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El futuro del pasaporte covid: ¿tiene fecha de caducidad? ¿Qué pasa con los infectados que han tenido que retrasar la dosis de refuerzo?

Los expertos señalan que el certificado sirve para incentivar la vacunación, pero tiene una utilidad muy limitada para contener la transmisión del virus

Certificado covid España
Escaneo del pasaporte Covid, en un restaurante de Málaga. Getty Images
Jessica Mouzo

El certificado covid se ha convertido en una de las armas de control de esta pandemia, pero su utilidad sigue cuestionada por los expertos. El documento digital que acredita que una persona se ha vacunado contra la covid, se ha recuperado de la enfermedad o tiene una prueba negativa se mantiene como una herramienta clave para cruzar fronteras en la Unión Europea, pero la evolución de la propia crisis sanitaria ya ha obligado a hacer modificaciones en la operativa de este instrumento. A partir del 1 de febrero, el documento de vacunación en la UE tendrá fecha de caducidad a los nueve meses de recibir la segunda dosis de la vacuna y será preciso inyectarse la dosis de refuerzo para mantener su vigencia. Pero la pandemia avanza más rápido que el documento y quedan nuevas cuestiones por resolver como cuánto durará el pasaporte covid tras la tercera dosis —la UE no ha marcado un plazo—, qué pasará si llegan nuevas vacunas o, en el caso de España, qué ocurrirá con los infectados que han tenido que retrasar la inyección de la dosis de refuerzo —Sanidad recomienda aplazarla a los cinco meses del diagnóstico—, señalan los expertos consultados. Estos certificados sirven para incentivar la vacunación, pero no cortarán las cadenas de transmisión porque aún vacunada, recuperada de la enfermedad o con un test negativo, una persona puede contagiarse y contagiar.

Esta semana, el Consejo de la UE adoptó nuevas medidas asociadas al certificado covid que entrarán en vigor el mes que viene. Se trata de recomendaciones para el conjunto de países, con el fin de armonizar la normativa de viajes y alentar la vacunación de primeras, segundas y terceras dosis, pero cada Estado tiene la última palabra. Siguiendo las recomendaciones del Centro Europeo de Control de Enfermedades —que conviene la administración de dosis de refuerzo a más tardar seis meses después de la finalización del primer ciclo de vacunación—, la Comisión Europea ha acordado seis meses de validez tras completar la pauta vacunal y añade un “periodo de gracia” de tres meses más “para garantizar que las campañas nacionales de vacunación puedan adaptarse y que los ciudadanos tengan acceso a las dosis de refuerzo”.

La idea era hacer una gestión más personal y no tan territorial de las medidas de control de circulación de pasajeros. Esto es, primar el estatus sanitario del individuo por encima de la situación epidemiológica del país del que procede. Pero, en la práctica, cada país sigue teniendo el mando sobre los controles finales en sus fronteras y esta armonización está a expensas de la voluntad de los Estados miembros.

Según Toni Trilla, epidemiólogo del Hospital Clínic y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, “es evidente” que con la variante ómicron en juego, “el pasaporte covid no garantiza que no te puedas contagiar, pero sigue dando un mayor nivel de seguridad”. “Hay una reducción relativa del riesgo: el que tiene el pasaporte vacunal ahora tiene un riesgo menor de enfermedad y reduce algo el riesgo de contagio”, defiende el especialista.

Queda en el aire, no obstante, si los países mantendrán esta homogeneidad en los requisitos de viaje o impondrán más medidas, como las PCR obligatorias o las cuarentenas, independientemente del estado vacunal. Y falta por ver también cuál será la vigencia del pasaporte vacunal reforzado con la tercera dosis. “Hasta la fecha, no existen estudios que aborden expresamente la eficacia de las dosis de refuerzo en la transmisión de la covid-19 y, por lo tanto, no es posible determinar un período de aceptación para las dosis de refuerzo. Sin embargo, dados los nuevos datos, cabe esperar que la protección derivada de las vacunaciones de refuerzo pueda durar más tiempo que la derivada de la pauta de primovacunación”, justifica la UE en su página web.

Para Daniel López-Acuña, exdirector de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el pasaporte vacunal siempre ha sido una medida “imperfecta”: “No es un instrumento epidemiológico, sino destinado al control del trasiego de personas. Tiene más que ver con una medida económica y de flujo de personas porque se quieren reducir barreras, como las cuarentenas. Quieren simplificar el proceso para que la gente viaje, aunque, en rigor, no significa más protección sanitaria”. Pero apunta, no obstante, que este instrumento ha servido para “inducir la vacunación”. Precisamente, un estudio preliminar (todavía no ha sido revisado por pares ni publicado en una revista científica) con datos de Italia, Francia y Alemania, concluyó que, desde el verano de 2021 hasta finales de año, la exigencia del pasaporte covid ha permitido un aumento de las tasas vacunales de alrededor de 13 puntos porcentuales de la población total en Francia, de 6,2 puntos en Alemania y de 9,7 puntos en Italia.

López-Acuña lamenta la “falta de coordinación” entre los países y avisa de que, con los cambios en la evolución de la pandemia y las medidas de control, como las propias vacunas, “todo será muy relativo”: “¿Qué pasará si hay otra formulación de la vacuna que cubra otras variantes? ¿Qué será lo válido? ¿Dos dosis? ¿Tres? Estamos entrando en una maraña. Hay un fallo de coordinación sanitaria a nivel europeo y se están adelantando otras áreas, como la económica o la del turismo”.

La evolución de la pandemia augura escenarios todavía más complejos de coordinación entre el pasaporte covid y la realidad epidémica. Por ejemplo, entre las personas que no han terminado la pauta vacunal inicial por prescripción médica —no han completado la inmunización por riesgo de alergia grave o haber sufrido una reacción severa tras el primer pinchazo— y no tienen acceso al certificado de vacunación ni a una exención médica.

Infectados recientemente

Otro ejemplo de ciudadanos que se quedan en una especie de limbo es el de las personas infectadas recientemente. La nueva directriz del Ministerio de Sanidad señala que, si bien se permite que las personas infectadas de covid reciban la tercera dosis a partir de las cuatro semanas del diagnóstico, la recomendación de las autoridades sanitarias es que se pinchen a los cinco meses de pasar la enfermedad. Eso deja, de facto, a millones de personas en un limbo administrativo con el pasaporte vacunal, pues habrán superado los nueve meses desde la segunda dosis, su pasaporte habrá caducado, pero todavía no deben recibir la tercera dosis para ampliar su validez porque Sanidad considera más pertinente esperar cinco meses.

La solución, según Sanidad, es inyectarse la tercera dosis antes de esos cinco meses recomendables —los expertos señalan que no hay ningún peligro, aunque se optimiza más el beneficio de la vacuna pasados varios meses de la infección— o que recurran, durante ese intervalo de tiempo, a un certificado de recuperación o de prueba negativa para moverse con libertad por la UE. Pero estas opciones también tiene sus complicaciones. Para empezar, porque el documento que notifica haber pasado la enfermedad solo se administra a personas con PCR positiva que confirmase el diagnóstico y, en esta sexta ola, el colapso asistencial fue tal, que miles de personas se autodiagnosticaron desde su casa con test de antígenos. “Lo que va a tener que hacer una persona es hacerlo de forma privada, pagarse una PCR y eso es una barrera de acceso”, apunta López-Acuña.

Más allá de su uso en las fronteras, el pasaporte covid también se ha instalado en España como salvoconducto para acceder a determinados espacios públicos, como el interior de restaurantes, teatros o discotecas. Pero la situación es desigual entre comunidades y, si bien hay autonomías que lo piden, como Andalucía o Canarias, hay otras que nunca lo han solicitado (Madrid) y autonomías que han dejado de hacerlo, como Cantabria o Cataluña.

Alberto Infante, profesor emérito de Salud Internacional de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, señala que el pasaporte covid tiene dos dimensiones: “la práctica de sus efectos y la simbólica del mensaje a la ciudadanía”. Y lo explica: “Cuando se generalizó en Europa [en junio de 2021], ya no era una medida muy eficaz para reducir la transmisión, sus efectos eran escasos más allá de incentivar la vacunación. Pero ahora estamos en otro momento diferente, de altísima transmisión, y quitar ahora el pasaporte manda un mensaje simbólico de retirada de restricciones que abona la idea de que lo peor ya ha pasado. Y no es así”.


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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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