El ministro de Ambiente de Costa Rica: “Decimos que somos un país de energía renovable, pero no es cierto”
Franz Tattenbach promete mantener el discurso ambientalista, pero advierte necesario que la conservación no frene la productividad más allá de la industria turística
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Franz Tattenbach Capra (San José, 1955) lleva la vida entera dedicada a tareas de conservación ambiental desde el ámbito privado en Costa Rica, a cargo de proyectos de manejo de bosques en las montañas del centro del país. También ha sido consultor internacional y en el pasado se dejó tentar por la política como candidato a vicepresidencia de la República desde un partido de ideología libertaria. También fue candidato a alcalde en el Gobierno local de su municipio, llamado Escazú, el que da nombre al tratado ambiental latinoamericano suscrito en esa ciudad y ahora rechazado por él y su presidente, Rodrigo Chaves.
La experiencia y el interés por la política se conjugaron para entrar en mayo como cabeza del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) en el pequeño país centroamericano con credenciales de líder ambiental. Lo hizo como parte de un Gobierno que entraba en funciones sin suficiente claridad de ideas en ese sector y con escasos planes de acción. Era una propuesta en construcción y lo sigue siendo, pero Tattenbach ofrece ya trazos de lo que pretende como política de gestión ambiental, tanto en el ámbito interno como en la creciente diplomacia contra el cambio climático, así como la crítica transición energética.
Tattenbach no es un ambientalista y suele dejarlo claro. Los grupos ambientalistas lo tienen asumido y por eso encienden alertas por la filosofía ambiental que el ministro expresa de manera explícita: conservar sí, pero en paralelo con la producción de riqueza. Sí a los acuerdos multilaterales por el cuidado de los océanos, sí a la sostenibilidad, al plan de descarbonización lanzado por el Gobierno anterior y sí a las energías limpias, pero todo condicionado a la productividad más allá de la icónica industria turística costarricense.
Pregunta. ¿Cómo resumiría el desafío ambiental de Costa Rica?
Respuesta. Venimos con prestigio de conservación muy fuerte y sé que se espera mucho de Costa Rica; el reto es enorme, porque al mismo tiempo hay una población que se ha sentido golpeada o excluida con los avances conservacionistas de administraciones anteriores. Es cierto que Costa Rica ha cosechado esa imagen verde, casi ha detenido la deforestación, protegemos el 25% del territorio y tenemos bosques en casi el 50%, pero todavía esa marca país no está llegando a sectores rurales. El sector agrícola puede verse perjudicado en su imagen internacional por el uso de agroquímicos, por ejemplo. Debemos iniciar los cambios relevantes para reducir la cuota de emisiones y lanzar la adaptación al cambio climático, porque podemos hacer mucho o poco para combatirlo, pero viene sí o sí, pero debemos procurar que la marca país beneficie a más sectores que el turístico.
El otro reto está en energía, porque decimos que somos un país de energía renovable, pero no es cierto. Costa Rica es un 75% energía de combustibles fósiles por los transportes. Lo que es limpio es la energía eléctrica, pero esta no mueve los carros ni buses y ni siquiera las cocinas. Tenemos que electrificar el transporte e irnos pasando rápido a ello; ciertamente hay leyes y decretos que fomentan los vehículos eléctricos privados, pero ahora habrá que promover trenes y habrá que transformar transportes hacia buses eléctricos en el centro del país.
P. En términos de financiamiento, ¿es mayor ahora el dilema entre invertir en preservar o invertir para comer?
R. Es un reto enorme cómo financiar todo esto en medio de una crisis mundial y económica, porque tenemos que ser muy cuidadosos de la marca país. En el tema de aguas y mares, tenemos claro que jugaremos los dos campos: la conservación y la promoción de la pesca sostenible, que recursos marinos beneficien a la mayor cantidad de la población. Decimos eso a la comunidad internacional que sí está dispuesta a donar dinero para impulsar la agenda marina porque se espera que Costa Rica se convierta en un gran campeón de la agenda de conservación de los océanos. El reto es decir “sí”, pero ir paralelos; no podemos movernos en conservación sin movernos en desarrollo de sistemas de pesca para legalizarla con controles o promoción de nuevas artes de pesca, acompañamiento para nuevas empresas... Se puede trabajar con la cooperación internacional si ellos entienden que Costa Rica no puede caminar hacia la conservación marina sin caminar al mismo tiempo en la atención de las poblaciones costeras.
P. ¿Habría también financiamiento para trabajar en el uso sostenible de los suelos?
R. En tierra es parecido. Ya Costa Rica recolectó las frutas más bajas del árbol, las maduras, pero ahora vienen las que están verdes y más difíciles de alcanzar. Debemos entrar a la transformación hacia una agricultura sostenible, con programas de financiamiento internacional que no es plata regalada, aunque son tasas bajas y opciones de bonos verdes. Estamos hablando de cifras muy grandes para escalar proyectos aún incipientes y llegar a decir que el 80% del café o del banano está cubierto con ello, hablamos de decenas de millones de dólares, es mucho. Por eso todo debe tener una lógica productiva, un incentivo que lo lograremos posicionando al país en el contexto de los parques nacionales, los bosques privados y toda la paz con la naturaleza, pidiendo a nuestros socios comerciales que nos apoyen. Costa Rica no puede seguir siendo la primorosa, la de imagen verde, la democrática, la bien educada, la virtuosa, si no tenemos el cariño de nuestros socios comerciales. Nuestros recursos propios son muy pocos, vapuleados por covid-19 con la caída abrupta del turismo, además de las políticas de austeridad fiscal.
P. ¿Está vigente el Plan de Descarbonización del Gobierno anterior?
Está totalmente vigente y estamos poniéndole números más precisos de por dónde vamos. No hay muchos cambios, pero ya no estamos en hora de hablar, sino de implementar tareas como la electrificación del transporte.
P. ¿Por qué ha insistido en hablar de ‘adaptación’ al cambio climático?
R. Costa Rica está en la segunda región más vulnerable del mundo al cambio climático, Centroamérica. Está súper expuesta al cambio climático, que no nos ha golpeado tanto por la muy buena preparación ante emergencias, pero igual tenemos que prepararnos más y mejor, porque vienen épocas difíciles. Ahí tenemos trabajo con Gobiernos locales que están rezagados en la elaboración de planes de uso de suelos pese a un programa que lleva 25 años con cooperación de Unión Europea; se involucran todas las instituciones, incluido del Ministerio de Hacienda, donde se defiende con fuerza el impuesto a los combustibles, que tiene el doble rol de desincentivar el consumo y además financia la conservación de bosques. Tenemos además la cooperación internacional u organismos que prestan dinero con un condicionamiento de sostenibilidad.
P. Decía usted que hay recursos para invertir en protección de los mares. Costa Rica ahora es nueve veces más grande en el mar que en tierra y tiene el compromiso de llegar a proteger el 30% de esas aguas en 2030. ¿Es realista?
R. Hay muchas ONG y ayudas internacionales y tenemos muchísimo interés en esta alianza que hizo Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica, que ahora somos vecinos colindantes por el mar, gracias a nuestra Isla del Coco, a la proyección que tiene la zona marítima de Costa Rica y estos otros países. De hecho, tenemos un convenio muy interesante que se llama CMAR (Corredor marino del Pacífico Este Tropical) que une Galápagos con Isla del Coco y sus alrededores. Es una zona enorme que ha despertado mucho interés en el mundo porque es una nueva modalidad de protección de los recursos marinos, estos corredores conjuntos y, en este caso, el recurso marino de esta zona es riquísimo.
P. ¿Porque Costa Rica no ratifica el Acuerdo de Escazú (adoptado en Costa Rica en 2018)? ¿Cuál sería la razón por la que el país que se supone ambientalista no rubrica un tratado impulsado por Naciones Unidas para proteger a quienes trabajan en esa gestión ambiental?
R. No lo vamos a ratificar simplemente porque se llame Acuerdo de Escazú. Costa Rica tiene ya una legislación ambiental y de derechos humanos suficientemente amplia. El acuerdo de Escazú muchos sectores lo ven como no necesario. Eso no es el caso en otros países latinoamericanos y por eso el apoyo al Acuerdo está tan promovido no sólo por los países que lo adoptan sino por la cooperación internacional que lo ha promovido. Costa Rica creo que no lo está necesitando en este momento. La Administración pasada no lo pudo pasar en el Congreso y este Gobierno fue claro en que no le interesa el Acuerdo de Escazú.
P. ¿Es innecesario o es inconveniente?
R. Algunos sectores lo ven como inconveniente.
P. ¿Y el Gobierno?
R. Sí, también.
P. ¿Cuál es la inconveniencia?
R. Es que puede trabar mucho más los proyectos de inversión, como carreteras. Ya nos cuesta movernos aquí en el país con los temas que tenemos y abrir una ventana más… vemos que hay suficiente legislación y suficiente protección a los derechos humanos como para estar en ese Acuerdo. Yo sugiero que le cambien de nombre, si quieren.
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