Paz Vega: “Pablo Iglesias puede ser un claro candidato en la tercera edición de ‘Mask Singer”
La actriz, ganadora del concurso en la última edición, defiende el testimonio de Rocío Carrasco y todas las mujeres maltratadas: “La violencia de género es puramente masculina, aunque Vox quiera llamarla violencia doméstica”
Pablo Iglesias acaba de dejar la política y la actriz Paz Vega (Sevilla, 45 años) ya le ha ofrecido un puesto en Mask Singer, el programa de Antena 3 en el que un equipo de investigadores tiene que adivinar qué famoso canta debajo de un excéntrico disfraz, que regresa este lunes con un programa especial. “Iglesias puede ser un claro candidato en la tercera edición. Ritmo no sé si tendrá, pero se lo pasaría muy bien y le vendría fenomenal romper con la rigidez que tienen los políticos. Son muy serios, no se ríen”, bromeaba hace dos semanas en los estudios de Atresmedia. La intérprete, que ganó la primera tanda del concurso vestida de Catrina, forma parte del equipo de investigadores (sustituyendo a Malú) junto a José Mota, Javier Ambrossi y Javier Calvo. Ellos son los que a través de elucubraciones y pistas que les ofrecen intentan averiguar quienes son los personajes conocidos que cantan tras las máscaras. Vega ya tiene experiencia en este papel, ya que fue invitada a la edición mexicana antes de que el concurso llegara a España. Además de ese proyecto que ha aflorado a pesar de la pandemia, está a la espera de que lleguen a las pantallas algunos de sus trabajos recientes, como las películas La casa del caracol, que se estrena el 11 junio, y El lodo, el 22 de octubre.
En Mask Singer, María de la Paz Campos Trigo (su apellido artístico es el de su abuela) quiso despistar a todo el mundo, incluso a su familia: “Intenté darle a la máscara una identidad. Y es importante la elección de canciones”. Entonó temas como I Will Survive o La llorona, cuyas letras se enfrentan al despecho y ahuyentan el dolor. Esa era su mayor pista, porque coinciden su interpretación y sus convicciones: “Quise lanzar un mensaje feminista”.
A la ganadora en 2002 del Goya a mejor actriz revelación por Lucía y el sexo, el maltrato le enfurece; gesticula, abre los ojos y alza la voz ante casos como la denuncia de Rocío Carrasco. “Por desgracia y por suerte, el testimonio de un personaje público da luz y claridad a mujeres que estaban viviendo una situación similar”, afirma sobre el aumento de las llamadas al teléfono de violencia machista, que subió un 42% tras la emisión de uno de los episodios de la serie documental de Telecinco.
Es un momento histórico y espero que las instituciones aprovechen el revuelo para crear leyes que protejan realmente a la mujer
Parecen obviedades, pero no lo son. “Hay machismo porque hay hombres machistas, hay asesinadas porque hay asesinos que matan a las mujeres”, subraya la actriz que en su día protagonizó la serie Siete vidas. “La violencia de género es puramente masculina, digan lo que digan; aunque Vox quiera llamarla violencia doméstica”, sentencia. El caso de Rocío Carrasco le parece una oportunidad: “Es un momento histórico y espero que las instituciones, el Gobierno y el Ministerio de Igualdad aprovechen el revuelo para crear leyes que protejan realmente a la mujer”.
No todos los hombres son agresores (“faltaría más”), por eso, la solución de Vega nace de la conversación y el debate: crear espacios de tertulias entre ellos, en horario de máxima audiencia, en la televisión, en la radio, donde se pregunten cómo solucionar estos conflictos. Pero también otras cuestiones: “¿Qué pasa con nuestra masculinidad? ¿Nos sentimos atacados y por eso tenemos que demostrar que somos los más fuertes?”.
La sevillana se explaya en este tema porque lo vivió casi en sus carnes cuando hizo el papel de una mujer maltratada en Solo mía (2001). La preparación de la película y el asesinato de Ana Orantes en 1997 a manos de su marido cambiaron inevitablemente su perspectiva. El director, Javier Balaguer, le dijo que se fuera a una casa de acogida a mujeres maltratadas para prepararse, tres años antes de la ley de violencia de género y mucho antes del Me Too. “Cuando hablé con ellas... Mira, es que se me eriza la piel. Eran historias de tal horror que, si las pones en una película, la gente no se las cree”. Se encontró con mujeres que llegaban con sus hijos, destrozadas físicamente ―a una le extirparon el bazo por una agresión―, totalmente anuladas, y que sabían que si se encontraban con sus exparejas, las mataban. “Algunas están meses, otras pasan años. Cuando salen de ahí tienen que cambiarse de ciudad, de identidad y empezar una nueva vida. Y el tío sigue tomándose la cerveza en el bar del pueblo”, se indigna.
Vega estalla y se serena. Quiere ejercer su opinión de casa para dentro, como cualquier ciudadana. Lo hace hasta que se topa con “injusticias tremendas”, las que les afectan a ella y su familia. Hay ciertos asuntos en los que se mantiene al margen, porque percibe que a los actores se les exige una opinión de todo, que a veces “se malinterpreta”. Por ejemplo, sostiene que le pilló fuera de juego cuando la llamaron TERF (feminista radical trans excluyente, según las siglas en inglés) por contestar con un corazón a una publicación en redes sociales de la escritora Lucía Etxebarría, quien se posiciona contra la Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans, en la que hablaba de una agresión. “Ella estaba contando una violación y no analicé nada más, de verdad. Le puse un corazón, de mujer a mujer”.
Durante su carrera profesional, la actriz ha trabajado con directores como Pedro Almodóvar en Hable con ella (2002) y Los amantes pasajeros (2013). Ha probado el cine internacional en Estados Unidos, donde participó en Spanglish (2004) o Grace of Monaco (2014); y en México, país en el que actuó para la telenovela Cuna de lobos (2019). Para su nuevo proyecto, Rita, vuelve a la ciudad que la vio nacer. Pero esta vez, ella elabora el guion y dirige una ficción sobre una niña que vive en la capital andaluza, en 1984. Vega reconoce el aumento de la presencia femenina en el cine; aunque asegura que ellas reciben menos ayudas: “Falta mucho tiempo para que sea algo natural, sin cubrir ninguna cuota”.
Lo mismo piensa de las políticas. Más allá del triunfo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la importancia de otras como Yolanda Díaz (vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social) o Inés Arrimadas (presidenta de Ciudadanos), sueña con poder decir “la presidenta”. Hasta le da igual el partido: “Con que sea mujer ya va a tener más sentido común que muchos de los que llevan chaqueta y corbata”. Habla con actitud desafiante. La misma que muestra en una frase de Solo mía, y que resume la osadía de quien está harta de la inquina: “Fumo porque me da la gana. Se acabó, pero se acabó para siempre. Y no vuelvas a levantarme la voz”.
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