China confina a los 17 millones de habitantes de Shenzhen ante el repunte de la pandemia
El centro tecnológico del país y uno de los principales puertos del gigante asiático se suma al aislamiento decretado el pasado viernes en Changchun
China ha impuesto las mayores restricciones en más de un año con el fin de frenar la rápida propagación de la variante ómicron. Después de que el viernes la ciudad de Changchun decretase el confinamiento de sus nueve millones de habitantes, este domingo, se anunció que los 17,5 millones de residentes de Shenzhen, centro tecnológico del gigante asiático, deberán permanecer en sus casas. Se trata de la urbe más grande y con mayor importancia económica para el país que impone este tipo de restricciones desde el estallido de esta última oleada de la crisis sanitaria. El aumento de los casos en la última semana, muchos de ellos asintomáticos, supone un reto sin precedentes a la estrategia de tolerancia cero que aplica China en su lucha contra la covid-19, la cual se basa en aislar a los enfermos y sus contactos cercanos en centros de cuarentena con el fin de cortar la transmisión, sin importar la gravedad de sus síntomas.
El domingo por la noche, las autoridades de Shenzhen anunciaron el confinamiento, por lo menos, hasta el 20 de marzo. La medida irá acompañada de tres rondas de pruebas PCR para todos los habitantes, quienes tienen prohibido abandonar la ciudad. Se ha decretado el teletrabajo, los servicios de transporte público han detenido sus operaciones y los negocios no esenciales se han visto obligados a echar el cierre. La urbe cantonesa sigue el ejemplo de Changchun, capital de la provincia de Jilin, que el viernes se adelantó en imponer estas mismas limitaciones. Jilin, frontera con Rusia y Corea del Norte, acumula más de la mitad de los casos confirmados este lunes en todo China.
Interrupciones en la cadena de suministros
Shenzhen, además de albergar las sedes de los gigantes tecnológicos Huawei y Tencent, es también uno de los puertos más importantes del país. Allí se ubica una de las mayores instalaciones de fabricación de Hon Hai Precision, el principal fabricante de iPhone y otros productos de Apple. En el comunicado de las autoridades locales no se especifica si los operarios del puerto entran en la categoría de trabajadores esenciales, lo que ha llevado a algunos analistas a temer que se puedan producir retrasos e interrupciones en la cadena mundial de suministros, como ocurrió en abril del año pasado, cuando ya se impusieron cierres en algunos distritos de la ciudad. Desde entonces, China ha intentado mantener sus puertos en funcionamiento pidiendo a los trabajadores que, en caso de rebrote, vivan durante semanas en los propios muelles. El repunte de casos en Shenzhen se asocia a su cercanía con Hong Kong, cuyo sistema sanitario se encuentra desbordado desde febrero. Según informa Efe, la semana pasada, Lu Hongzhou, uno de los epidemiólogos que lideran la lucha contra la pandemia en Shenzhen, lo atribuyó a las personas “que cruzan ilegalmente la frontera” desde la excolonia británica y al enorme número de camioneros que se desplazan entre ambas ciudades a diario, críticas que este lunes se pueden leer en las redes sociales chinas.
Por su parte, la capital económica y financiera del gigante asiático, Shanghái, está implementando restricciones, aunque no ha llegado a decretar el cierre completo. La mayoría de las escuelas han retomado las clases a distancia y se han cancelado los servicios de autobús interprovinciales. De acuerdo con información de la agencia Bloomberg, la Administración de Aviación Civil está debatiendo con las principales aerolíneas desviar los vuelos internacionales que deben aterrizar en esta megalópolis. Shanghái es una de las pocas urbes chinas en la que llegan vuelos del extranjero y sus viajeros tienen que guardar 21 días de cuarentena en una habitación de hotel. Ante el alza en el número de casos de transmisión local, las instalaciones de cuarentenas podrían no tener capacidad suficiente para residentes y personas procedentes del exterior.
Al igual que ocurriera cuando se detectaron los primeros casos en Wuhan, la presunta “mala gestión” y “falta de rigurosidad” a la hora de implementar los protocolos de contención ha provocado despidos entre los funcionarios locales de las provincias de Shandong, Jilin y Cantón.
A pesar de que el gigante asiático ha permanecido con sus fronteras prácticamente cerradas al exterior desde hace dos años, y a que ante cualquier atisbo de rebrote se realizan pruebas masivas y se imponen confinamientos de vecindarios, distritos y, en un caso extremo, ciudades, la llegada de la variante ómicron está poniendo en jaque los logros obtenidos en la contención del virus. De acuerdo con la Comisión Nacional de Salud, la nación más poblada del planeta apenas ha sumado un total de 116.902 contagios y 4.636 decesos desde el estallido de la crisis sanitaria en enero de 2020. Para poner en perspectiva la severidad del presente brote, que afecta a 17 de las 31 provincias del país, solo en la jornada del domingo se registraron 1.437 nuevos contagios, además de 906 asintomáticos, los cuales Pekín no computa como positivos a menos que manifiesten síntomas. Con el objetivo de mejorar las labores de rastreo, entorpecidas ante el incremento de los asintomáticos, el viernes se anunció que se permitirá la venta de pruebas de antígenos. Hasta ahora, China solo permitía analizar las pruebas en laboratorios aprobados por el Gobierno.
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