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El ADN de 250.000 personas ilumina el efecto más oculto de la pobreza

Un macroestudio, con miles de voluntarios pobres y de otros grupos tradicionalmente ignorados, revela 275 millones de variantes genéticas desconocidas hasta ahora

El ADN de 250.000 personas ilumina el efecto más oculto de la pobreza
Una imagen de la fase de reclutamiento de voluntarios para el proyecto Todos nosotros, en Chicago (Estados Unidos).NIH/Programa 'Todos Nosotros'
Manuel Ansede

Multitud de personas se toparon hace alrededor de una década con un diagnóstico aterrador: tenían mutaciones genéticas que aumentaban su riesgo de padecer miocardiopatía hipertrófica, un engrosamiento de los músculos del corazón que puede provocar la muerte súbita. La buena noticia, cuenta el médico estadounidense Alexander Bick, es que era mentira. El test, basado en datos genéticos de pacientes blancos, se equivocaba. En aquellas personas, negras, las mutaciones eran benignas. El equipo de Bick da un salto de gigante este lunes para corregir estos errores y publica de golpe casi 250.000 genomas completos, la inmensa mayoría procedentes de grupos tradicionalmente ignorados en este tipo de estudios. “Es una oportunidad única para entender cómo los genes afectan a la salud humana”, celebra.

La iniciativa forma parte del proyecto científico Todos nosotros, un programa impulsado por los Institutos Nacionales de la Salud, en Bethesda (EE UU), con el objetivo final de leer los genomas de más de un millón de estadounidenses. Casi la mitad de los 250.000 genomas leídos hasta ahora son de “minorías raciales y étnicas infrarrepresentadas”. Una cuarta parte, además, procede de voluntarios que viven bajo el umbral de la pobreza. Y también uno de cada cuatro pertenece a personas mayores de 65 años. El análisis de este material inédito ya ha revelado la existencia de 275 millones de variantes genéticas desconocidas. “Cada una de ellas ofrece posibles nuevas pistas para entender y curar algunas de las enfermedades más críticas del mundo”, sostiene Bick, de la Universidad Vanderbilt, en la ciudad de Nashville.

El médico pone un ejemplo de su laboratorio. Su equipo ha aprovechado la inmensa diversidad del proyecto para encontrar una mutación que protege de la enfermedad renal crónica asociada al gen APOL1, un fenómeno observado con mayor frecuencia en personas con ancestros africanos. “La combinación de las mutaciones causantes de la enfermedad y de las protectoras es muy inusual, se encuentra en menos de 1 de cada 200 afroamericanos. Para resolver estos puzles tan complicados es muy importante disponer de conjuntos de datos muy grandes, no solo diversos”, argumenta Bick.

Los Institutos Nacionales de la Salud comenzaron a reclutar voluntarios en 2018, esforzándose por aumentar la diversidad de otros proyectos similares, como el del Biobanco del Reino Unido. “Sabemos que el ADN es uno de los muchos factores que afectan a la salud. También existen muchos factores sociales, como la pobreza. En el pasado, muchos de los participantes en los estudios de investigación pertenecían a la clase media, por lo que era difícil estudiar cómo interactúan estos factores sociales con los genéticos”, explica el investigador estadounidense. Sus resultados se publican este lunes en la revista Nature, estandarte de la mejor ciencia mundial.

El médico Eliseo Pérez-Stable dirige el Instituto Nacional de Salud y Disparidades de Salud de las Minorías, un organismo con sede en Bethesda que busca “mejorar la salud de las poblaciones minoritarias y desfavorecidas”. El propio Pérez-Stable nació en Cuba y, a los ocho años, emigró junto a su familia a Estados Unidos, tras la Revolución Cubana. El médico subraya la histórica falta de diversidad en la investigación genómica y afirma que más del 90% de los estudios se han hecho con poblaciones con ancestros europeos.

Medicamentos que no funcionan

Pérez-Stable recuerda el caso del clopidogrel, un medicamento antiagregante plaquetario que se emplea para prevenir los coágulos de sangre en pacientes que han sufrido un ataque cardíaco o un derrame cerebral, o tienen problemas de circulación en brazos y piernas. “El clopidogrel no funciona cuando una persona tiene un cambio genético que afecta al procesamiento del medicamento. Y resulta que la mayoría de las personas de origen hawaiano o de islas del Pacífico no lo procesan, así que no funciona en esas poblaciones como está indicado”, advierte el médico cubanoestadounidense. Hace tres años, un juzgado ordenó a las farmacéuticas Bristol Myers Squibb y Sanofi a pagar casi 800 millones de euros al Estado de Hawái por comercializar el clopidogrel en el archipiélago “a sabiendas de que no era efectivo para muchos pacientes”, según un comunicado de la Fiscalía.

El director recalca que la ciencia ha hecho grandes descubrimientos gracias a la inclusión de poblaciones diversas en los análisis genéticos. El propio Pérez-Stable participó en 2014 en un estudio que identificó una mutación específica (6q25) que disminuye un 60% el riesgo de cáncer de mama y solo se encuentra en mujeres latinoamericanas con ancestros indígenas.

El médico recuerda otro caso. Los últimos fármacos para disminuir el colesterol malo —los llamados inhibidores de la PCSK9— se descubrieron gracias a una familia afroamericana con niveles muy bajos de esta sustancia en la sangre. Un equipo de investigadores, encabezados por la médica estadounidense Helen Hobbs, desarrolló los medicamentos para imitar el efecto observado en la familia.

Si el ADN se imagina como una secuencia de letras químicas con las instrucciones para el funcionamiento de una persona, los cambios epigenéticos serían como tildes, capaces de modificar el mensaje y desencadenar trastornos, como el cáncer. Pérez-Stable destaca que las condiciones de vida, como la pobreza, pueden provocar cambios epigenéticos. “Hay pocos estudios que tienen el potencial de captar este fenómeno y este proyecto es uno de ellos”, celebra.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III
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