Curas de desintoxicación de aparatos
Los asistentes depositan sus móviles en el centro de la mesa y el primero que lo toca paga la factura
Permítanme que les hable de Robin Sloan, de 32 años y originario de San Francisco. Cabría pensar que es un ludita incapaz de comprender las nuevas tecnologías. Usa un viejo teléfono Nokia con una aplicación principal: realizar llamadas. Toma notas utilizando bolígrafo y cuaderno y lee libros impresos en papel.
Pero Sloan no es ni mucho menos un analfabeto tecnológico. Trabajó en Twitter como director de medios, enseñando a los canales de noticias las herramientas más actuales de las redes sociales. Y antes estuvo en Current TV como estratega en Internet. Incluso tiene una compañía en Silicon Valley.
Sin embargo, el año pasado, cuando se proponía escribir su primer libro, Mr. Penumbra’s 24-hour bookstore [La librería 24 horas del Sr. Penumbra], descubrió que el iPhone y otras tecnologías se interponían en su productividad, así que se deshizo de ellos. “Me parecía más práctico soñar despierto y tomar notas”, explica. “Necesitaba mis minutos de ocio para contribuir a la historia que estaba creando, y no para leer el correo electrónico o los tuits”, añade.
Ahora que todos los aspectos de nuestra vida cotidiana están hiperconectados, algunas personas que se encuentran a la vanguardia de la tecnología están poniendo todo su empeño en hacerla retroceder unos pasos: guardan el teléfono en el bolsillo, desconectan el wifi de casa por la noche o los fines de semana y leen libros en papel en lugar de píxeles en una pantalla.
Yo también lo he probado.
Hace dos años, cuando crecía la popularidad del iPhone y el iPad, durante las comidas con otros blogueros y periodistas especializados en tecnología nos pasábamos con entusiasmo los teléfonos alrededor de la mesa para mostrar una aplicación o un vídeo divertido de YouTube.
Ahora, aunque nuestros aparatos pueden contener más aplicaciones y reproducir vídeos con mayor rapidez, cuando ceno con tecnólogos jugamos a un nuevo juego. Los asistentes depositan alegremente sus teléfonos inteligentes en un montón situado en el centro de la mesa y la primera persona que lo toque tiene que pagar la factura.
Algunas parejas que trabajan en el sector tecnológico parecen ser las que más intentan retroceder. “Al menos una vez al mes, mi mujer y yo nos montamos en el coche y conducimos hasta que se acaba la cobertura (sí, es posible) y nos pasamos el fin de semana dedicándonos a cosas analógicas”, comenta Evan Sharp, uno de los fundadores de Pinterest. “Leemos, paseamos por las colinas de California, cocinamos y conocemos a gente que no trabaja en este sector”.
Otras parejas me han hablado de una norma: “Nada de artilugios en el dormitorio” (a veces, el Kindle puede ser una excepción). Algunos aseguran que dejan el teléfono en casa cuando salen a almorzar los domingos. En lugar de hacer una foto de un plato de huevos fritos para colgarla en Instagram, hora disfrutan de la compañía de otros y hacen esa cosa tan rara que se llama hablar.
Incluso podría haber un modelo de negocio en los productos que nos animan a alejarnos de nuestros aparatos.
El reciente libro The pocket scavenger [La búsqueda del tesoro] anima a los lectores a emprender una inusual búsqueda del tesoro, recogiendo objetos al azar, dibujando y garabateando las páginas y luego documentándolas con un teléfono inteligente.
“No vamos a deshacernos de la tecnología”, dice su autora, Keri Smith. “Pero tengo la sensación de que hemos perdido el contacto con la percepción de los olores y las sensaciones táctiles, y me gustaría ofrecer algún tipo de antídoto a lo que hay ahí fuera”.
Sloan explica que su descanso tecnológico ha sido un éxito. Todavía lee el correo electrónico, pero no mientras toma café con alguien o cuando sale a pasear.
“Parece una tontería, porque todos solíamos hacer esto constantemente, pero después de deshacerme del teléfono me siento mucho más cómodo saliendo de casa sin él”, asegura. “Creo que he aprendido a hacerlo como antes y actuaría del mismo modo si tuviera un nuevo y moderno teléfono inteligente”.
© 2013 New York Times News Service
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