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Iglesia católica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una década de papado: la revolución de Francisco

El Pontífice muestra una actitud un poco más abierta que sus predecesores en cuanto al divorcio y la homosexualidad y condena otras como la pederastia en la Iglesia, pero mantiene su estructura patriarcal

El papa Francisco durante su visita a un campamento para refugiados en Bangui (República Centroafricana).
El papa Francisco durante su visita a un campamento para refugiados en Bangui (República Centroafricana).Stefano Rellandini (Reuters)
Juan José Tamayo

Durante los 10 años de su pontificado, el papa Francisco ha cambiado el rumbo de la Iglesia católica con la elaboración de un pensamiento socioeconómico, político y ecológico revolucionario y el desarrollo de un programa eclesial moderadamente renovador, si bien mantiene la estructura jerárquico-piramidal y patriarcal dentro de la Iglesia católica.

Las propuestas de Francisco en el terreno político y socioeconómico van más allá de la doctrina social de la Iglesia de sus predecesores, e incluso de la teoría y la práctica socialdemócratas, que desembocan con frecuencia en políticas social-liberales. Su exhortación apostólica La alegría del Evangelio es una de las críticas más severas al capitalismo. Los papas anteriores criticaban el capitalismo por considerarlo injusto en sus consecuencias. Francisco afirma que es injusto en su raíz. Denuncia la “globalización de la indiferencia”, que nos vuelve “incapaces de compadecernos ante los clamores de los demás” y de llorar ante “el drama de los demás”, la “anestesia de la cultura del bienestar” y la consideración de las personas excluidas como desechos y población sobrante.

Interpreta la crisis económica como resultado de un capitalismo salvaje dominado por la lógica del beneficio a cualquier precio y pronuncia cuatro “noes” que deberían hacer templar al sistema: no a una economía de la exclusión y la inequidad, no a la nueva idolatría del dinero, no a un dinero que gobierna en lugar de servir, no a la inequidad que es raíz de los males sociales y genera violencia. Pero las críticas no desembocan en derrotismo.

Francisco propone alternativas económicas y políticas. La economía a practicar es la integrada en un proyecto político, social, cultural y popular guiado por el bien común. La verdadera política es la que tiene capacidad para reformar las instituciones, superar las presiones plutocráticas y generar buenas prácticas de justicia y equidad. Y ello en sintonía con los movimientos populares, a quienes define como “sembradores del cambio” y “poetas sociales” que posibilitan un desarrollo humano integral. Con ellos se ha reunido en varias ocasiones haciendo suyas las reivindicaciones de las 3T: “Techo, Tierra y Trabajo”. Sin los movimientos sociales, afirma, “la democracia se atrofia, se convierte en nominalismo y pierde representatividad”.

La ecología es otra de las opciones fundamentales de Francisco, el primer papa que dedica al tema una encíclica: Laudato Si. Sobre el cuidado de la casa común. En ella critica el antropocentrismo moderno, que considera al ser humano dueño y señor absoluto de la naturaleza y ejerce un comportamiento despótico sobre ella. La crítica se extiende a la presentación inadecuada de la antropología cristiana que transmite “un sueño prometeico sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles”.

Critica igualmente el poder de la tecnología, que pone la ética a su servicio, e invita a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, un nuevo modo de vida eco-humana y un modelo de desarrollo sostenible e integral. Como alternativa subraya la relación inseparable entre ecología y antropología: “no hay ecología sin antropología”, escribe. La degradación ambiental y la degradación humana van al unísono. Por eso establece una relación intrínseca entre la vulnerabilidad del ser humano y la fragilidad de la tierra y considera inseparables el cuidado de la naturaleza y el de las personas empobrecidas, la justicia económica y la ecológica.

Diálogo interreligioso

Francisco ha fomentado el diálogo interreligioso, especialmente con el Islam. Ha visitado numerosos países de mayoría musulmana y ha celebrado encuentros con sus dirigentes religiosos. Uno de los más significativos fue el que tuvo lugar en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) en febrero de 2019 con el Gran Imán y rector de la Universidad Al-Azhar, Ahmad Al-Tayye, con quien firmó el Documento sobre la fraternidad humana por la paz y la convivencia común, que sirvió de inspiración para el establecimiento, por parte de la ONU, del Día Internacional de la Fraternidad Humana el 4 de febrero bajo los principios de la solidaridad y la compasión.

Aboga por el diálogo intercultural en el que los pueblos originarios sean los principales interlocutores. Ello requiere previamente el respeto y reconocimiento de sus culturas, lenguas, tradiciones, derechos y espiritualidades. El diálogo y el reconocimiento constituyen el mejor camino para la transformación de las relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación en relaciones igualitarias. Comparte su cosmovisión del bien vivir y del bien convivir, defiende sus derechos al territorio y denuncia la apropiación que de él hacen las multinacionales extractivistas.

A diferencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, acusados de complicidad con los pederastas, Francisco ha hecho una condena rotunda de tamaño crimen y mostrado su solidaridad, a veces a nivel, con las víctimas. Ha exigido a los obispos y a las congregaciones religiosas una investigación rigurosa de los casos de pederastia y tolerancia cero con los agresores sexuales dentro de la Iglesia católica.

El Papa tiene una actitud un poco más abierta que sus predecesores en cuestiones relativas al divorcio y a la homosexualidad. Ha abierto la puerta a que las personas católicas divorciadas y vueltas a casar puedan participar en la eucaristía, pero sigue defendiendo que el matrimonio es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer y rechazando el matrimonio igualitario. Ha mostrado una actitud de respeto hacia las personas homosexuales. “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, declaró en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013. “Las leyes que criminalizan la homosexualidad son injustas”, dijo en el avión al volver del Congo en febrero de 2023. Pero sigue defendiendo que la homosexualidad es pecado.

Con todo, la revolución de Francisco tiene sus límites, y no pequeños. En la Iglesia católica persiste la estructura jerárquica y patriarcal, como indiqué al principio. Los obispos siguen siendo nombrados por el Papa sin participación de la comunidad cristiana. Critica el clericalismo, pero en la práctica lo mantiene casi intacto. Aun cuando está haciendo algunos guiños a las mujeres nombrándolas para algunos encargos administrativos, estas siguen sufriendo la discriminación y la injusticia de género, que se traduce en la exclusión de la mayoría de los ministerios eclesiales, de las responsabilidades directivas y del acceso directo a lo sagrado. Ha dejado clara la negativa del acceso de las mujeres al ministerio presbiteral. Para justificar dicha negativa apela a la voluntad excluyente de Cristo, a quien de esa manera sitúa del lado del patriarcado, lo que me parece contrario al movimiento igualitario de Jesús de Nazaret.

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