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La educación de los niños gitanos, una asignatura pendiente en España

Ocho de cada diez alumnos de esta etnia abandonan los estudios antes de terminar la etapa secundaria obligatoria, según la Fundación Secretariado Gitano

Una niña del asentamiento madrileño de la Cañada Real, en la Escuela Infantil J. García Pita.
Una niña del asentamiento madrileño de la Cañada Real, en la Escuela Infantil J. García Pita.Samuel Sanchez
Matías Helbig

Cuando Antonio Borja tenía 16 años, su profesora de Lengua insistía en que fuera mecánico o fontanero. Él decía que quería ir a la universidad porque le interesaba el conocimiento en sí mismo. Al acabar el año, la única asignatura que no había aprobado era Lengua. “Esa profesora me quitó la posibilidad de hacer el Bachillerato”, cuenta ahora, cuatro décadas más tarde. Borja es un apasionado de la informática, pero se dedica a la venta ambulante. Como muchos otros jóvenes gitanos del pasado y del presente en España, no acabó la escuela. El 86% de ellos abandona sus estudios antes de superar la ESO, según el informe La situación educativa del alumnado gitano, elaborado por la Fundación Secretariado Gitano en 2023 a través de una encuesta a 1.734 hogares. La cifra, prácticamente, no se ha modificado desde el informe anterior, de 2013 (con datos de 2012).

El abandono escolar en España ha ido corrigiéndose poco a poco. Según La Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de abandono temprano (alumnos que no han completado la educación secundaria) era del 23,6% en 2013; en 2023, el porcentaje descendió al 13,6%. Pero la realidad de la población gitana, unas 730.000 personas según estimaciones de la Unión del Pueblo Romaní (2022), es bien distinta. De ahí la pregunta que se hace Sara Giménez, gitana, exdiputada, abogada y actual directora de la Fundación Secretariado Gitano: “¿No importa porque nos afecta a nosotros?”. Y reclama: “Las administraciones están obligadas a velar por nuestro alumnado”.

El pasado domingo se cumplieron 600 años de la entrada de la comunidad gitana en la península. La conmemoración fue tratada durante el primer consejo de ministros del año, en el que el Gobierno declaró 2025 como Año del Pueblo Gitano. El titular de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, manifestó su compromiso de erradicar “todos los obstáculos y las desigualdades que aún siguen afectando” a los gitanos en España.

“No entenderíamos este país sin la contribución social y cultural de los gitanos y las gitanas”, sostuvo el ministro. La directora General de Diversidad Familiar y Servicios Sociales, Patricia Bezunartea Barrio, dijo a este periódico que la declaración pretende dar “un salto cualitativo a las estrategias que ya existen: incorporar de manera efectiva materiales para que se enseñe la historia del pueblo gitano en las escuelas, incrementar la formación del profesorado y reforzar las experiencias positivas”. Además, ha subrayado la importancia de que las administraciones territoriales implementen o refuercen estas medidas. “Son las autonomías las que tienen competencias directas en este tipo de políticas”, ha recalcado.

Pese a que sobre el papel y en las leyes se reconocen todos los derechos, la realidad es que la población gitana se enfrenta a múltiples barreras: económicas, discriminatorias y culturales, señala la socióloga y trabajadora social Gabriela Jorquera. Todas ellas confluyen en una de las bases del problema, el acceso a la educación, desde infantil. Según Jorquera, hay evidencia empírica de que esta etapa produce efectos positivos en los niveles de enseñanza posteriores.

“Reduce el abandono, mejora el desempeño y aumenta las posibilidades de una trayectoria educativa más larga”, explica. Este es el primer obstáculo, dice Jorquera: “En la medida que no es una etapa obligatoria, las plazas [limitadas] afectan directamente a las familias en situación de pobreza”. Es el caso del 86,8% de los niños gitanos en España, que viven en hogares pobres, según datos del 2022 recogidos por la fundación. Un dato tres veces superior al del conjunto de niños españoles.

Falta de información

Las dificultades que producen el abandono perpetúan un círculo vicioso marcado por la falta de información. Borja, que tiene dos hijas —una de ellas haciendo un grado en ingeniería —, pone como ejemplo el paso de la enseñanza primaria a la secundaria. Si las familias no escogen, la Consejería de Educación de Madrid, en este caso, matricula a los niños en la más próxima en la que queden plazas. “Los padres gitanos no saben esto”, se lamenta. Este desconocimiento se produce en todos los niveles, argumenta Jorquera, causando que muchos niños vayan a parar a centros alejados de su residencia o a centros segregados. En muchos casos, las dos cosas juntas.

A esto se suman las experiencias negativas del pasado que acaban por desincentivar el interés de las familias por mandar a los niños a la escuela. Borja recuerda una en particular. Durante una clase de fotografía, en su instituto, a una compañera se le cayó el carrete. “El profesor mandó encender la luz y me pidió que le mostrara la cartera”, dice. Durante tres días no volvió a clase. “Mi padre me decía: ‘Pues, si no quieres, no vayas”.

Estos desafíos todavía requieren de un modelo para desarrollar políticas y destinar recursos. Pero no todo se reduce a ellos. Otra de las causas del abandono es la falta de apoyo escolar y de referentes que eleven las expectativas de los niños gitanos durante sus estudios. En sus hogares, las condiciones laborales y el nivel educativo de los padres no pueden hacer frente a los retos que tienen sus hijos cada día.

Para ello, la Fundación Secretariado Gitano ha creado el programa Promociona, un espacio de refuerzo y orientación que, indica Giménez, tiene unos resultados excelentes: ocho de cada diez jóvenes que acuden a él titulan en la ESO. El objetivo de la fundación es que las administraciones autonómicas adopten este modelo.

Naomi Vaca Saavedra tiene 21 años y asistió a Promociona en Cuenca. Ahora está cursando el grado de Estudios Internacionales en la Universidad de Castilla La-Mancha en su sede en Toledo. “De no ser por el programa, no estaría aquí. Soy un ejemplo de que funciona”, asegura orgullosa. Con ella está quien fue su profesor, Manuel Vargas García, también gitano. Con 17 años entró en la fundación, en Jerez. “Mis padres daban importancia al estudio, pero no sabían cómo apoyarme”, explica, y remarca que lo mismo pasaba a Naomi: “No podían ayudarle a hacer los deberes”.

Manuel Vargas García y Naomi Vaca Saavedra durante un evento de la Fundación Secretariado Gitano en diciembre, en Madrid.
Manuel Vargas García y Naomi Vaca Saavedra durante un evento de la Fundación Secretariado Gitano en diciembre, en Madrid.Fundación Secretariado Gitano

Estigmatización

Con Promociona, Vargas García acabó el Bachillerato y el grado en Trabajo Social. En los primeros años, trabajó en una escuela de Jerez con niños con trastorno del espectro autista. Siempre sintió que tenía que demostrar más que sus compañeros por ser gitano. “Todo el rato todo perfecto, todo ordenado”, cuenta ahora. “Hace 30 años había manifestaciones para que los gitanos no entraran en determinados colegios, ahora lo hacen por redes sociales”, argumenta Vargas García, para quien se ha avanzado muy poco en acabar con la estigmatización de la comunidad gitana. “Necesitamos una revisión total de sensibilización, hay niños de cuarto de primaria que te dicen que los gitanos son malos”.

A los 28 años, salió por primera vez de su tierra para hacer de orientador educativo en la fundación, en Cuenca. Allí pudo ser ejemplo para estudiantes gitanos, como Naomi. Como orientador insiste en la importancia que tiene Promociona para la comunidad gitana: “Funciona, y que las comunidades lo adopten, es una solución necesaria”.

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