles son sus reglas? Las categorías tradicionales quedan dislocadas con la invitación de las wichí a la bienal.

Llegar al monte, vivir en él

A medida que el camino avanza, la yunga, una nuboselva verde, se transforma en monte más árido, menos frondoso. El camino asfaltado se convierte en tierra zigzagueante y a sus costados se elevan cactus, algarrobos y mistoles, aunque los rastros de la deforestación que amenaza al bioma son evidentes. El horizonte es bajo al frente del camino, todo es llanura. El departamento de Rivadavia, en Salta, en el que están las comunidades La Puntana y Alto La Sierra, tiene una densidad poblacional de 1,5 habitantes por kilómetro cuadrado, según el último censo nacional. Limita con Bolivia y Paraguay.

Los espacios son amplios, difíciles de asir para alguien acostumbrado a la forma urbana del damero colonial. Las casas de adobe se separan por cercos de palos de duraznillo. Por la mañana, las camas están en los patios de tierra porque hace calor y es mejor dormir bajo el cielo iluminado por una luna llena. Todos los torsos humanos están abrazados por una yica. Hasta el último habitante del pueblo viste una de esas bolsas.

Una de las mujeres de Silät machuca hojas de la planta chaguar para hacer las fibras con las que bordan.
Una de las mujeres de Silät machuca hojas de la planta chaguar para hacer las fibras con las que bordan.Sergio Abraham (Silät)

Las mujeres de Silät se reúnen cerca de la casa que están reconstruyendo, Silätwuké, en La Puntana. El sol bajó y parten una sandía para comer mientras hablan. Sobre un banco de madera, Fernández, Alarcón y Anabel Luna —otra de las fundadoras de Silät de La Puntana— se sientan porque van a orar por ellas, por el viaje a Venecia. Las dos primeras serán quienes vayan a la inauguración, en representación de las demás, el próximo 20 de abril.

En el cielo nocturno se recortan las formas de algunos algarrobos. Está oscuro, pero se distinguen las figuras de Alarcón y Fernández abrazadas, mientras Luna tiene a su hija alzada. Las tres están sentadas en un banco de madera. Las demás mujeres están paradas, rodeándolas. Cantan, oran en wichí, cada tanto se escucha la invocación a Dios en español. Ninguna puede parar de llorar, ni la nena de seis años que abraza a la madre. El murmullo sale del monte y se escucha a la distancia. Ellas, que querían que supiesen que estaban allí, que las mujeres wichí viven y existen en el monte, sienten que lo han logrado.

Ser wichí

“Los wichí somos una de las etnias de mayor población en Argentina”, dice Toribio. “Le debemos muchísimo a nuestros ancestros, les debemos la inteligencia que han tenido de seguir buscando maneras para que no nos aniquilaran”, agrega. Según el último censo, 69.080 personas se reconocen wichí, de las cuales el 45,9% viven en Salta. “Pero somos más, siempre somos más. El Estado no sabe cabalmente cuántos indígenas somos y el número siempre es un mito”.

“Nosotros tenemos algo que se llama pobreza material. El trato, el destrato, el maltrato son cosas que se conjugan todo el tiempo porque el indígena se piensa en pasado. El Estado tendría que buscar una manera, aceptar que nosotros existimos y dejar que sigamos siendo wichí, que sigamos siendo indígenas porque cada uno va a saber vivir como es”, apunta el traductor.

Los derechos del pueblo wichí son constantemente vulnerados. Sin acceso al agua potable ni a una alimentación nutritiva, en parte, por la deforestación del monte, ni a una educación bilingüe completamente garantizada, Silät está en el proceso de consolidar su figura legal para poder iniciar otros proyectos. “Queremos generar materiales que sean útiles para los docentes que trabajan en territorio wichí, poner un punto de alimentos saludables en el monte. Creemos que es clave que todo lo que se está logrando con los tejidos se traduzca en mejorar la calidad de vida”, explica Andrei Fernández.

La posibilidad de cambiar, de probar materiales, de imaginar y crear obras distintas, de decidir cómo transmitir su herencia, cómo convertirse en ancestros hacia el futuro es una tarea que solo le compete al propio pueblo. Las mujeres wichí tejen con fibra de chaguar -Bromelia hieronymi, una planta nativa del norte argentino, Bolivia y Paraguay- y tintes naturales, pero también experimentan con fibras sintéticas, como plástico, sin que algo del textil ancestral se pierda en la experiencia nueva.

Hojas de chaguar recolectadas.
Hojas de chaguar recolectadas.Silät

“Cuando me pongo a tejer, recuerdo que estoy siendo indígena, siendo lo que soy, esto es lo que tengo para compartirles”, expresa Claudia Alarcón. En sus últimas obras, un patrón típico del tejido wichí, la oreja de mulita, se parte para dar una nueva forma, media oreja de mulita que forma un zigzag. Alarcón dice que le gusta porque son nuevas imágenes de futuro para su pueblo, en las formas, pero también en sentidos más profundos. Un mensaje que, enviado, logre cambiar la realidad.

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