Italia decreta el uso de mascarillas en exteriores y nuevas restricciones para frenar los contagios
La FFP2 será obligatoria en los transportes y otros lugares concurridos, se prohíben las fiestas al aire libre y cierran las discotecas hasta el 31 de enero
El Gobierno italiano ha reaccionado al elevado aumento de contagios de covid de los últimos días con nuevas restricciones, para salvar la actividad durante las fiestas navideñas. Entre otras medidas, ha decretado el uso de mascarillas al aire libre en todo el país y una serie de limitaciones a las actividades de ocio, a las que solo podrán acceder las personas vacunadas o quienes hayan superado la infección. También cerrarán las discotecas y salas de baile hasta el 31 de enero. El ministro de Sanidad, Roberto Speranza, ha invitado a la población a vacunarse “lo antes posible”, dada la elevada difusión del virus y el alto riesgo de contagio de la nueva variante ómicron.
El país transalpino registró el jueves la cifra más alta de contagios desde el inicio de la pandemia, con 44.595 nuevas infecciones. Hasta el momento, el mayor pico de casos confirmados se había producido el del 13 de noviembre de 2020, cuando se detectaron 40.902, aunque por entonces se hacían muchas menos pruebas diagnósticas (254.000 frente a las más de 901.000 practicadas desde el miércoles). La diferencia de fallecimientos entre las dos fechas es también notable: 168 registrados este jueves, mientras que aquel 13 de noviembre ascendían a 550.
Después de consultar con el comité de expertos que lo asesora, el Ejecutivo de Mario Draghi decidió decretar el uso de la mascarilla en exteriores en todo el país hasta el 31 de enero. Hasta ahora, solo eran obligatorias al aire libre en las regiones que se encontraran en zona amarilla o naranja ―actualmente la mayor parte están en zona blanca, salvo Calabria, Friuli- Venecia Julia, Liguria, Las Marcas y el Véneto, que están en zona amarilla― o en el centro y lugares de aglomeraciones de algunas ciudades como Roma o Turín.
Las discotecas, salas de baile y locales similares permanecerán cerrados hasta el 31 de enero y tampoco se podrán celebrar fiestas, conciertos o cualquier tipo de acto que implique aglomeraciones en espacios al aire libre. Varias ciudades como Roma, Florencia, Milán o Turín ya habían cancelado las celebraciones públicas previstas para Nochevieja. El Gobierno había barajado otras restricciones para el ocio nocturno, como el acceso únicamente para vacunados con la tercera dosis, pero finalmente ha optado por su cierre.
Solo los vacunados o quienes hayan pasado la infección podrán consumir en el interior de bares y restaurantes y entrar a museos, cines y teatros, aunque en estos últimos no se podrá consumir comida ni bebida. Para los cines, teatros y locales en los que se realicen espectáculos en directo o eventos deportivos, tanto en interiores como en exteriores, será obligatorio llevar mascarillas de protección FFP2. Lo mismo vale para los medios de transporte, desde trenes a aviones, pasando por barcos, tranvías, metros y todo el transporte público.
Además, desde febrero se reducirá de nueve a seis meses la validez del pasaporte covid, que certifica que el portador está vacunado, ha pasado la infección o se ha realizado una prueba de detección con resultado negativo en las últimas 48 horas. Este salvoconducto sanitario es prácticamente imprescindible para la vida cotidiana en Italia, ya que es obligatorio también para acudir al trabajo. El tiempo mínimo para aplicar la tercera dosis se reduce de los cinco a los cuatro meses, por expresa recomendación de los científicos que asesoran al Gobierno.
El Ejecutivo de Mario Draghi está valorando además ampliar la vacunación obligatoria. Hasta ahora, solo lo es para los trabajadores sanitarios, los profesores, los militares y las fuerzas del orden. “Es una medida que nunca se ha excluido”, ha confirmado el primer ministro.
Un estudio del Instituto Superior de Sanidad ha confirmado la rápida difusión de la variante ómicron del coronavirus y ha estimado que la nueva mutación es la responsable de al menos el 28% de los nuevos positivos registrados en el país, cuando hace apenas dos semanas solo aparecía en el 0,19% de los casos.
Por otro lado, ante la gran demanda de estos días, es cada vez más difícil gestionar la realización de pruebas de detección de coronavirus. Las empresas sanitarias no son capaces de hacer todas las pruebas moleculares que quisieran, las farmacias no consiguen llegar a todas las peticiones de test de antígenos y las pruebas de autodiagnóstico están agotadas en muchos sitios.
La demanda de estas pruebas ya era alta, ya que los no vacunados ―al menos siete millones de personas― las necesitaban para acudir al trabajo o para gran cantidad de actividades. Pero con el aumento de los contagios, la rápida difusión de la variante ómicron y ante la proximidad de las fiestas navideñas y de las reuniones familiares, las peticiones se han disparado. Solo el pasado martes, Protección Civil registró 640.000 pruebas de antígenos, cuando hace un mes, el 23 de noviembre, se hicieron 100.000 menos.
La creciente demanda de pruebas preocupa a las autoridades sanitarias y a los médicos de familia, que empiezan a tener dificultades para diagnosticar el virus. Además, cada vez hay menos rastreo de contactos de personas positivas y se ha alargado el tiempo que se tarda en identificar los casos sospechosos, incluso cuando son sintomáticos.
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