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Confinados por el miedo, la paciencia se agota en Buenaventura

El puerto más grande de Colombia ha visto un aumento en el número de homicidios y propuestas de militarizar la zona. El ministro de Defensa liderará un consejo de seguridad especial y el Alto Comisionado para la Paz dice que habrá nuevos diálogos con las bandas criminales que dominan el distrito

Militares patrullan el puerto de Buenaventura.
Militares patrullan el puerto de Buenaventura.JOAQUIN SARMIENTO (AFP)
Camila Osorio

Buenaventura, un enorme puerto en el Pacífico colombiano, ha sido catalogado en el Gobierno de Gustavo Petro como un laboratorio de paz, pero sus habitantes tienen la impresión que aún no salen del laboratorio de guerra. Durante el último fin de semana de junio, la violencia allí dejó un saldo de cinco personas muertas por enfrentamientos entre las bandas que compiten por controlar el narcotráfico en el puerto, Los Shottas y Los Espartanos. El mes de mayo tuvo un saldo de 21 asesinatos, un poco más del doble que en el mismo mes de 2022. Y julio arrancó con un video que se hizo viral, que muestra a unos 20 jóvenes encapuchados levantando metralletas en el aire y gritando que van a defender el puerto “a sangre y fuego” contra supuestos integrantes del cartel mexicano de Jalisco. Una grabación sin fecha, y no es claro cuál es el grupo que grita en ella, pero el Gobierno está alarmado y tiene algunas teorías sobre lo que ocurre en el puerto más grande del país.

Son saboteadores, dicen. “Estas violencias que hoy se presentan se derivan de sectores que están en oposición y en saboteo a los sectores de Shottas y Espartanos, que están comprometidos en la paz urbana”, dijo este miércoles, Danilo Rueda, alto comisionado para la Paz que lidera la política de paz total del Gobierno. No mencionó a ningún cartel mexicano. En septiembre del año pasado, Rueda celebraba un cese al fuego entre Schottas y Espartanos, bandas de jóvenes que tienen cientos de miembros en sus filas, porque el cese había reducido dramáticamente los homicidios en esta ciudad a finales del 2022. Pero “hace cuatro o tres meses, se produjo un rompimiento en el interior de una de estas estructuras, y empezó a generar hechos de violencia contra algunos de los integrantes de estos grupos armados que quieren participar en la construcción de la paz urbana. La casi totalidad de los jóvenes en estos grupos armados mantienen firme su compromiso en esta iniciativa de paz”, añadió Rueda.

EL PAÍS visitó el puerto a finales del 2022, cuando los ciudadanos disfrutaban de un pequeño oasis de tranquilidad en las calles y no temían jugarse la vida cada noche. Ahora volvieron los toques de queda (las personas no salen de casa después de las seis de la tarde), las fronteras invisibles que les impiden moverse de un barrio a otro sin temor a ser considerados del bando enemigo, y el miedo a que un paso en falso sea un paso hacia una bala perdida.

“Estoy muy confinada porque estoy en uno de los barrios más violentos”, cuenta una persona defensora de derechos humanos que casi no sale de su hogar como si viviera en los primeros meses de la pandemia. “El transporte público funciona de forma muy irregular por la situación, a cada rato se escuchan balas, y sentimos que el alto comisionado está desbordado con la situación”, añade.

Ante el miedo, la gobernadora del Valle del Cauca, el departamento donde está Buenaventura, Clara Luz Roldán, pidió al presidente Petro militarizar todo el puerto. “Buenaventura necesita que el Ejército llegue, ocupe todo el territorio, proteja a la comunidad y SE QUEDE”, escribió Roldán en su cuenta de Twitter. Al alcalde del puerto no le pareció tan buena la idea militar, ni tampoco al Gobierno nacional. “Creemos que militarizar tiene una dimensión muy compleja en la vida de las personas”, dijo a RCN radio el alcalde, Víctor Hugo Vidal, que quisiera fortalecer a la fuerza pública pero sin medidas tan radicales. El ministro de Defensa, Iván Velásquez, también ha dicho que quiere ampliar la capacidad de las fuerzas militares y la policía en el puerto, y anunció que harán un consejo de seguridad especial este jueves y viernes en Buenaventura para atender la situación. Pero no quiere apoyar una militarización.

“Claro que hay gente en Buenaventura que quisiera que se militarizara, pero creo que no dimensionamos todo lo que eso implicaría”, dice la persona defensora de derechos humanos. “Yo aún tengo el recuerdo de cuando vinieron muchísimos militares durante el Gobierno de Álvaro Uribe, y eso menguó una dinámica de violencia, sí, pero también ellos cometieron muchísimas violaciones de derechos humanos”, añade.

Lo que ella quisiera es que el comisionado Rueda volviera a activar, y acelerar, la mesa de diálogo con Shottas y Espartanos que sigue en suspenso desde el año pasado —sobre todo porque el Gobierno está esperando aprobar en el legislativo una ley de sometimiento que permita a estos grupos desarmarse en un proceso especial judicial―. La oficina de Rueda emitió un comunicado en el que dice que en las próximas dos semanas esperan retomar unas conversaciones “sociojurídicas” para conocer mejor las expectativas y el historial de los jóvenes armados. “A los ciudadanos de Buenaventura les pedimos mantener viva la esperanza”, dice un comunicado del alto comisionado.

La esperanza es un bien escaso en Buenaventura, pero no imposible de encontrar. Otros que quisieran activar y acelerar el diálogo son algunos de esos grupos armados. Los Shottas han publicado un comunicado este miércoles en el que dicen seguir “en la disponibilidad de continuar en la construcción de la paz urbana en Buenaventura”. Y añaden: “Sabemos que no es fácil este proceso”. Afirman que rechazan la violencia de las últimas semanas, pero piden “poder establecer la mesa de diálogo con un marco jurídico”.

Hace seis meses, Schottas, Espartanos, defensores de derechos humanos y estudiantes no temían dar su nombre o su testimonio ante los micrófonos. La situación en Buenaventura ahora está tan tensa que nadie quiere hablar con nombre propio. Un joven universitario pide que no se revele su identidad para explicar cómo vive este debate sobre la militarización o mesa de diálogo para salir de la guerra.

“Siento que militarizar es una medida a corto plazo que no soluciona de fondo las cosas”, dice este universitario. “Supongo que militarizando se podría bajar un poco el índice de enfrentamientos, pero no se puede tener militarizado a Buenaventura para siempre, y por eso necesitamos las medidas que permitan algo más cercano a un proceso de paz”, añade.

Lo dice a pesar de que él y sus amigos universitarios ya no pueden transitar por la ciudad sin miedo, y las clases nocturnas han cambiado su horario a uno más temprano para que los estudiantes puedan irse a casa sin arriesgar sus vidas. “Yo no estoy seguro de la veracidad de ese video que menciona carteles mexicanos acá, se usan videos así en redes sociales para confundir y atemorizar a la gente, y yo veo muy difícil que a Buenaventura entre un nuevo grupo armado porque los que hay ya controlan todo”, dice el estudiante. Pero no niega que hay temor por el aumento de los asesinatos, o por los videos virales. “No entiendo bien qué pasa, pero sé que se necesitan soluciones de fondo, mirar con cuidado lo que realmente está pasando”, concluye.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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