Los nuevos Me Too de Francia
En vísperas del día internacional de la lucha contra la violencia hacia las mujeres, miles de francesas salen a la calle y denuncian casos de abusos en la política y los medios
Una nueva oleada de Me Too recorre Francia. Esta vez, son las mujeres de la política y de los medios de comunicación las que, en las últimas semanas, han tomado la palabra para denunciar las violencias sexuales a las que se han visto sometidas y para reclamar que nunca más sea posible elegir un responsable político acusado de abusos o que una estrella mediática pueda aprovecharse de su posición para vejar a una mujer.
Los tiempos no son casuales. Con la mira en el 25 de noviembre, día internacional de la lucha contra la violencia hacia las mujeres, organizaciones feministas llamaron a las mujeres (y hombres) de todo el país a salir a la calle este sábado, en una manifestación a la que, solo en París, acudieron hasta 50.000 personas, según el colectivo organizador, Nous Toutes (18.000 según la policía), una cifra similar a la última protesta, en 2019.
“Manifestarse hoy es más necesario que nunca”, decía Mélanie, que acudió con su hija adolescente a la convocatoria parisina. “Todavía no se ha arreglado el problema de fondo, porque no se aplican las leyes ni se dan los medios, y por eso no avanzamos”.
“En el Parlamento, en ayuntamientos, consejos departamentales y regionales, hombres acusados, a veces condenados por violación, agresión sexual, agresión contra un menor o por violencia sexista son elegidos, pese a los discursos sobre la lucha contra la violencia machista, pese a nuestras repetidas alertas”, escribieron el lunes 285 mujeres relacionadas con el mundo de la política y la universidad en una tribuna publicada en Le Monde. Tres de los candidatos o casi candidatos a las presidenciales de 2022 —que no nombraron, pero que la prensa ha identificado como el polemista de ultraderecha Éric Zemmour y los menos conocidos François Asselineau y Jean Lassalle— han sido “citados en numerosos testimonios de agresiones sexuales”, agregaron, a la par que indicaron que también entre los 577 diputados que se deberán reelegir el año que viene hay “algunos autores de violencias sexistas o sexuales”.
Las firmantes del Me Too político, entre ellas las diputadas ecologistas Karima Delli y Delphine Bato, Danièle Obono de Francia Insumisa, así como la vicepresidenta del Senado y exministra socialista Laurence Rossignol, reclaman el fin de la “omertà” sobre el tema y que “el mundo político asuma sus responsabilidades”. Ello implica, dicen, que los partidos “descarten de sus filas a los autores de violencia machista”, además de “mostrarse ejemplares” en la designación de candidatos, evitando el nombramiento de cualquier hombre sospechoso de violencia sexual.
“Este es el momento, los partidos políticos se están organizando ahora para las elecciones de 2022, designando a los candidatos y construyendo los equipos de campaña”, explica por teléfono Fiona Texeire, consejera en la alcaldía de París y una de las autoras de la tribuna. “Es importante que no haya hombres violentos en esos equipos, porque esos equipos van a alimentar luego los gabinetes ministeriales, los entornos de diputados”. Texeire subraya también la importancia de comprobar las listas de diputados, “porque una vez elegido, si agrede a su colaboradora o a otra mujer, es muy complicado destituirle porque no está previsto por ley. Por eso hay que hacer prevención y evitar nominar a depredadores sexuales”, dice.
La tribuna, que ha tenido un gran eco en Francia, ha ido acompañada por la creación de la etiqueta #MeTooPolitique y una web (metoopolitique.fr) para que las mujeres puedan contar sus casos. Su petición para que los partidos se comprometan a no contratar ni nombrar a hombres acusados de abusos sexuales supera ya las 20.000 firmas.
Días antes del Me Too político, se desataba el mediático, cuando varias periodistas muy conocidas denunciaron haber sido, ellas también, víctimas de agresiones sexuales de Patrick Poivre d’Arvor, PPDA, un presentador estrella de informativos en los años 90 y 2000 que ha negado cualquier abuso, pese a que varias mujeres lo han denunciado por violación, en un caso que la justicia ha archivado por prescripción o falta de pruebas. Las comunicadoras también han creado una asociación, #Metoomedias, para “aportar escucha, protección y acompañamiento jurídico si es necesario”, explicó la periodista Emmanuelle Dancourt a la Agencia France Presse.
En los pasados meses, también el mundo del teatro y de la educación superior denunciaban sus propios casos de acoso sexual, al igual que desde 2017 lo han hecho mujeres del mundo del deporte o del cine.
“La liberación de la palabra de las mujeres ha permitido, por ejemplo, demostrar que uno de cada siete deportistas sufre violencias sexistas o sexuales antes de cumplir los 18 años y que el 83% de ellos son mujeres”, destaca el Alto Consejo para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, un ente asesor del Gobierno, en su último informe anual sobre “el estado del sexismo en Francia”, dedicado ampliamente en esta ocasión al fenómeno Me Too y al “sexismo en la prensa escrita” francesa, tanto en sus redacciones —solo un tercio son mujeres, en promedio— como en contenidos, dado que “los hombres son en más del 80% el sujeto principal de los artículos publicados”.
La violencia sexual sigue siendo un problema grave en Francia. Esta semana se conoció la muerte de la víctima número 101 del año por violencia machista. 2020 había cerrado con 102 feminicidios, 2019 con 146, según cifras oficiales. De acuerdo con Nous Toutes, unas 220.000 mujeres son víctimas de violencia sexual cada año y 94.000 son violadas. A pesar de las promesas de mejorar la atención a las víctimas de violencia machista, alrededor del 40% de las víctimas no logran una plaza de albergue y solo el 12% obtienen una adaptada a sus necesidades, con acompañamiento jurídico y psicológico, reveló esta semana la Fundación de las Mujeres. Y en este 2021 en que Francia ha abierto por fin los ojos ante el problema de los abusos de menores en el seno de la familia (incesto) y del círculo próximo, se constata una vez más también que la abrumadora mayoría de estas víctimas, 9 de cada 10, son niñas, según la Comisión independiente sobre el incesto y las violencias sexuales contra menores (Ciivise).
“Todos los MeToo dicen la misma cosa: necesitamos políticas de prevención, educación y formación”, reclamó la portavoz de Nous Toutes, Marylie Breuil, al inicio de la manifestación parisina.
El problema de la violencia sexual en campos como la política o las artes en Francia no son nuevos, como lo demuestra el ultra famoso escándalo de Dominique Strauss-Kahn o las nuevas acusaciones en los últimos años contra Roman Polanski y otros directores de cine galos.
¿Hay ahora más sensibilidad hacia el tema? Por un lado, parecería que sí. Varios partidos de izquierda y ecologistas, entre ellos el Socialista —que lleva como candidata a la presidencia a una mujer, Anne Hidalgo, pero que también fue el partido de Strauss-Kahn— han firmado ya el compromiso propuesto por el MeToo Politique de no incluir en sus listas a sospechosos de abusos sexuales, confirma Texeire.
Las denuncias también han resonado en la responsable de Igualdad del Gobierno de Emmanuel Macron, Elisabeth Moreno, que ratificó esta semana en la emisora Franceinfo el problema sexista en el mundo de la política, “un mundo hecho por hombres para hombres con reglas muy masculinas”, denunció. El 80% de los alcaldes y el 60% de los diputados franceses son hombres y Francia solo ha tenido una primera ministra y ninguna presidenta, ni del país ni del Parlamento, recuerda al respecto Texeire. “No he visto tanto sexismo ni violencias sexuales en el mundo de la construcción y de las tecnologías como veo hoy en la política”, dijo Moreno, que procede de la empresa privada y que forma ahora parte de un gabinete en el que uno de sus ministros, el responsable de Interior Gérald Darmanin, también ha sido acusado de abusos sexuales, aunque la investigación ha sido cerrada.
Ahí está también, todavía, el caso de Georges Tron. El alcalde de Draveil, al sur de París, y secretario de Estado con Nicolas Sarkozy fue condenado el pasado febrero a tres años de prisión firme por violación y agresiones sexuales. Aun así, siguió ejerciendo como alcalde, desde la cárcel, durante tres meses. Acabó dimitiendo a finales de mayo, pero Tron todavía es consejero municipal. Una muestra, señala Texeire, de la dificultad legal de sacar a un agresor de un cargo y de la importancia de prevenir y no incluirlo jamás en una lista electoral.
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