Ascenso y caída de Pity Álvarez, la promesa del rock argentino hundido por las drogas
El ‘podcast’ de Spotify ‘Intoxicado’ narra la frenética vida de la estrella del rock, sus demonios, el infierno de la adicción y cómo esta truncó su carrera
Cristian Pity Álvarez hizo su propio descenso hacia el infierno. Una de las promesas del rock argentino, adorado por sus seguidores, admirado por grandes de la música, como Fito Páez o Andrés Calamaro, se sumergió en el mundo malhadado de las drogas, ahogándose poco a poco entre jeringuillas, pipas y sustancias sintéticas que lo descolocaron, poblaron su mundo de fantasmas, paranoia y violencia. La música, salvadora en muchos casos, quedó de lado y su espacio comenzó a ser poblado por escándalos y denuncias de mujeres secuestradas, golpeadas; gritos, amenazas y un asesinato que terminó truncando la carrera de quien estaba llamado a convertirse en una leyenda. “No soy libre, no disfruto de todos los momentos, se me van las ganas de hacer música. Eso es una impotencia muy grande y encima me doy cuenta de que no puedo parar. Es como estar muerto, porque en mi ser esa droga hace que me aísle de todo”, confesó Álvarez en una carta que rodó de mano en mano en uno de sus conciertos. La historia del ascenso y caída de Pity Álvarez —como se le conoce en el mundo de la música argentina— la rescata ahora Spotify en el podcast Intoxicado, que da cuenta muy detallada de cómo se torció su vida y de los peligros de su adicción.
El comienzo del juicio oral contra Álvarez está programado para el 22 de febrero. Ese día volverá su rostro a ser visto en telediarios y portadas de periódicos, como ocurrió la mañana del 13 de julio de 2018, cuando los argentinos asistieron pasmados a la noticia de que el ídolo se veía involucrado en un asesinato. Álvarez aparece en los noticieros, al entregarse a las autoridades, desconcertado, ido, como un zombi que no entiende lo que ocurre o lo que hizo. “Pity, ¿sos inocente?”, le pregunta una reportera. “Creo que sí”, responde aturdido el músico. Su defensa y los expertos contratados por la familia alegaron que el hombre no estaba en sus cabales, no era consciente, cuando propinó cuatro disparos contra su víctima. La droga lo había acabado y sumergido en un estado de paranoia. Para la defensa de la víctima, actuó “de manera controlada, pensada” y “es un riesgo para la sociedad” y las autoridades afirman que se trata de un crimen por el que debe ser procesado.
La escena que cambió la vida de Álvarez ocurrió 24 horas antes de esa mañana en que la prensa lo aturdía a preguntas en la entrada de la comisaría 52 del barrio bonaerense de Villa Lugano. El hombre, que en su paranoia caminaba armado por temor a ser asaltado o que lo asesinaran, había pasado parte de la noche con su chica en su departamento en el complejo habitacional de clase trabajadora Cardenal Samoré, al sudeste de Buenos Aires. Según el relato presentado por las autoridades, Pity se había drogado, enganchado como estaba a la pasta base, una droga muy adictiva, parecida al crack, que se elabora con residuos de cocaína y es procesada con queroseno. La droga había tenido un efecto devastador en los barrios bajos de Buenos Aires desde que comenzó a circular en Argentina en la segunda mitad de los noventa, en plena crisis económica bajo el Gobierno de Carlos Menem.
Aquella noche, ya casi de madrugada, Pity y su novia bajaron del departamento para asistir a un concierto de música tropical. Mientras caminaban hacia el coche, la pareja pasó cerca de un grupo de hombres entre los que estaba Cristian Díaz, un tipo de 36 años a quien apodaban el Gringo. Díaz, taxista, había acompañado unos meses antes al músico a comprar droga a un barrio capitalino. Pity lo había acusado de haberlo dejado tirado —hizo andando de regreso los cinco kilómetros hasta su casa— y de que le robó el dinero que llevaba en una mochila que cargaba ese día. Díaz encaró aquella noche invernal en Buenos Aires a Álvarez, quien intentó mediar con el hombre. “Vos me faltaste al respeto”, le espetó. “Vos sabés quién soy, te acordás de mí. ¿Te acordás cuando te llevé a la Villa? Vos dijiste que te faltaron cosas de la mochila. Yo no soy un rastrero [ladrón]. Vos andabas diciendo por ahí que me ibas a pegar un tiro porque te faltaban cosas de la mochila”, continúo Díaz. El músico intentó calmarlo, según los testimonios recogidos en Intoxicado. Con violencia, Díaz empezó a empujar a Pity, reprochándole las acusaciones que había hecho en su contra. Lo retó, además, a que le disparara. “Si vas a tirar, tirá, gato”, le gritó. Pity Álvarez sacó su revólver y le disparó en la cabeza. Luego lo remató con tres tiros. “¿Qué hiciste, Cristian?”, le dijo, nerviosa, su chica. Ambos subieron al automóvil, un Volkswagen Polo, y en el trayecto él le pidió a ella que tirara el arma. Luego se dirigieron al concierto de música tropical.
La vida de Álvarez estuvo vinculada a la droga desde muy joven, cuando apenas era un adolescente. Creció al lado de su padre, obrero de la construcción, y de su abuela, a quien adoraba y cuya muerte fue un golpe duro, cuando el muchacho tenía 15 años. A pesar de vivir en un barrio obrero, a Álvarez lo habían inscrito en un colegio privado. El chico era un buen estudiante, según sus excompañeros de clases, quienes afirman que Álvarez les ayudaba con las pruebas, principalmente las de Física, que se le daban bien. El chico, sin embargo, no soportaba el cole. “No se bancaba la escuela”, dice uno de sus excompañeros. “Tenía problemas de conducta”, agrega. Pity sumó 25 amonestaciones, lo que lo hizo merecedor de la expulsión. Fue en esos tiempos cuando un primo mayor lo introdujo a la música de AC/DC, Led Zeppelin y Iron Maiden. Una vez que el primo lo dejó solo en su habitación, Álvarez revisó sus cajones y halló cocaína, una jeringa de metal y un calentador.
El rock y las drogas comenzaron a poblar la vida del muchacho. En 1987 compró una batería a un chico de su barrio, su primer instrumento, y fue el inicio de un viaje sin retorno con la música. Unos años después formaría su primera banda, Viejas Locas, que le abriría paso en el rock argentino. En 1995 grabaría el primer álbum y llegaría el éxito. “El bien y el mal para mí no existen”, advertía un Álvarez que se veía arrollado por la estampida del reconocimiento. Grabaron un segundo álbum, fueron los teloneros de los Rolling Stones durante un concierto de la banda en Argentina y su fama creció. Más tarde formaría una nueva agrupación, con la que lograría el éxito total: Intoxicados. Fito Páez catalogó su música de “orfebrería emocional” en 2007. “No deja de impactarme su emoción, su calidad interpretativa”, afirmó. Llenaban salas de conciertos. Su música estaba en todas partes. Pero de la mano de la fama crecía la adicción. Álvarez estaba enganchado a la pasta base y sufría trastornos mentales. Sus compañeros veían cómo la droga consumía su vida. Ya había estado preso por un hecho violento, fallaba en los conciertos y dos mujeres lo acusaron de haberlas encerrado sin su consentimiento, golpeado brutalmente y amenazado. Lo propio hizo una vecina del barrio donde vivían, que dijo que Álvarez la golpeó tras no reconocerla. Un fiscal ya había pedido su internación “urgente e involuntaria”, considerando, dijo, el riesgo que representaba para sí mismo y los demás. Hasta la tragedia de 2018, cuando descargó cuatro balas contra aquel hombre en Buenos Aires.
El podcast de Spotify —producido junto a la revista Anfibia— es también una crítica a la incapacidad de las autoridades argentinas para hacer frente a las adicciones y a los trastornos mentales. Varios expertos consultados en el programa, de seis capítulos, explican cómo las drogas de bajo costo y altamente adictivas han arrasado con generaciones enteras de jóvenes en los barrios marginales de la gran capital, golpeados por las constantes crisis económicas que han vapuleado al país y los han dejado a la deriva. Con la droga ha llegado también la violencia y más muerte, en una espiral en la que también cayó Álvarez, la promesa del rock, alabado por los grandes de la música argentina, que intoxicado de drogas hizo su propio descenso al infierno.
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