La política en el fango
El Congreso español se mimetiza con las tertulias chillonas de televisión y EE UU vive un caótico debate Trump-Biden. El camorrismo en el debate público no hace bien a la democracia
El debate bronco funciona mejor como espectáculo televisivo, claro que sí, eso se sabe y se practica cada día en chillonas tertulias políticas, deportivas o del corazón de las cadenas comerciales. La pregunta es si ese camorrismo en el debate público hace algún bien a un país.
Donald Trump y Joe Biden se midieron en el ring del primero de tres debates presidenciales. Biden va en cabeza de las encuestas, de lo que nadie se fía mucho, y Trump llegaba herido por la revelación de que paga menos impuestos que cualquier cajero de supermercado. Tocaba embarrar el césped, porque ahí se maneja infinitamente mejor Trump que Biden, tan empeñado en mostrarse moderado que le cuesta devolver los golpes. Así que el presidente interrumpía cada frase del aspirante desde el principio, sin dejarle hilar una idea, para desesperación del sufrido moderador, el periodista de Fox Chris Wallace.
En España nos quejamos a menudo, y con razón, de que los debates electorales están tan encorsetados que acaban en una sucesión de monólogos. Tampoco es eso: cierto rifirrafe es clarificador. Pero en esta sociedad del espectáculo ya no encaja que alguien exponga argumentos con serenidad y se dirija a los ciudadanos como adultos. La política se enfanga también aquí, se mimetiza con Sálvame, El chiringuito o laSexta noche. El Congreso acoge —este miércoles sin ir más lejos— trifulcas impostadas, con desmesura en la tribuna y diputados adiestrados para patear, abuchear o jalear como hooligans.
¿Quién gana un debate caótico como el de EE UU? La abstención, que es lo que conviene a Trump: solo un voto masivo lo sacará de la Casa Blanca. Cuando se escucha a un jefe de Estado decir sin sonrojarse que va a haber fraude y no reconocerá una derrota, la pregunta correcta es quién pierde en el todo vale: la democracia.
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