35 pacientes por día: la cifra ‘mágica’ para desatascar la crisis de la atención primaria
Comunidades como Cantabria, Extremadura, Andalucía, Madrid o Castilla y León se han comprometido a limitar las consultas por médico y día, pero falta comprobar que ponen los medios para lograrlo
A finales del siglo pasado, los médicos de primaria de España se organizaron en torno a una plataforma cuyo nombre expresaba su reivindicación: 10 minutos. Era el tiempo que pedían para ver a cada paciente. Han pasado más de dos décadas y este objetivo no solo no se consiguió, sino que está más lejos en muchos centros de salud. La aspiración se mantiene, pero la simboliza otro número: ahora la cifra mágica es 35, los pacientes máximos que un médico de primaria debería tener en su agenda cada día, según algunos sindicatos. En Madrid, Cantabria, Extremadura, Andalucía y Castilla y León las administraciones ya se han comprometido a llegar a esta ratio (consulta arriba o abajo). Falta comprobar si ponen los medios para lograrlo.
En realidad, 35 pacientes por día dan para dedicarle, aproximadamente, 10 minutos a cada uno, teniendo en cuenta que las jornadas son de 35 horas semanales y restando una hora por día de trabajos administrativos y formativos. Lo ideal, dice Ana Giménez, secretaria técnica de Atención Primaria de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), serían 30 consultas por jornada, para dedicar cinco horas de atención clínica y poder dejar otras dos que incluyan docencia, reuniones y otras tareas. “Pero las administraciones racanean; Madrid por ejemplo, argumenta que un 12% de los citados no acude, así que lo dejan en 34″, señala. Alrededor de ese número es un máximo aceptable para la mayoría de los profesionales y para sus sociedades científicas.
Alcanzar la cifra supondría un cambio total de paradigma en algunos centros de salud en los que no es raro superar los 60 y 70 pacientes por jornada y médico. Otros, sobre todo algunos rurales, están muy por debajo, así que los 35 no podrían ser en ningún caso una media a la que aspirar, sino un límite. Pero de nada sirve comprometerse a estas ratios si no se ponen medios para alcanzarlas. De lo contrario, generarían listas de espera inasumibles para la atención primaria, cuya vocación es dar respuesta a los ciudadanos en 24 horas, y en ningún caso más de 72, límites que se han sobrepasado con creces en los últimos años. Según el último barómetro sanitario del CIS, la media era de 8,4 días entre los pacientes que no recibían atención al día siguiente.
En comunidades como Madrid, cuyo Gobierno regional se comprometió no superar las 34 consultas por jornada, el sindicato mayoritario (Amyts) rechazó la medida por no considerar realista la forma de implementarla, a base de la voluntariedad de horas extra de los médicos. Es uno de los motivos por el que mantiene una huelga de atención primaria que comenzó en noviembre. En Andalucía algunos sindicatos lo han calificado de “parche”, mientras el Sindicato Médico Andaluz desconvocó un paro que tenía previsto gracias a este compromiso. Esto último también ha pasado en Cantabria y Extremadura (donde el acuerdo es de 36 pacientes por día). En Castilla y León la Junta ha garantizado 35, sin necesidad de llegar a la huelga. Navarra, por su parte, negocia con los profesionales y les ofrece incluso bajar hasta 32 pacientes diarios, lo que dejaría 12 minutos a cada uno de promedio.
Una de las vías para llegar a este número es ofrecer a los médicos la posibilidad de hacer horas extra (mejor pagadas que hasta ahora) por las tardes. En esos tramos verían a los pacientes que se quedan fuera de los 35 acordados. “Esta fórmula puede valer para momentos extraordinarios. En invierno, cuando hay más demanda, en vacaciones, cuando nos quedamos con menos profesionales, o en crisis extraordinarias. Pero no puede estar en la estructura de la primaria, porque supone que los médicos por norma trabajarán más de 11 horas cada día, y eso está fuera de lugar”, asegura Giménez.
Transformaciones para llegar al objetivo
Para lograr el objetivo hacen falta varias transformaciones, que tienen que ver con la organización y los recursos. Sergio García Vicente, de la Asociación Economistas de la Salud, cree que en primer lugar hay que dimensionar el número de pacientes de los médicos de forma adecuada. Los estándares establecen que ninguno debe superar las 1.500 tarjetas sanitarias asignadas (1.000 para los pediatras). Más de la mitad de los facultativos de Madrid, Baleares y Canarias superan esta ratio.
Pero no vale rebajar la cifra, hay que afinarla en función de las características de la población, añade Remedios Martín, presidenta de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC). “No puede ser igual en zonas muy envejecidas que en otras más jóvenes, en zonas rurales y dispersas que en urbanas, en barrios de nivel socioeconómico bajo que en otros donde tienen doble cobertura [pública y privada]. Hay que planificar en torno a eso, algo que teoría ya se debería hacer. Pero falta más”, señala.
Otra clave son los trabajos administrativos. Los médicos reclaman centrarse en las tareas propias de su profesión y que se les descargue de una burocracia que en ocasiones se come la mayor parte de su tiempo. “Un administrativo puede hacer todo lo que tiene que ver con el papeleo, lo que puede ahorrar muchas citas con el médico. Puede gestionar la renovación de medicamentos a crónicos, atender a los que vienen a pedir prestaciones ortopédicas, pedir ambulancias o atender a personas que no saben cuándo tienen su cita con el especialista y piden una con el médico de primaria para resolver la duda”, enumera Martín.
La idea es que el administrativo haga un filtro previo para que solo llegue a consulta quien realmente necesita atención médica. Una mejor organización también incluye, según García Vicente, un mayor empoderamiento de la enfermería, “que puede asumir perfectamente muchas tareas que a veces recaen en los médicos”. Otra idea que apunta este experto es ampliar la edad para ir al pediatra hasta que se cumplan los 18 años, en vez de los 15 actuales. “Con una natalidad a la baja, los pediatras podrían asumir ese trabajo”, asegura.
Todo esto contribuiría a descargar a los médicos de familia de tareas y tener más capacidad para la atención a los pacientes. Pero hay una realidad que no se soluciona con mejor organización: la falta de profesionales. Ya hay más de un millar menos que antes de la pandemia en primaria, y con la jubilación de un tercio de profesionales de la especialidad en el próximo lustro se calcula que faltarán en torno a 7.000 médicos.
Aunque en los últimos años han aumentado las plazas de MIR para primaria, no todas se cubren. “Los jóvenes ven que en otros países les pagan más y tienen mejores condiciones”, dice Giménez, de CESM, que cree que “los políticos no pueden seguir prometiendo acceso ilimitado a la primaria sin subir los salarios de los médicos”.
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