Antonia Dell’Atte: “La primera patada que me dio Lequio, estando embarazada, fue a la vuelta de la luna de miel”
La exmodelo cree que el Ministerio de Igualdad ha de intervenir en los programas televisivos que “revictimizan” y “frivolizan” la violencia machista

Era 9 de marzo de 1991 cuando Antonia Dell’Atte caminó hasta la comisaría de Chamberí e interpuso una denuncia contra el que era el padre de su hijo de dos años y su marido, Alessandro Lequio di Assaba. Según consta en ese documento, “por abandono familiar y malos tratos físicos y psíquicos”. Después la retiró. En Italia, era la musa de Giorgio Armani. En España no la conocía nadie. “Llegué como una persona anónima”, dice ahora, la mañana del 8 de octubre. Después, dejó de serlo. La llamada prensa rosa empezó a construir un personaje en la década de los 90, un cliché: la italiana loca, despechada, mentirosa y vengativa tras su ruptura con Lequio. Porque Dell’Atte empezó a formar parte del imaginario español cuando en esa relación apareció la actriz Ana Obregón.
Para los medios fue un triángulo amoroso que suponía ingente contenido para horas y páginas. La realidad es que detrás había habido una relación en la que se fue cumpliendo el camino que sigue la violencia machista, y que constató la Justicia. Pero gran parte de la realidad de esa mujer se olvidó y deformó. También se le ha intentado deslegitimar cuando ella ha decidido sentarse frente a periodistas. Lo ha hecho cuando ha sido arrastrada a algún escándalo. Recuerda que ella “jamás, nunca” los provocó, y que “nunca, nunca” ha vivido de comercializar su vida privada, sino de su trabajo, relacionado con la moda, en la televisión, en Italia y en España: “Siempre de mi trabajo”.
Dell’Atte hace tiempo que puede y define como “maltratador” a Lequio, “porque cada cosa tiene su nombre exacto y hay que pronunciarlo”. Una de las veces que lo dijo, en 2003, Lequio la demandó por calumnias. La abogada de Dell’Atte entonces, Cristina Almeida, cuenta al teléfono cómo aquello acabó con “el sobreseimiento y el archivo de la causa en el juzgado número 35 de Madrid, que dictaminó que se daba lo que se llama exceptio veritatis, es decir, que Antonia no mentía al llamar a Alessandro Lequio maltratador”. Ahora lo hace una vez más. Dice que lleva “años luchando”, “sola”, contra “la complicidad de la prensa rosa”. Una que en los noventa era misógina, patriarcal y machista. ¿Y ahora? “Ahora, mucha, también”.
Pregunta. ¿Cómo ve las cosas en 2025?
Respuesta. Hay cosas que no han cambiado. Las mujeres han evolucionado y algunos hombres también. Pero sigue habiendo mujeres con miedo, maltratadas, asesinadas, y a las que a veces las propias leyes no protegen bien. O como yo, que denuncié pero luego la retiré. Eso sí, a mí la policía me creyó.
P. ¿Qué pasó?
R. Tenía miedo por mi hijo, estaba sola en España, muchas cosas. Para eso hay que dar un salto hacia atrás.
P. Vayamos al principio.
R. 1986, Portofino. Yo era modelo para Giorgio Armani, tenía 26 años, vivía de mi trabajo. Él se presenta: “Hola, soy Dado, Alessandro, y soy de Turín”. Le respondí: “Hola, ¿qué tal? Soy Antonia Dell’Atte“. Y ya. En 1987 me lo encuentro de casualidad en Milán y me dice que si quiero, nos vemos. Fuimos a un concierto de David Bowie y tampoco pasó nada. Me fui a Sicilia con el grupo de Frank Sinatra y volví el 17 de junio. Mi hermana, que vivía conmigo, me dice: “Te está llamando este Dado, no sabes cuántas veces, que lo llames”. Lo llamé y me dijo: “Me encantaría invitarte a mi fiesta de cumpleaños”.
P. ¿Aceptó?
R. Parecía un chico normal, frecuentaba a parte de mi círculo, tampoco tenía nada que pensar ni hacer una investigación, ¿no? Tenía 27 años e iba a un cumpleaños. Vino a recogerme Pito, uno de mis amigos. Cuando llegué no había ninguna fiesta y el amigo que vino a recogerme se fue.
P. ¿Había mentido para que fuera?
R. Pensé “qué romántico” y le pregunté por qué lo había hecho. Me dijo que tenía miedo de que no hubiese ido porque yo en aquel momento tenía una vida muy mundana.
P. ¿Mundana?
R. Sí, en Montecarlo de fiesta, desfilaba, trajes largos, veía a Carolina de Mónaco y Stéfano Casiraghi. Estaba cansada, y pensé que había encontrado a un hombre anónimo, normal. Ese día me contó que lo sabía todo de mí, vida y milagros. Me dijo “eres la mujer más guapa que he visto nunca y tengo tu foto de Armani en mi habitación”.

P. ¿No le pareció una banderita roja?
R. En aquel momento, tampoco. También pensé “mira tú, qué bonito”. Y le dije que yo no sabía nada de él. Entonces me lo dijo, “me llamo Alessandro Lequio di Assaba, soy de Turín y mi madre es Torlonia”.
P. Sandra Torlonia, nieta de Alfonso XIII, prima del emérito rey de España, Juan Carlos.
R. Exacto. Yo a los Torlonia los conocía, pero cuando dijo “mi tío es el rey de España”, me reí. En Italia nosotros no vivimos con esta cosa. Somos una república y las cuentas con la historia las tenemos bien arregladas. Le dije “entonces yo soy la hija de Frank Sinatra”. Pero sí que eran familia. Me parecía un corderito que llevaba un año enamorado de mí, fuera de todos los cánones que conocía, me hablaba de tener un hijo, nunca dijo nada de mi trabajo o que lo dejara. Encajaba en lo que yo quería, una vida normal, familia. Me decía “tú eres la mujer de mi vida”. Empiezo a enamorarme, no quería equivocarme, pero se había mostrado como un ángel.
P. ¿Cuándo fue la primera vez que algo le chirrió?
R. El día que me dijo “yo te defenderé”. Esa palabra… Con el tiempo entendí que los hombres no te tienen que defender, te tienen que apoyar. Pero empezaba la manipulación. También hubo algo raro cuando me preguntó cuánto dinero tenía. Todo el que ganaba iba para mi familia, del campo [Dell’Atte nació en Ostuni, al sur de Italia], humilde, muy digna, noble y rica de espíritu. Mi padre era un borracho, mi madre se separó y nos crio como una gallina que protege a sus pollos. Él creía que yo era rica y yo que con él iba a cumplir mi sueño de tener una familia y ser feliz.
P. Ha dicho que entonces empezó la manipulación.
R. Decía que no creía en los amigos. “Y tú tampoco”, me decía, “tú no tienes amigos. Nadie te quiere, te utilizan”. Yo repetía que no, que claro que eran mis amigos. “¿Esta es tu amiga? Esta me la follo cuando quiera. ¿Y tu familia? Son muy pobres, de ahora en adelante no tienes que verla, ahora eres condesa". Yo quería que conociera a mi familia, le decía que tenía que conocerla.
P. La fue aislando.
R. Sí, te aíslan estos hombres. Estos… Ya me había casado y ya estaba embarazada. Era octubre de 1987. Me enteré de que llamaba a mis amigos y los amenazaba si no me dejaban en paz. Cuando nos fuimos de luna de miel ya no era feliz. Pensé: “¿con quién me he casado?“. Siempre estaba nervioso, su madre no había aceptado que se hubiese casado conmigo, me culpaban a mí, que soy de un estrato social digno, que me he hecho a mí misma, que lo que he logrado ha sido con muchos esfuerzos. Vivía en el terror, con ese hombre que era segundo dan de karate. Lo cuento porque lo usó.
P. ¿El karate?
R. La primera patada que me dio Lequio, estando embarazada, fue a la vuelta de la luna de miel. Llegamos, abrí el buzón, cogí una carta con mi nombre y dijo “tú ya no te llamas Antonia Dell’Atte, tú eres la condesa Lequio”. Le dije: “no, yo soy Antonia Dell’Atte”, y ahí llegó, la primera patada y mi gran pesadilla. Me decía que iba a destruir mi nariz para que no fuera guapa. Nos fuimos a vivir a Turín con su familia y yo no podía contactar con la mía ni con mis amigas. Me obligó a dejar de trabajar y estaba encerrada en casa. Se iba al trabajo, volvía y me decía “te controlo, hoy has ido con el niño y he visto que mirabas a otros hombres”.
P. Ya había nacido su hijo.
R. Sí. El día que nació, ve a mi madre entrar, se da la vuelta y se va a un combate de karate. Se creía superior. Tuvimos una especie de reunión con su madre, la mía, su abuela, y mi madre le dijo “si vuelves a tocar a mi hija, te vas a enterar”. Pero ella vivía en el sur de Italia y yo estaba sola ahí. Yo solo quería irme, escapar. Se lo decía a su madre, “déjame ir, no voy a decir nada, quiero empezar mi vida otra vez”. Tenía 28 cuando nació Clemente. Y ella me decía “no, Antonia, no te puedes ir, vamos a esperar, se va a curar”. No querían escándalos. Y se lo decía a él, “dame el divorcio, me quiero ir”. Me contestaba “si tú me dejas, te mato, y a tu familia”. Eran amenazas increíbles. Luego me pedía perdón. O a mi madre, “Madia, no lo voy a hacer nunca más, tengo momentos irascibles, soy así, sigo enamorado“. Yo ya no estaba enamorada, no tenía ni relaciones. Me daba, literalmente, asco. Aguantaba esperando ver cómo podía huir de todo eso.
P. Pasó tres años más tarde.
R. Primero nos fuimos a vivir a Varsovia, a Polonia. Y ahí, que las cosas parecían más tranquilas, no lo fueron. Me pegó otra patada, me caí y tuve que volver a Turín a operarme del menisco. Luego volví y estaba tan contento porque había estado teniendo algo con la babysitter de mi hijo. Yo pensaba que todas las mujeres con las que estaba me alejaban de ese monstruo. Veía luz en el túnel. Cuando dice que nos venimos a vivir a España.
P. ¿Cómo fue ese cambio?
R. Llegué aquí como una persona anónima. Seguía sin poder trabajar. Pero empezamos a hacer cierta vida social. Nos invitaron a una fiesta de Chanel en Las Ventas, nos encontramos con Ana Obregón, a la que yo había conocido en Roma, y le dije a mi ex que por qué no la invitábamos, que no conocíamos a nadie, aparte de la familia política. Me caía simpática. Él me dijo “este tipo de mujer en mi casa no entra, Antonia, somos familia del Rey, hay que tener cuidado”. Meses después descubrí que estaba con ella y pensé “me he librado, ya está”. Le dije que cogiera sus cosas y se marchara y él me dijo que no, que esperara a que se le pasara el calentón. No, ¿qué calentón? Los tres años que yo viví en el infierno, que no podía ni moverme, amenazada. Busqué un abogado y pedí la separación. El 8 de marzo de 1991 se había ido y se había llevado muchas cosas de casa. Lo decidí, me fui a denunciar. Cambié la cerradura.
P. ¿Volvió?
R. Sí, sí. Volvía y decía “déjame entrar, quiero ver a mi hijo”. A él no le importaba el niño, quería destruirme. Eternamente agradecida a Ana Obregón, que se lo llevó. Y su familia lo apartó, se colocó a mi lado, al lado de una mujer sola con su hijo. Pero ahí empezó mi segundo calvario, la prensa, no sabía que en España era tan morbosa. Yo era la mujer traicionada, la cornuda. Pues claro, pero a mí me daba igual, sentía que me había librado de él. Yo no había creado ningún escándalo, me metieron.
P. ¿Fue el comienzo de ese ataque mediático?
R. Una manipulación en la que yo tenía que ser derrotada, me utilizaron. A mi hijo. A esta señora la tenemos que hacer pasar por despechada, pensarían.
P. Y ocurrió.
R. Pasó, pasó. Yo había retirado la denuncia, porque no podía seguir… Despechada, loca, mala madre. Tenía que proteger a mi hijo, tenía muchas presiones, estaba sola en España, y no tenía pruebas.
P. Las tuvo después.
R. Entre las cosas que no se llevó, estuvo un mueble viejo de su padre lleno de carcoma que luego restauré. ¿Sabes qué había dentro de ese armario? Las cartas que me escribía cuando me pegaba y se arrepentía.
P. En ellas se leen cosas como “Antonia, me he vuelto a equivocar, me he dejado llevar por los nervios, te aseguro que no era mi intención y nunca lo será hacerte daño a ti o a nuestro hijo”, “soy nervioso y algunas veces reacciono del peor modo posible”, “quisiera que no hubiera ocurrido nunca más, que nuestra relación fuera virgen y no plagada de bofetadas y amenazas. Sin embargo ha vuelto a suceder”. Y años después, en 1999, en un programa del extinto canal 9, Tómbola, dijo: “Yo he tirado bofetones a las mujeres, me ha pasado, pero es un bofetón light, no encuentro que haya nada de malo”.
R. Y aún así este señor ha pasado toda su vida impune. Está sentado en televisión, todavía. Cuando encontré esas cartas estaba harta del machaque, de la humillación [mediática], y él mientras tanto era el playboy de España, lo convirtieron en un playboy, todas las mujeres sabían que era un maltratador y han comido de esas miserias, y determinada prensa también. Y haciéndose pasar por buen padre.
P. Fue entonces cuando le llamó en público maltratador y él la denunció por calumnias.
R. Preparé mi defensa con Cristina Almeida, la mejor. La Justicia falló que yo no mentía cuando lo llamaba maltratador. Nunca he mentido. Siempre he dicho la verdad. Pero sin pruebas, como no hay muchas veces, el verdugo se puede convertir en víctima. ¿Si yo no hubiese encontrado esas cartas que él reconoció ante el juez que escribió? Hubiese tenido que resarcirlo económicamente. Yo a él. Mientras, en la tele se habla de trapos sucios. No son trapos sucios, son malos tratos.

P. ¿Cree que la prensa del corazón sigue blanqueando la violencia machista?
R. Toda. Más que blanqueamiento. Son manipuladores, desinforman, encubren. Durante todo ese tiempo, todas las mujeres con las que estuvo fueron víctimas y cómplices. Lo siguen siendo. Pido a esas mujeres que llamen a las cosas por su nombre. Muchos, muchos periodistas se han sentado al lado de él, sabían y han callado, o los han hecho callar. A mí me han querido censurar, cuando yo lo que quería era aportar lo que viví, por otras mujeres, decirles que de esto se puede salir, que se puede denunciar. Pero nunca me han respetado.
P. ¿Quiénes?
R. La prensa. Ana Rosa Quintana, María Teresa Campos, Javier Sardá que decía “Antonia, es buen hombre, tienes que dejarle ver al niño”. Yo siempre quise protegerlo de esa violencia, que no viera a su madre con un ojo morado. No tiene relación con su padre desde hace mucho tiempo y él se permite en televisión dar consejo a otras madres [se refiere al debate mediático tras la docuserie de Rocío Carrasco, por el que se extendió el concepto de violencia vicaria], y no habla de las mujeres, las juzga. Tiene un altavoz al lado de Ana Rosa Quintana [es colaborador de su programa]. ¿Qué ha dicho ella ahora?
P. ¿Se refiere al pasado violento de Lequio que ha vuelto a surgir ahora en esos programas y las mujeres que están saliendo a hablar sobre ese pasado?
R. Sí, ha dicho que Lequio está siendo criticado de un lado, pero del otro lado está siendo comprendido. El señor Lequio no ha sido condenado porque no ha habido un proceso contra él, el delito había prescrito, pero la justicia sí reconoció que era un maltratador. Yo lo que creo es que nunca tendrían que prescribir los malos tratos. Se tiene que poder llevar a juicio a un maltratador después de 10, 15 años.
P. ¿Piensa en esas mujeres que sufren cada día violencia?
R. En ellas, en que hablen, que no tengan miedo. Y en los cómplices [de los agresores] que todavía no hablan. Tenemos que dar altavoz a las personas más débiles, a las mujeres que no tienen recursos. Y se tiene que creer a las mujeres. Yo siempre he defendido la verdad. Hay que defender la verdad de las mujeres. Y las víctimas tienen que ir con la cabeza muy alta, son los maltratadores los que tienen que avergonzarse. Y es muy importante subrayar una cosa.
P. Diga.
R. Los programas te hunden, te revictimizan y ponen en duda lo que estás diciendo y lo hacen pasar por trapos sucios. Los maltratadores, aunque no tengan condena pero si han sido reconocidos, no pueden suponer un ejemplo. El señor Lequio debería reconocer lo que me hizo, pedir disculpas, retirarse y curarse de su agresividad. Y el Ministerio de Igualdad tiene que intervenir en estos programas. Frivolizan mucho sobre la violencia, gente que va a hablar de malos tratos y en la pantalla ni siquiera aparece el 016.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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