Manolita Chen: “Hay una parte de España que, si pudiera, nos tiraría a las cunetas”
La histórica activista, de 81 años, fue de las primeras mujeres trans en poder cambiar el nombre en el registro y en adoptar a un bebé en la década de los 80
Cada anécdota de la vida de Manolita Chen daría para escribir una novela. A sus 81 años y convertida en un referente como mujer trans, recuerda minuciosamente cada detalle de una trayectoria donde la incomprensión y el maltrato se fusionan con el éxito y la abnegación. El calvario sufrido durante la infancia y la adolescencia por expresar su identidad femenina fue el germen que floreció como artista en la etapa adulta, donde no se cansó de romper barreras. Natural de Arcos de la Frontera, en Cádiz, Manuela Saborido fue de las primeras en cambiarse el nombre en el registro y en poder adoptar a una niña siendo trans, allá por la década de los 80. Así lo cuenta en una sala de la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid en la víspera de la manifestación del Orgullo mientras se despoja del calor con un abanico con la bandera LGTBI+.
Pregunta. ¿Cómo consiguió el cambio de nombre en el registro?
Respuesta. Fue de rebote. En Semana Santa yo solía salir vestida de nazareno, pero, en 1983, la Iglesia firmó un documento para impedírmelo porque, según los estatutos de la hermandad, las mujeres no se podían vestir. Entonces, gracias a esos papeles, yo pude acreditar que era mujer. Me mandaron a Sevilla, de ahí me remitieron al juzgado y conseguí que me cambiaran la partida de nacimiento y el Documento Nacional de Identidad. Los funcionarios intentaron impedirlo, pero se plantó el jefe de la policía y dijo: “Háganle el carnet a la señora”. Cuando lo tuve en mis manos, no dejé de besarlo y apretarlo contra mí… fue una emoción absoluta.
P. ¿Y de dónde sale su nombre artístico, Manolita Chen?
R. Realmente no lo elegí yo, sino la gente. Mi nombre artístico en aquella época era la Bella Hellen, y yo insistía en que me llamaran así, pero no cuajaba y todo el mundo se refería a mí como Manolita Chen la de los cabarets. Y así se quedó.
P. ¿Cómo fue crecer sintiéndose mujer en un cuerpo de hombre en una época en la que la homosexualidad estaba legalmente perseguida?
R. La homofobia que había era terrible. Cuando empecé a ir a la escuela con cinco o seis años, el director quiso hablar con mi madre y le exigió que no volviera a las clases. No llevaba ni una semana. La razón por la que me echaron fue el miedo de los otros padres a que contagiara mi homosexualidad y mi pluma. Así que mi madre no tuvo más remedio que sacarme del colegio y tuve que empezar a trabajar vendiendo cupones.
P. Una adolescencia de trabajo en trabajo y de ciudad en ciudad.
R. En casa éramos 11 hermanos y mi madre necesitaba ayuda económica. He sido albañil, limpiadora y repartidora de periódicos, entre otros. Hasta que, a los 22 años si no recuerdo mal, me fui a Barcelona a empezar mi carrera artística como vedete. Ahí empecé a descubrir la libertad y a poder expresarme con mi identidad. Luego me fui a París a seguir con mi carrera y allí alcancé el éxito profesional.
P. Una canción que le transporte a esa época.
R. Mi vida privada, de Antonio Amaya.
P. ¿Fue sencillo conseguir los permisos para adoptar siendo trans?
R. Primero me dejaron a la niña en acogimiento, a mi María, porque tenía síndrome de Down y no le daban más de seis meses de vida. Duró casi 40 años. Y luego acogí a otros cuatro, todos con parálisis cerebral. Al ser trans solo me dejaban acoger a niños que tuvieran estos problemas.
P. ¿Qué supuso ser madre?
R. Fue la cosa más grande, sentí la felicidad. Porque yo tenía mucho amor que ofrecer y quería dárselo a unos niños que lo necesitaran.
P. ¿Cómo ha evolucionado la lucha del colectivo LGTBI+ por ganar derechos y libertades a lo largo de su vida?
R. Se han dado pasos importantes, eso está claro, y más comparado con cuando yo era joven. Pero tampoco estamos para tirar cohetes. Hay una parte de España que sigue siendo homófoba y que, si pudiera, nos tiraría a las cunetas.
P. ¿Prefiere un Orgullo más reivindicativo o más festivo?
R. La parte reivindicativa tiene que ser la principal. Yo no quiero entrar en temas políticos, pero ¿por qué en Madrid han puesto estos carteles? El Día del Orgullo no son tacones y copas. Con 81 años todavía sigo reivindicando y no voy a parar. Tenemos que hacerlo por nosotros y por los que vienen detrás.
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