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La contaminación del aire ya modifica la genética de los bogotanos

Una investigación determina que las personas sanas que viven o trabajan en zonas como Kennedy o Tunjuelito tiene cambios en el ADN de su sistema respiratorio que son muy parecidos a los que sufre una persona con diagnóstico de asma grave

Contaminación del aire en Bogotá
Vista de la ciudad de Bogotá, Colombia, en enero de 2024.Nathalia Angarita (Bloomberg)
Juan Miguel Hernández Bonilla

La altísima contaminación del aire en algunas zonas de Bogotá está modificando el sistema respiratorio de los ciudadanos. La permanente exposición a pequeñas partículas nocivas, que padecen los habitantes de localidades cómo Kennedy o Tunjuelito, ha generado alteraciones significativas en su ADN, cambios que aumentan los riesgos de sufrir enfermedades respiratorias. Estos son dos de los principales hallazgos de un estudio realizado por el Instituto de Genética Humana de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, en alianza con el Hospital Universitario San Ignacio, la Universidad Nacional y la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

La investigación determinó que las personas sanas que viven o trabajan en los lugares con mayor contaminación, como la zona Carvajal-Sevillana, ubicada entre la Autopista Sur y la Avenida Boyacá, tienen cambios epigenéticos muy parecidos a los de una persona con diagnóstico de asma grave. La epigenética es el estudio de la relación entre el ambiente y la expresión del ADN de los seres humanos, incluye factores como la alimentación, el ejercicio, el consumo de medicamentos y la exposición a sustancias químicas.

La profesora Adriana Rojas Moreno, del Instituto de Genética Humana de la Javeriana y una de las líderes del trabajo, explica que estos cambios no son en la secuencia del ADN, sino en la manera en como este funciona y como se expresa. “Analizamos si un gen se comporta de manera diferente debido a la exposición permanente a la contaminación del aire”, dice Rojas en diálogo con EL PAÍS. Y añade: “Concluimos que definitivamente el material particulado y la contaminación ambiental sí están generando cambios epigenéticos, que a largo plazo pueden producir una respuesta alérgica exacerbada y en consecuencia problemas como rinitis aguda, enfermedades como EPOC (Enfermedad Pulmonar Inflamatoria Crónica), o asma”.

Rojas Moreno cuenta que hace unos años ella y su grupo de investigación decidieron evaluar si los picos severos de contaminación en Bogotá estaban afectando la salud de las personas. “Hemos hecho trabajos con cigarrillo electrónico y con cigarrillo convencional. Ahora decidimos concentramos en los efectos de la mala calidad del aire, que nos afecta a todos en distintos grados. El consumo de cigarrillo es una decisión propia, mientras la exposición a la contaminación ambiental ni es voluntaria ni se puede controlar o suspender”.

Para determinar estos eventuales daños a la salud, los investigadores primero analizaron cuáles eran los lugares de Bogotá con los mayores índices de contaminación de aire. De este trabajo se encargó el grupo de ingeniería de la Universidad Distrital, que utilizó los datos de las estaciones de monitoreo de aire de los últimos cinco años. Al concluir esa primera fase, encontraron que en horas de alto flujo vehicular había partes de las localidades de Tunjuelito y Kennedy, o la zona de Carvajal-Sevillana, que exceden hasta 10 veces los niveles máximos de contaminación que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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Daniel Mauricio González, bacteriólogo y magíster en ciencias biológicas de la Javeriana, explica que la OMS establece un límite de 15 microgramos de material particulado fino por metro cúbico de aire, y que en las zonas de Bogotá más afectadas por la contaminación hay registros de que este nivel llega hasta 150. “Bogotá es una de las ciudades más contaminadas de Colombia, y Colombia es el noveno país más contaminado de toda la región”, dice González, que está haciendo su doctorado en el estudio de los cambios epigenéticos asociados a la exposición de material particulado.

La OMS ha declarado que la contaminación por el material particulado es el principal riesgo ambiental para la salud pública. Causa siete millones de muertes al año a nivel global, el 80% en países en vía de desarrollo como Colombia. “Hay un problema con la contaminación y es que, así estemos en un espacio cerrado, respiramos las pequeñas partículas contaminantes que están en el aire. Además de nitrógeno, oxígeno y todos los componentes químicos de la atmosfera, inhalamos el material particulado que se produce sobre todo por la combustión de gasolina o diésel”, dice González. Y concluye: “Las partículas son tan pequeñas que se instalan en lo más profundo de nuestros pulmones, y con el paso del tiempo alteran su funcionamiento”.

La segunda fase de la investigación fue ir a las zonas más contaminadas y buscar a personas sanas, sin ninguna patología ni enfermedad respiratoria. Los requisitos eran que los seleccionados llevaran viviendo al menos cinco años en esos lugares y que pasaran más de ocho horas al día allí. Los investigadores hicieron entrevistas, encuestas, toma de muestras de sangre y análisis moleculares para evaluar si había cambios epigenéticos en esas personas. Hicieron lo mismo con personas sanas de localidades como Usaquén y Barrios Unidos, las de mejores índices de calidad de aire en la ciudad. Al final, compararon las muestras con un grupo de personas que sufren asma grave. El hallazgo fue contundente y sorpresivo. “Sabía que las personas con más exposición al aire contaminada tendrían cambios en el sistema respiratorio, pero nunca me imaginé que se parecieran tanto a los de pacientes con asma grave”, reconoce la profesora Rojas.

Pese a las similitudes en la expresión de los genes de personas sanas expuestas a contaminación y de personas con asma, aún no hay estudios que puedan predecir con certeza en cuánto tiempo se va a desarrollar esa enfermedad en la gente que sufrió la polución. “Hay pocos estudios en el mundo similares a este que hicimos. Hay algunos en Alemania, con exposición a diésel, pero no hay hallazgos contundentes que soporten o demuestren cuál es el tiempo mínimo de exposición a contaminación para que una persona empiece a generar síntomas respiratorios. Lo mismo ocurre con el cigarrillo electrónico, aún no hay evidencia de cuánto tiempo hay que vapear para desarrollar cáncer”, dice Rojas. González, su alumno, complementa la idea: “El desarrollo o no de la enfermedad depende de muchos otros factores, pero con estos cambios en el genoma se aumenta el riesgo”.

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Sobre la firma

Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.
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