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En colaboración conCAF

La chilena que pasó de descubrir planetas a resolver los problemas de la Tierra

Los modelos estadísticos de Natalia Bahamonde le sirvieron a la NASA para buscar astros en el espacio. El estallido social en Chile y una enfermedad le llevaron a poner su trabajo al servicio de la sociedad

Natalia Bahamonde, acadámica de la Universidad Católica de Valparaíso, Chile.
Natalia Bahamonde el 24 de julio.Sofía Yanjarí

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La chilena Natalia Bahamonde, doctora en Ciencias de la Universidad Paris-Sud, ya no mide las curvas de la luz en el espacio. Ahora se dedica a estudiar los problemas cotidianos de su país. Su historia como científica se forjó en la formulación de modelos estadísticos para la búsqueda de planetas. El trabajo lo realizó junto a un equipo de científicos y astrónomos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y la Universidad de Valparaíso usando información generada por la misión espacial Kepler.

“En Pensilvania, me tocó defender esta metodología de series de tiempo frente a astrónomos de la NASA, que nunca habían utilizado ni pensado utilizar esta herramienta en sus análisis para descubrir planetas. Al principio se mostraban muy reticentes a usarla, pero estos modelos, que en algunos casos son bastante sencillos, funcionaban perfectamente y revolucionaron el estudio de los nuevos planetas”, explica mirando los barcos que atracan en el Puerto de Valparaíso.

El proyecto en el que participó Bahamonde usó una sigla como acrónimo de su nombre en inglés: Kepler AutoRegressive Planet Search Project, KARPS. “La idea fue analizar curvas de luz de estrellas. Para esto, se usó la información de la base de datos Kepler, misión espacial de la NASA que contribuyó con datos de 11.000 curvas de luz”, explica la doctora. Y así definió la existencia de una lista de “400 planetas candidatos”, es decir, astros que aún requieren de otra certificación para ser llamados planetas.

Pero luego de este hito, a Natalia Bahamonde se le apagaron las luces. Un poco antes del estallido social chileno de 2019, las protestas sociales que abrieron camino al nuevo proyecto de Constitución, a la científica le diagnosticaron una enfermedad autoinmune que la dejó con tratamiento médico permanente al que le costó dos años acostumbrarse.

“De descubrir planetas a no entender nada”

“Fue un remezón en mi vida. Me costó volver a ser la misma. No me sentía con la misma confianza. Esto ocurrió un poco antes del estallido social: quedé hospitalizada, tenía fibrosis, mi hígado estaba mal. Estuve dos años tratando de recuperarme y adaptarme a las medicinas. No sabia dónde estaba parada. Andaba con un papelito que decía: ‘Me llamo Natalia Bahamonde. Si estoy perdida llame a este número, por favor’. Pasé de descubrir planetas a no entender nada. Fue loco. Mientras estaba en recuperación, vino el estallido social y ahí dije: ‘Yo tengo que enfocarme en los problemas reales de la sociedad. Contribuir como sea’, y me levanté. Fue así que empecé a enfocarme en otro tipo de fenómenos”, relata la científica.

Hoy, en vez de descubrir planetas, aborda matemáticamente los problemas sociales: “Con la experiencia que tuve trabajando con los astrónomos me di cuenta que era capaz de comprender cualquier cosa. Hay muchos problemas humanos que no tienen respuesta porque no hay cruce de datos. El supermercado sabe todo de ti, el banco sabe todo de ti, pero si hablamos de fenómenos sociales, hay muy poca información”, advierte.

Una de las primeras investigaciones en la que trabajó con foco social fue un proyecto sobre familia y pobreza relacional en Chile para el que usó distintas fuentes de información como las encuestas y estadísticas públicas.

“Los resultados preliminares, a diferencia de los resultados con los planetas, resultaron bastante intuitivos”, explica. En ese sentido, dice que los datos mostraron que la educación era el factor más importante en la superación de la pobreza. “Las carencias que determinan la pobreza multidimensional en nuestro país siguen siendo las mismas en secuencias de años. La situación no ha tenido ninguna evolución. Por otro lado, las necesidades de las personas son diferentes dependiendo el contexto en el que viven. Esto da cuenta que no se deberían establecer políticas públicas generales, sino mirar estos datos para idealmente direccionar los recursos en función de las necesidades particulares de la población”, concluye.

Matemáticas para todos

Otro de los proyectos con enfoque social que realizó Bahamonde fue acercar la matemáticas a los niños de escuelas vulnerables. Se preguntaba qué tiene que hacer un niño que ama las matemáticas pero no tiene un contexto que le permita avanzar en ese conocimiento, cómo ayudarle a aprender matemáticas con facilidad, a pesar de todo. Lo que hizo, de manera concreta, fue postular a un fondo de Explora para enseñar matemáticas de manera más intuitiva.

“Hay que aprovechar de los pequeños su gran curiosidad. Basta que las niñas y niños observen a su alrededor. La naturaleza, por ejemplo, está llena de patrones geométricos que corresponden a secuencias matemáticas como la de Fibonacci. Algo que también puede acercar a los niños a las matemáticas es recoger datos del clima, de la familia o de los amigos, de sus pasatiempos... Ellos pueden construir gráficos sencillos a través de esos datos que les permitan sacar conclusiones. Esto es la base del método científico y lo pueden experimentar desde muy pequeños”, sugiere.

El sueño de Bahamonde es que se pueda centralizar la información de datos sociales de Chile. “Acá se han preparado grandes computadores para almacenar los datos que recogerán los telescopios, pero aún no se encuentra centralizada la información de los habitantes de nuestro país”, dice. “Si estos datos estuvieran disponibles para todos y medidos de forma regular, podrían crecer los estudios y el conocimiento sobre temas de interés social y se podría generar un impacto enorme en las políticas públicas. Los recursos serían matemáticamente invertidos”.

Para esta científica, la educación es la pieza fundamental para superar varios de los problemas de la sociedad contemporánea. Pero sabe que conseguir que sea de calidad, equitativa e inclusiva para todos es aún un desafío.

“Para ser ciudadano del siglo XXI ya no basta con saber leer y escribir, sino que es necesario un desarrollo integral de las personas. Los niños son completamente capaces de aprender y necesitan estar mejor preparados como ciudadanos para un futuro que plantea miles de desafíos como el cambio climático con sus innumerables consecuencias: sequías o eventos climáticos extremos o futuras pandemias, entre otros. La educación debe estar en la agenda política, social, económica y de todo ámbito para preparar a esta generación a un mundo que ya no es el mismo en el que sus padres crecieron”, sentencia. Antes de irse, agarra su cartera roja para ir a hacer clases. Y acercar así los números a la vida real.

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