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El muro del feminismo frente a la amenaza global de la ultraderecha marca el camino del 8M

El movimiento en España pone en el centro de su agenda el antirracismo como escudo contra la precariedad e invisibilidad de miles de mujeres, la mayoría migrantes. El machismo y la violencia sexual de la que acusan a políticos como Errejón, Ábalos o Monedero dañan el discurso de la izquierda

Manifestación feminista de estudiantes, hoy en Barcelona.Foto: David Zorrakino (Europa Press) | Vídeo: Overon
Isabel Valdés

Donald Trump ocupando la tribuna del Congreso estadounidense para dar el discurso más largo de la historia de ese órgano mientras usaba algunos de esos más de 90 minutos para contar, con orgullo, haber barrido las políticas de igualdad en apenas unas semanas o haber “puesto en marcha la mayor campaña de represión de la inmigración y las fronteras de la historia de Estados Unidos”, es solo el último ejemplo de por qué el feminismo en España ha colocado este año en el centro de su agenda el antirracismo como pieza clave en la urgencia de hacer frente al antifeminismo y al recrudecimiento de un sistema ―el patriarcal, con todas sus implicaciones económicas, políticas y en derechos― que el movimiento lleva toda su historia intentando desmontar. Ahora crece y se expande en gobiernos de todo el mundo.

Los primeros objetivos de Trump, como lo han sido los de cualquier administración con el mismo perfil reaccionario o de ultraderecha, son las mujeres, las personas migrantes y el colectivo LGTBIQ+. Con mayor o menor incidencia en cada una de esas dianas ya lo hacen Javier Milei en Argentina, Viktor Orban en Hungría, Giorgia Meloni en Italia, Vladímir Putin en Rusia, Nayib Bukele en El Salvador o los talibanes en Afganistán.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura del acto institucional con motivo del Día Internacional de las Mujeres, este viernes en el Auditorio del Museo del Prado de Madrid.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura del acto institucional con motivo del Día Internacional de las Mujeres, este viernes en el Auditorio del Museo del Prado de Madrid. Claudio Álvarez

A lo que suponen esos gobiernos han hecho referencia de varias formas este viernes la ministra de Igualdad, Ana Redondo, la directora del Instituto de las Mujeres, Cristina Hernández, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto institucional por el 8M en el Auditorio del Museo del Prado. “A veces lo que algunos llaman sentido común ni tiene sentido ni es aceptable”, ha dicho Sánchez en relación a parte del discurso de Trump.

Fue cuando en el Congreso, después de presumir de haber eliminado gran parte de las normativa para la igualdad en unas cuantas semanas, añadió: “Lo que acabo de describir es sólo una pequeña fracción de la revolución del sentido común que ahora, gracias a nosotros, está barriendo el mundo entero. El sentido común se ha convertido en un tema común, y nunca volveremos atrás. Jamás. Nunca dejaré que eso ocurra”. Sánchez, ya llegando al final de su discurso, ha advertido sobre la política feminista española: “A los que creen que hemos ido demasiado lejos les decimos que no vamos a parar. Solo estamos a mitad de camino”.

Las organizaciones feministas

Contra los recortes o la supresión de derechos, y la represión y la violencia que suponen para mujeres de todo el mundo, los lemas de este año de las distintas partes del movimiento en España han puesto el foco en esa amenaza global y en la necesidad de darle respuesta. La Comisión 8M, la organizadora histórica de la marcha del Día Internacional de las Mujeres, ha elegido este año en España el de “Feministas antirracistas a las calles, nos va la vida en ello”. En el caso del Movimiento Feminista de Madrid (MFM), la escisión transexcluyente del grupo principal que marcha aparte, el lema es “Mujeres en lucha contra el machismo global”.

Ambas coinciden en el lugar al que apuntan, pero lo harán, por cuarto año consecutivo, por separado. En el 8M de 2022, en Madrid, donde se mide el pulso al movimiento, una parte, el MFM, se escindió de la convocatoria de la Comisión 8M y por primera vez hubo dos marchas.

El motivo, de forma pública, se centró en la prostitución. Hay una parte abolicionista, el Movimiento Feminista de Madrid, y otra en la que hay tanto abolicionistas como regulacionistas, además de mujeres que no lo tienen claro, es el caso de la Comisión 8M. De fondo, dos cuestiones más. Una que continúa y otra que no.

Manifestación feminista de estudiantes en Barcelona, este viernes.
Manifestación feminista de estudiantes en Barcelona, este viernes. Ana Escobar (EFE)

La que sigue estando, y se ha intensificado, es la postura del MFM en torno a la ley trans, a la que se opone porque arguye que “borra a las mujeres” y están “en contra de la idea reaccionaria del cuerpo equivocado”, como incluyen en su manifiesto para este 8 de marzo, es decir, del reconocimiento de las personas trans. Y la que ya no está fue el choque político interno que se dio en aquel momento entre socialistas y Unidas Podemos con la entrada de Irene Montero al Ministerio de Igualdad y que acabó llegando a las organizaciones, y a la calle.

A esa decisión de escindirse se sumaron en 2022 una veintena de ciudades españolas que han mantenido ese doble camino hasta este año, en el que también sucederá por primera vez en Barcelona. No solo no ha vuelto a reunificarse para ese día, sino que ese alejamiento parece ya permanente.

Mientras que el MFM sigue manteniendo una postura más de confrontación ―“la única manifestación feminista para el 8 de marzo en Madrid es la convocada por el MFM”, escriben en su comunicado―, la Comisión 8M sale de alguna forma de ese marco. Por un lado, porque entre ellas nunca ha habido posibilidad de debate sobre que las mujeres trans son mujeres, y por la parte del tratamiento de la prostitución es justo lo contrario, siguen manteniendo ese debate abierto, como ocurre también a nivel político.

En cualquier caso, y aún con posiciones radicalmente opuestas sobre cuestiones concretas y perspectivas distintas a la hora de poner sobre la mesa los objetivos, coinciden este año en diversas cuestiones. El fin de la violencia contra las mujeres es siempre ese punto en el que se encuentran.

Este año, además, en un contexto en el que las acusaciones hacia el exministro socialista José Luis Ábalos, relacionadas con la prostitución, y las denuncias por violencia sexual contra el exdiputado de Sumar Íñigo Errejón y el político de Unidas Podemos Juan Carlos Monedero, han puesto sobre la mesa algo que el feminismo ha repetido siempre: que la violencia es estructural y está en todas partes.

También han provocado un movimiento de tierras en la izquierda, en los grupos que llevan el peso del feminismo en política, abriendo una herida en su propio discurso, en sus votantes y, en general, en el feminismo. El PP aprovecha la situación para el ataque político: va a acudir a la manifestación del sábado en Madrid con el grupo transexcluyente y mete el dedo en la llaga de la “hipocresía”, que supone que uno de los líderes del PSOE, un partido a favor de abolir la prostitución, sea presuntamente “un putero”, que es como el PP se refiere al exsecretario de organización del PSOE y exministro, imputado por el Supremo en un caso de corrupción.

Pese a estas divisiones, el foco amplio está en la amenaza de las políticas reaccionarias ya en marcha en la UE y en EE UU y lo que pueden suponer a medio y largo plazo en un mundo absolutamente interconectado, no solo a través de la tecnología sino de los activos flujos migratorios y de la alianza política más reaccionaria.

Manifestación de estudiantes con motivo del Día Internacional de la Mujer, este viernes en Madrid.
Manifestación de estudiantes con motivo del Día Internacional de la Mujer, este viernes en Madrid. Carlos Luján (Europa Press)

“El feminismo es internacionalista y ninguna tradición ni cultural ni religiosa está por encima de los derechos de las mujeres. Denunciamos la negación de los derechos de las mujeres y las niñas bajo regímenes opresivos en todos los lugares del mundo y, especialmente, la situación de las mujeres bajo el genocidio actual, víctimas constantes de crímenes de guerra”, es el primer punto en el manifiesto del MFM.

“Trump, Milei... Hay un auge de la de la derecha y de la extrema derecha que nos preocupa a las feministas, nuestros derechos nunca pueden darse por por sentados”, alega Jana Bravo, una de sus portavoces, parafraseando a Simone de Beauvoir.

En el caso de la Comisión 8M, la cuestión migratoria y antirracista está mucho más arraigada. Su comisión de migración y antirracismo funciona desde hace casi una década y “la cuestión migrante es transversal”, afirma una de sus voceras, Ana Useros. Para ellas “el antirracismo” como parte del feminismo, no solo mirando hacia otros países sino en España, “es o debería ser una evidencia”.

Pone dos ejemplos relacionados con la violencia machista: En ese ámbito “donde el nivel de vulnerabilidad que tenga una mujer previamente es muy importante en una agresión, en una situación de maltrato. Si una mujer puede salir de su casa y alquilar otra, la diferencia es abismal respecto a la mujer que no puede hacer eso. Si en una agresión la mujer puede con cierta tranquilidad llamar a la policía, la diferencia es abismal respecto a la que no puede. ¿Qué ocurre cuando, aparte de las dificultades habituales de alquiler de vivienda que nos afectan prácticamente a todas las personas, no se alquila la vivienda por tu perfil racializado? ¿O cuando no tienes un documento que puedas enseñar? ¿O cuando tienes el miedo a que te metan en un CIE [los centros de internamiento de extranjeros]?“.

Explica Useros que “la exposición a la violencia se multiplica” y que esto debe estar en el corazón de las políticas feministas. “Si no nos creemos a todas, no respondemos por todas y cuando decimos ‘si tocan a una, nos tocan a todas’ esa una depende de quién sea, no estamos realmente haciendo políticas feministas”, añade, recordando que la cuestión clave sigue estando en “la derogación de la Ley de Extranjería”, y no en la reforma de hace unos meses que ha acabado convirtiéndose en un bumerán que puede dejar a miles de trabajadoras y trabajadores al borde de la clandestinidad.

La desigualdad en el trabajo, que es todavía estructural para todas las mujeres, se agudiza en las migrantes. Son aún más precarias “las condiciones laborales de las migrantes que sostienen la economía en el campo, en el hogar, en los cuidados, en la hostelería o en la ayuda a domicilio”, como apunta de forma específica la comisión de migración y antirracismo.

La Comisión 8M ha incluido en su documento otras cuestiones prioritarias, como la “defensa de la vida, la libertad, la seguridad, la justicia y la memoria”, también de esos servicios públicos, una sociedad y unos “hogares libres de violencia”, la lucha contra el cambio climático, el capitalismo y el patriarcado. Cuestiones, repiten, “indivisibles”. En el caso de la MFM, se centran también en la defensa de los servicios públicos, de los derechos sexuales y reproductivos, las políticas para acabar con la brecha laboral, o contra la violencia machista en todas sus formas.

La escisión del movimiento

Ana Useros, de la Comisión 8M, dice que ya es momento de “hablar abiertamente de la escisión”, y también que es “doloroso”. “El feminismo no solo sale el 8 de marzo, es un movimiento que abarca múltiples cuestiones y hay espacios de lucha que se siguen compartiendo con algunas de las antiguas compañeras. Te las encuentras en una manifestación a favor de Palestina, o por la defensa de la Sanidad Pública... No cortas el contacto. Pero el feminismo es diverso, hay feminismos, y esa es una de las grandes causas de la división, que ellas no dicen feminismos, en plural. Y en nuestras asambleas caben muchísimas posturas, y muchísimas causas, porque todas nos atraviesan de una forma u otra. Esa es la gran riqueza que tiene y creemos que al revés se empobrece y se minimiza", explica.

Jana Bravo, del MFM, resume que son “abolicionistas de la prostitución, de la pornografía, de los vientres de alquiler y del género”, y que “desde ahí” lanzan su manifiesto: “El feminismo está unido en cuanto a que para nosotras el movimiento tiene que ser sí o sí abolicionista. Si no, estamos hablando de otra cosa radicalmente diferente. Y no consideramos que lo que se va a reclamar en esa manifestación [la de la Comisión 8M] sea feminismo". Según ellas, "hay una clara usurpación del término”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.
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