El último sueño de Steve Jobs casi dobla su precio
El fundador de Apple dejó instrucciones hasta del tamaño máximo de las junturas de paredes y techos de su nueva sede
La última aparición pública de Steve Jobs no fue para presentar un aparato. Fue para crear una ciudad. Cuatro meses antes de morir, tuvo fuerzas para ir hasta el Ayuntamiento de Cupertino y, ante la incredulidad del público, presentar, delgado y demacrado, pero con la misma convicción de siempre, “el mejor edificio de oficinas del mundo, que visitarán los estudiantes de arquitectura”.
Los dibujos mostrados rompían con todo lo visto hasta entonces en Silicon Valley, plagado de edificios anodinos, perfectos por dentro, impersonales por fuera, con grandes aparcamientos en superficie rodeados de césped y arbolitos hasta donde llega el riego artificial. Más allá, secarral.
El sueño de Jobs era, una vez más, romper con lo establecido. Su proyecto es una especie de nave espacial descomunal, con capacidad para albergar a 12.000 personas. Una maravilla encargada al despacho del arquitecto Norman Foster.
Pero desde aquel 7 de junio de 2011 a hoy, el presupuesto prácticamente se ha doblado: de los iniciales 2.073 millones de euros a 3.840 millones, y aún no ha comenzado el movimiento de tierras.
En la reunión de febrero se oyeron algunas críticas. De entrada, se pidió recortar 1.000 millones. Según fuentes del proyecto, Tim Cook, sustituto de Jobs al frente de Apple, anunció que se aplazaba un año, a 2016, la mudanza de los empleados. Jobs tenía la esperanza de empezar a mover el terreno en 2012 y acabar en 2015, sin embargo, será en junio cuando se empiecen a derribar los 26 edificios sobre los que se levantará la nave.
Pese al aumento de lo presupuestado, esos 3.840 millones no llegan ni al 5% del dinero que Apple tiene en efectivo, más de 106.000 millones de euros. El dinero no es problema, aunque haya caído la acción un 38% en el último año. “Steve puso mucho amor y atención a este proyecto antes de morir”, dijo Cook. “Queremos hacerlo bien”.
El complejo Apple —se mantendrá la sede actual— fue soñado por Jobs como cualquiera de sus productos: buscando la perfección del diseño sobre la comodidad. “La estética parece triunfar sobre la productividad”, señala Scott Wyatt, de la firma NBBJ, que proyecta oficinas en la región para Google y Samsung. “En vez de un gran lugar para trabajar, se parece más a un objeto, al igual que el iPhone es un objeto”.
Con cuatro pisos de altura y 252.000 metros cuadrados de superficie total, es como dos tercios del tamaño del Pentágono. Solo el comedor principal tendría espacio para 3.000 comensales a la vez.
Nada más entrar en el campus, los coches se meten bajo tierra por una red de carreteras y garajes. Solo seis instalaciones se verán desde el exterior. Se plantarán 15 hectáreas de pastizales autóctonos y 309 especies diferentes de árboles, entre ellos 6.000 nuevos y un millar ya existentes, desenterrados, almacenados durante la construcción y trasplantados posteriormente. En el amplio patio del centro de la rosquilla crecerán manzanos, albaricoques y olivos.
Jobs quería que su sede fuera un modelo de sostenibilidad. El objetivo era generar toda la electricidad que consumiera y que todo el lugar se pareciera menos a un complejo de oficinas y más a un refugio de la naturaleza.
Para lograr sus objetivos de una red de energía cero, el techo de la nave espacial se vestirá con 700.000 metros cuadrados de paneles solares, suficientes para generar ocho megavatios de energía (podría abastecer a 4.000 hogares).
El bajo consumo se mantendrá con ventanas que se abren o cierran automáticamente para dejar entrar la cantidad adecuada de luz y aire fresco para conseguir una temperatura confortable. También se instalarán claraboyas y enormes ventiladores de hélice.
Toda la madera interior debe provenir de una especie específica de arce, con planchas sacadas del centro de sus corazones
Al igual que con los productos de Apple, Jobs no quería rozar sus manos con costuras y desniveles. Cada plancha del techo, pared o piso ha de ser pulida para alcanzar una suavidad sobrenatural. Toda la madera interior debe provenir de una especie específica de arce, con planchas sacadas del centro de sus corazones.
Mientras que la construcción en bruto se erigirá en el lugar, el cristal abombado que forma las paredes exteriores lo fabricará la firma Seele GmbH en Alemania. “Son como seis kilómetros de cristal”, ha contado Peter Arbour, un arquitecto de Seele, quien reconoce que ninguna empresa ha intentado utilizar paneles de tal tamaño, en tan gran escala y, además, abombados.
Seele, que construye las escaleras de vidrio en muchas tiendas de Apple, así como el cubo de cristal grande de la entrada de su tienda en la Quinta Avenida de Nueva York, ha duplicado la capacidad de su planta para abastecer el proyecto de Apple.
En lugar de cemento liso, Jobs quería utilizar terrazo pulido que, normalmente, se reserva para museos y palacios. Jobs insistió en que las pequeñas junturas de paredes y otras superficies no podrán ser mayores de 1/32 de pulgada (la pulgada equivale a 2,54 centímetros) en comparación al 1/8 estándar. El fundador de Apple incluso quería que se puliera el cemento de los techos para eliminar los surcos o sobresalientes antiestéticos que a veces dejan los andamios.
La forma de rosquilla y las alturas han levantado algunas críticas. En momentos en que Google y otros favorecen la planta única para poder añadir servicios, el círculo carece de esa flexibilidad, según algunos arquitectos. El futuro campus de Facebook, a pocos kilómetros de allí, será todo lo contrario a la rosquilla de Apple: una enorme línea recta de 400 metros de largo.
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