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La brecha educativa de la población gitana se agranda: el abandono escolar crece en 10 años del 63% al 87,5%

El dato de graduados en Bachillerato o en un Grado Medio desciende del 6,3% de hace una década hasta el 3,8%

Desde la izquierda, Sara Jiménez, Dolores Flores y Samuel Hernández, en la presentación de un informe sobre educación en la población gitana elaborado por la Fundación Secretariado Gitano, este martes, en una imagen cedida por la fundación.
Desde la izquierda, Sara Jiménez, Dolores Flores y Samuel Hernández, en la presentación de un informe sobre educación en la población gitana elaborado por la Fundación Secretariado Gitano, este martes, en una imagen cedida por la fundación.
Pau Alemany
Madrid -

Sara Jiménez se ha graduado como maestra de Primaria a sus 21 años. Criada en el barrio madrileño de Vallecas, su recorrido por el sistema educativo es excelente, con Mención de Honor incluida en Bachillerato. Pero hay un factor que diferencia a Jiménez del resto de sus compañeros de promoción: ella es gitana, y su caso es una excepción. Y es que los estudios superiores son el techo de cristal para la población gitana en la educación: solo el 3,8% se gradúa en Bachillerato o en Grado Medio y el 0,4% lo hace en la Universidad, según un informe de la Fundación Secretariado Gitano presentado este martes.

La situación en los niveles educativos más altos de la población gitana, que representa el 1,6% del total de habitantes en España, ha empeorado respecto a hace una década, tal y como se refleja en el informe, que compara los datos recogidos hace una década por la propia fundación con los obtenidos a finales de 2022, con una muestra de 7.285 personas (4.120 menores de 25 años). En 2012, el 6,3% de la población gitana terminaba Bachillerato o un Grado Medio y el 0,9% se graduaba en estudios universitarios. También la tasa de abandono escolar temprano —aquellos jóvenes de 18 a 24 años que tienen como mucho el título de la ESO y no están estudiando— es un buen indicador de este retroceso: mientras que en 2012 era del 63%, en la actualidad alcanza un 87,5%. Para la población española general, el abandono escolar temprano se situaba en 2012 en el 24,7%. Y en 2022 había caído al 13,9%.

Durante los cursos escolares de la pandemia, varios responsables educativos admitían en privado que el absentismo generado a raíz del coronavirus había aumentado especialmente entre el alumnado gitano, lo cual puede haber influido en la negativa evolución detectada ahora en este informe.

La presidenta de la fundación, Sara Giménez, apunta a la falta de medidas específicas para la realidad gitana. “El Estado ha puesto parches, pero no hay soluciones concretas”, comenta. Eso sí, cabe destacar que cada vez son menos los que no tienen ninguna formación, ya que la tasa de población gitana que no tiene estudios se ha reducido a la mitad, del 13% al 6%.

Una vez cumplidos los 16 años, edad a partir de la cual deja de ser obligatorio ir al colegio, la brecha entre la población gitana que estudia (53%) y la media española (95,6%) se dispara. Y la tendencia se mantiene a medida que pasan los años. También la tasa de escolarización es ligeramente inferior a partir de los 16 años respecto a hace una década. Es por ello que seis de cada 10 alumnos gitanos termina el proceso educativo sin graduarse en la ESO.

Este abandono del estudio no significa que haya una transición inmediata al mercado laboral. Seis de cada 10 jóvenes de etnia gitana de entre 16 y 24 años ni estudian ni trabajan, mientras que en el resto de la población únicamente son uno de cada 10. Además, la diferencia entre géneros en este dato es considerable, ya que en el caso de las mujeres la cifra alcanza un 67%, mientras que en los hombres es del 50%.

La falta de recursos económicos es una de las principales piedras en el camino que provoca este retroceso de la última década. Nueve de cada 10 familias de etnia gitana están en riesgo de pobreza y exclusión social, según se recoge en el informe, lo que implica una barrera constante a lo largo del periodo educativo. Faltan recursos para material, para apoyo extraescolar o para la educación infantil. Y esto, acumulado durante varios años, provoca deficiencias educativas que abocan a la desmotivación. En el caso de Jiménez, ella pudo contar con becas y ayudas para poder proseguir con sus estudios.

Precariedad económica

La precariedad económica imbuye a la población gitana en un círculo vicioso en el que la pobreza se reproduce entre generaciones y del que es complicado salir. Bien lo sabe Dolores Flores, madre de seis hijos, que cada verano echaba cuentas para que a ninguno de sus hijos les faltara “un boli” al empezar el curso. “Lo más duro para mí era cuando me pedían ayuda con los deberes de Historia u otras asignaturas y yo les decía ‘es que no sé ayudarte’”.

Ahora habla con orgullo de su hijo Samuel Hernández, de 18 años, que este año empieza el Grado Superior de Enseñanza y Animación Deportiva. Hernández reconoce que tuvo “algún tropiezo” cuando suspendió “siete en el primer trimestre de tercero de la ESO” que le hizo dudar de si seguir o no, pero gracias al apoyo familiar y a tener una meta clara pudo conseguirlo. Él consiguió aprobar todo en el año que le correspondía, pero su caso es una excepción, ya que el 68% de los adolescentes de 15 años de etnia gitana han repetido curso al menos una vez. “De mi grupo de amigos del barrio, la mayoría repitieron en Primaria y, en segundo de la ESO, yo era el único que estaba en el curso que le tocaba”, comenta Hernández.

El acceso generalizado de la población gitana a la educación empezó hace apenas cuatro décadas, con el impulso de las escuelas puente, que eran centros públicos segregados y exclusivos para alumnos gitanos. El objetivo era prepararlos para su inclusión en el sistema educativo con el resto de estudiantes. A pesar de los avances en niveles de escolarización producidos en estos 40 años, desde el Secretariado Gitano argumentan que todavía queda mucho trabajo por hacer. Por ello, proponen tres medidas: un plan específico de orientación, apoyo y refuerzo educativo, la gratuidad de la educación infantil para la población gitana y revertir la segregación escolar y la concentración de alumnado gitano que se produce en algunos centros públicos.

Tanto Samuel Hernández como Sara Jiménez reconocen que durante sus estudios echaron de menos referentes familiares que hubieran llegado a los estudios postobligatorios. “Para mí era todo una incertidumbre, ya que nadie de mi entorno lo había hecho”, explica la maestra graduada. Ahora, ellos se han convertido en los referentes de las próximas generaciones.

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