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La tecnología de la física nuclear bucea en dos de los tesoros más enigmáticos

Las técnicas más avanzadas desvelan secretos de la creación del ajuar litúrgico del templo de la diosa fenicia Astarté y las 50.000 monedas romanas halladas en Sevilla

Raúl Limón

El mejor aliado de la arqueología es la tecnología científica. El uso de técnicas de la física nuclear ha permitido bucear en dos de los tesoros más enigmáticos de España: el ajuar fenicio del Carambolo (Camas-Sevilla) y las 50.000 monedas romanas halladas enterradas en un parque de Tomares, también en Sevilla. Del primero se ha averiguado la posible procedencia de los joyeros que crearon el más extraordinario emblema del templo de la diosa Astarté, el origen del oro con el que está hecho, la existencia de secretos ocultos y la metodología empleada para fundir el metal. Del segundo, se ha detallado su composición y se ha detectado que solo contiene una mínima capa de plata, aunque aún no se sabe si con la intención de falsear su valor. Los hallazgos, realizados por el Museo Arqueológico en colaboración con las universidades de Huelva y Sevilla, han abierto las puertas a seguir investigando los misterios de estas huellas del pasado.

Entre los años 700 y 500 antes de Cristo, la zona cercana a la actual capital andaluza era un enclave de extraordinaria importancia estratégica y económica. El mar llegaba hasta las puertas de la ciudad, cercana a minas de metales preciosos, y el río permitía extender su influencia hacia el interior. En 1958 se hallaron las 21 piezas (16 placas rectangulares, dos pectorales o colgantes, dos brazaletes y un collar) del Tesoro del Carambolo, considerado el más emblemático del periodo fenicio en el valle del Guadalquivir. Es una prueba no solo del poder del enclave , sino también de la cultura tartesia y de sus relaciones con el Mediterráneo.

Escultura de la diosa Astarté.
Escultura de la diosa Astarté.

Inicialmente se creyó que el tesoro, un ajuar litúrgico del templo de Astarté, la diosa con la que los fenicios rendían culto a la tierra, el amor y la fertilidad, fue creado por un solo joyero en un único taller. Sin embargo, los análisis con las tecnologías actuales han venido a respaldar la hipótesis de que brazaletes, pectorales y placas se corresponden con técnicas combinadas de los fenicios del Mediterráneo oriental y la población asentada en la costa atlántica española. El collar, por el contrario, por su diseño y la simbología de sus formas responde solo a criterios orientales. Además, está creado con diferentes aleaciones de las usadas en el primer grupo de joyas. La hipótesis es que tiene un origen distinto al del resto del tesoro y fue creado en el enclave cercano a la actual Sevilla por joyeros procedentes de la zona oriental del Mediterráneo, conocedores de sus técnicas, su cultura y del valor de los símbolos utilizados. Se cree que los orfebres podrían haberse trasladado a El Carambolo, donde habrían empleado años en culminar el trabajo.

Para llegar a estas hipótesis ha sido necesario el uso de tecnología no destructiva de la física nuclear por parte del equipo de Miguel Ángel Respaldiza, profesor del Centro Nacional de Aceleradores (CNA) de la Universidad de Sevilla. El investigador ha utilizado un equipo portátil de microfluorescencia de rayos X especialmente diseñado por el CNA con baja potencia (30 vatios), refrigerado por aire y con tubo de rayos X microfocalizado acoplado a una lente policapilar. El espectro obtenido tras la excitación del material fue analizado con el programa informático WinQxas. A este sistema se unieron análisis con técnicas PIXE (Particle Induced X-ray Emission), PIGE (Particle Induced Gamma-ray Emission) y de microscopio electrónico.

Tres soldaduras hechas con cañas

Los estudios han permitido identificar tres tipos diferentes de soldadura y variaciones de concentraciones de oro, plata y cobre. La técnica utilizada hace 2.500 años era la de soplar mediante una caña sobre un punto de calor para dirigir la temperatura hacia la pieza, lo que demuestra una extraordinaria destreza de los joyeros por la dificultad de aplicar el calor necesario para la soldadura. “Se guiaban por el color que adquiría la aleación a diferentes temperaturas”, explica Respaldiza. Además, utilizaban diferentes compuestos para que, al tener diferente punto de fusión, el calor aplicado para ensamblar piezas secundarias no afectara a las ya engarzadas.

El collar, por presentar un estilo diferente del resto del Tesoro, se cree que pudo ser realizado por varios joyeros y talleres que copiaron un prototipo poco común en las colonias fenicias del mediterráneo occidental. Por el contrario, las diferentes aleaciones en las otras piezas, parecidas a las utilizadas en la orfebrería de asentamientos de Cádiz, y la falta de restos de sal de cobre hacen pensar que estas tienen un origen local.

Por su parte, los investigadores de la Universidad de Huelva y del Museo Arqueológico de Sevilla han situado el origen del oro empleado en un yacimiento situado a tan solo dos kilómetros del enclave arqueológico, según los análisis isotópicos de plomo realizados por el Servicio de Geocronología y Geoquímica Isotópica de la Universidad del País Vasco (UPV). No se sabe si los fenicios de la época extrajeron el metal o reutilizaron joyas elaboradas con el oro de esa mina.

El sistema utilizado consiste una minúscula ablación láser de 100 micras (0,1 milímetro) y un estudio de la espectrometría de masas con fuente de plasma, que permite tanto el análisis de isotopos como el elemental de la muestra sólida. Con esta tecnología se puede comparar el objeto de análisis con los minerales procedentes de distintas extracciones. “Los materiales nunca son puros, sino que tienen una serie de trazas y ultratrazas que permiten luego establecer relaciones entre los materiales arqueológicos y los materiales geológicos”, afirma la investigadora Sonia García de Madinabeitia en una comunicación de la UPV.

“Se hizo para que fuera único, singular e irrepetible. No hay otra joya igual”, afirma Ana Navarro, directora del Museo Arqueológico de Sevilla y artífice de haber convertido el complejo en un centro de investigación por el que pasan más de 700 científicos al año. Navarro destaca entre otras singularidades la presencia de piezas casi imperceptibles que fueron engarzadas a golpe de vista, el diseño del collar en forma de flor, una de las representaciones de Astarté, y las bolitas ocultas para que sonaran y que fueron detectadas por un TAC médico.

Las misteriosas monedas enterradas

La directora del museo considera crucial la colaboración de su institución, que dejará temporalmente a partir de este verano, con instituciones como el Centro Nacional de Aceleradores para avanzar en las investigaciones. Lo ha sido y lo va a seguir siendo en los análisis de otro de los enigmáticos tesoros de Sevilla, las 50.000 monedas romanas ocultas en 19 ánforas enterradas en lo que hoy es un parque de la periferia de la capital. Unos trabajadores las hallaron el 27 de abril de 2016 cuando realizaban labores de mantenimiento en el Olivar del Zaudín de Tomares.

Los investigadores del museo han datado las monedas analizadas hasta ahora entre los años 294 y 313 después de Cristo. Además, una de las vasijas aún no microexcavadas, pesa nueve kilos más que el resto, pero aún se desconoce la razón. Los estudios también están realizando comparaciones con monedas de la época de otros enclaves para hacer un análisis comparativo. Los trabajos del CNA han detectado la presencia de cobre, estaño, plomo y plata. Pero esta última, presenta en algunas monedas una ínfima capa superficial claramente enriquecida respecto de la composición en volumen, por lo que intentan determinar si era la norma de acuñación de entonces o si se hizo para falsear su valor.

Su enterramiento también es un misterio. Podría ser que se ocultara ante una situación convulsa y sus dueños no sobrevivieran o huyeran. También podría ser fruto de una recaudación, el pago previsto para soldados o servicios públicos o el ahorro de un vecino de la zona que lo resguardó para evitar robos. Se calcula que el valor de lo hallado podría equivaler al coste de una pequeña propiedad agrícola. La investigación continúa con la tecnología más avanzada, minuciosa, rigurosa y científica.

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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