Las autoridades dan por terminada la erupción del volcán de La Palma tras 10 días sin actividad
Los científicos del Instituto Geográfico Nacional y los responsables técnicos avisan de que la emergencia sigue en pie. Una visita a la zona muestra la magnitud del evento vulcanológico más destructivo de la historia reciente de Canarias
Las autoridades han dado por concluido este 25 de diciembre el proceso eruptivo en el volcán de La Palma, 85 días después de que comenzase, una soleada tarde de domingo de septiembre, a las 15.03 (hora local). “El anuncio de hoy se resume en cuatro palabras: el volcán ha finalizado”, ha afirmado solemnemente el consejero de Seguridad y portavoz del Gobierno de Canarias y del Plan de Emergencias Volcánicas (Pevolca), Julio Pérez, quien ha añadido el “alivio” que siente tras esta confirmación.
Los expertos advierten, sin embargo, de que la actividad en el subsuelo de la isla prosigue, que lo hará durante mucho tiempo, y que la población local se tendrá que acostumbrar a terremotos periódicos.
La finalización de la erupción se certifica por los científicos tras 10 días continuados de confirmarse los signos de agotamiento del volcán, con registros bajos o poco significativos de tremor, sismicidad y emisión de materiales. El consejero Julio Pérez ha hecho el anuncio acompañado por rostros que se han hecho conocidos para la opinión pública. Por ejemplo, el director técnico, Miguel Ángel Morcuende, y la portavoz del comité científico, María José Blanco.
Plazo cumplido
“No nos gusta decir que está acabado”, explica el geólogo y vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) Stavros Meletlidis (54 años). “Desde el Pevolca se establecieron 10 días de espera. Yo propuse que fuesen más. En todo caso, este es un número sin trascendencia: la erupción puede haber finalizado, pero el proceso volcánico seguirá durante mucho tiempo”.
Fuentes de la dirección del Puesto de Mando Avanzado (PMA) aseguran que “el dispositivo es el mismo, pese al fin de la erupción”. “Aún no ha finalizado la emergencia”, sentencian. “Los efectos derivados de la actividad del volcán se mantienen. Tenemos coladas con elevadas temperaturas, procesos de desgasificación, aporte de magma caliente que está entrando en contacto con el mar en los deltas lávicos”. El PMA está zonificando el terreno y monitorizando los embolsamientos de gases para poder permitir la vuelta de algunos vecinos. “Pero su regreso no será de golpe. Hay que tener paciencia. Al menos, eso sí, hemos dado el primer paso, que es que se acabe la erupción”. Tenemos que garantizar, además”, completa el director técnico en funciones del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias, Rubén Fernández, “que todas las zonas tengan los servicios esenciales. Hay mucho por hacer”.
Mirar al futuro
Ahora, la isla mira su futuro con las cicatrices de una nueva erupción cubriendo parte de su orografía. Son 1.218 hectáreas, 370 de cultivos, cubiertas por la lava dentro de un perímetro de 60,9 kilómetros. 1.676 edificaciones destruidas, 73,8 kilómetros de carreteras sepultados. Durante estos más de tres meses, las sucesivas coladas fueron provocando la evacuación de más de 7.000 personas. De ellas, más de 2.300 se han visto directamente afectadas por los efectos de la erupción.
La primera de las tareas es solucionar la emergencia habitacional. El Gobierno de Canarias tiene previsto entregar unas 100 viviendas antes de que se acabe el año. Además, ha comenzado los trabajos para instalar casas modulares en Los Llanos de Aridane (el municipio más afectado por la erupción) y El Paso. También están los cientos de negocios arrasados. El Gobierno central ha activado líneas de ayuda (tanto directas como exenciones fiscales) a pymes, autónomos, agricultores y pescadores. Las consecuencias de los 150 millones de metros cúbicos de magma expulsados por el cono de Cumbre Vieja se extenderán durante muchos años.
Stavros Meletlidis pasea por el barrio de Tacande (El Paso), cerca de una gigante colada expulsada durante varios días desde el 30 de noviembre por una entonces recién nacida boca del volcán. Su lava brotó fiera y entró sin piedad en esta pequeña localidad, a pocos kilómetros del casco urbano. Han pasado más de tres semanas, y esta colada aún despide un calor que es capaz de anular el frío viento de otoño. El volcán está apenas a unos dos kilómetros y, a diferencia de entonces, el silencio es la norma. Alrededor, casas devoradas por la lava, muros asfixiados por la ceniza. Y un intenso olor a quemado.
El científico griego (“en realidad soy canario”, aclara entre risas) asegura haber aprendido mucho durante estos tres meses. “El volcán nos ha enseñado muchas cosas ya, y nos va a enseñar muchas más en el futuro. Sobre todo una: cómo evitar pérdidas humanas”. Estuvo presente en la erupción del Tagoro (isla de El Hierro) en 2011. Pero es en esta, en parte gracias a la tecnología y a su carácter terrestre, en la que el estudio de los volcanes ha explotado. “Para un vulcanólogo esto es una maravilla”, explica observando la boca ahora dormida. “Sin embargo, no lo he podido disfrutar de verdad por todo el daño que ha causado”. Meletlidis lleva 21 años afincado en Canarias, y conoce a la perfección esta isla. “Por las noches te asomabas y veías todo eso lleno de luces y de vida. Y no hay nada, se han perdido totalmente las referencias”, lamenta. Y añade: “La verdad es que es duro, he estado en muchas de esas casas, he cenado en mucho de esos restaurantes... es como un mal sueño”.
Un mal sueño que no ha acabado. Tras pasar por un rígido control de la Guardia Civil, el todoterreno Toyota del IGN se adentra a toda velocidad por el Parque Natural de Cumbre Vieja. Sus laderas están rebosantes de ceniza. Predomina el gris oscuro en lo que hasta septiembre fue una pista forestal. Aquí también, el olor a madera quemada es intenso. Y, pese a todo, la vida vuelve a abrirse paso tras la tragedia. “Si se fijan, ya está brotando de nuevo el verde”, señala el científico, y explica que tras millones de años de evolución, los pinos canarios se han acostumbrado a los volcanes y a los incendios.
Meletlidis para el todoterreno en pleno parque natural de Cumbre Vieja, en la zona de exclusión. Desde aquí, el volcán preside la vista del valle de Aridane. Se observa nítidamente el cono, las coladas que lo rodearon por el norte y cayeron ladera abajo hacia el oeste. Y la lengua asentada por encima de barrios enteros como Todoque, parte de La Laguna, El Pastelero, el Callejón de la Gata, las montañas de Todoque y La Laguna y, al final, el puerto de Tazacorte y los deltas lávicos creados en su entorno.
¿Qué hacer con todo este terreno ahora que ha terminado la erupción y hay que pensar en la reconstrucción? “No estoy a favor de que se conserve toda la zona de erupción”, asegura Stavros Meletlidis. “Este no será el último volcán que sufra la isla, y si le vamos quitando terreno a sus habitantes la gente le va a coger mucha rabia y, al final, se vaciará”.
Y sentencia: “Hay que darle el volcán a los palmeros”.
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