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“Algunos países ricos están poniendo en peligro el acceso equitativo a las vacunas”

Benjamin Schreiber, coordinador adjunto de vacunación de Unicef, teme que un pasaporte de inmunización refuerce la desigualdad en el mundo

José Naranjo
Llegada de vacunas a Accra (Ghana), el pasado miércoles.
Llegada de vacunas a Accra (Ghana), el pasado miércoles.Kofi Acquah / UNICEF / HANDOUT (EFE)

La iniciativa público-privada Covax, impulsada por la Alianza por las Vacunas Gavi y la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el apoyo de Unicef y otros socios, que pretende distribuir unos 2.000 millones de vacunas contra la covid en los países de renta media y baja este año, ha comenzado la inmunización estos días en Ghana y Costa de Marfil. También han empezado a llegar las primeras dosis a Colombia, Nigeria, Angola, Camboya y República Democrática del Congo. La previsión es lograr 237 millones de dosis distribuidas en 142 países a finales de mayo. El apoyo financiero de la UE, EE UU y otros países ricos es clave, pero al mismo tiempo la firma de acuerdos de gobiernos del primer mundo con los fabricantes de vacunas amenaza la iniciativa, como advierte desde Nueva York Benjamin Schreiber, coordinador adjunto de vacunación de Unicef Internacional.

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Pregunta. ¿Es realista el objetivo de distribuir 2.000 millones de dosis en un año?

Respuesta. Es realista, pero a la vez es complicado. Las dosis están ahí, pero son las que son, no hay más. Hay riesgos e incertidumbres sobre todo el proceso y nos estamos encontrando problemas, tanto a la hora de la fabricación como de la exportación.

P. Hace unos días Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, denunció que la firma de acuerdos entre gobiernos y fabricantes pone en peligro estas previsiones de Covax. ¿Por qué?

R. Porque las dosis no son ilimitadas, por eso creamos Covax, para que ningún país se quedara excluido de la vacunación. Pero algunos países ricos están poniendo en peligro el acceso equitativo a las vacunas. Ese es un riesgo que conocíamos y sobre el que hemos estado pensando mucho desde el principio. El problema es que en las últimas semanas nos estamos encontrando con más acuerdos bilaterales (entre gobiernos y empresas) de lo que teníamos previsto. Covax lo integran más de 180 países y podemos negociar precios más interesantes que si van por libre. Pero los gobiernos quieren vacunas cuanto antes, esa es la realidad y tenemos que gestionarlo. Ya estamos en marcha, cada día salen vuelos con vacunas y eso está bien, pero hay que admitir que aún es insuficiente. A partir del verano se va a acelerar la distribución.

P. ¿Por qué es importante Covax?

R. Nuestro objetivo principal es que no se colapsen los sistemas públicos de salud de los países más desfavorecidos, vacunar a los trabajadores y a las personas en riesgo para evitarlo. Hay tres razones fáciles de entender. La primera es por una cuestión de equidad moral. Yo vivo en EE UU y me gustaría que todo el mundo a mi alrededor se pueda vacunar, no solo los que viven en casas grandes y bonitas. Esto aplica también para el mundo en general, no puede ser que en el primer mundo se hable de inmunidad de grupo mientras hay países que ni siquiera han empezado. En segundo lugar, es una cuestión de salud pública. Si quedan países no protegidos, el virus seguirá circulando y puede haber mutaciones. Y, finalmente, por una cuestión económica, hasta que no detengamos la circulación del virus en todos los sitios no habrá reactivación mundial.

P. ¿La negativa de los fabricantes a liberalizar las patentes supone también un contratiempo?

R. Se habla mucho de las patentes y está bien, pero lo que nosotros queremos es que haya verdadera transferencia de tecnología a los países en desarrollo. Es más complicado aún que liberalizar las patentes, pero es una estrategia con futuro. El mundo tendrá más pandemias y tenemos que estar atentos, este es el momento de prepararse para la próxima. Y no solo hablo de vacunas, también de otras cuestiones como por ejemplo la terapia de oxígeno, la fabricación de guantes y mascarillas adecuadas, etcétera.

P. ¿Qué lugares del mundo les preocupan más?

R. África nos inquieta, aún hay muchos países donde no se ha dado un solo pinchazo. En América Latina han comenzado en casi todos, aunque no sean vacunas de Covax, sino a través de acuerdos bilaterales. Pero nos preocupa también lo que pase cuando lleguen las dosis a todos los rincones, lo que llamamos la desigualdad dentro de los propios países. En Senegal, por poner un ejemplo, no sirve de nada que las dosis se queden solo en Dakar o que lleguen a Dakar y Saint Louis, solo en las principales ciudades. Que las zonas rurales o los suburbios o las áreas en conflicto se queden sin vacunas nos preocupa mucho.

P. En ese sentido, ¿tienen mecanismos de seguimiento para que se llegue al último rincón?

R. Unicef apoya los planes nacionales de vacunación y estamos en el terreno junto a la OMS para hacer seguimiento, pero son los gobiernos quienes los ejecutan.

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P. ¿Qué opina del proyecto de pasaporte de vacunación de la UE?

R. No conozco los detalles de la iniciativa, pero un pasaporte vacunal podría reforzar aún más esa desigualdad de la que hablamos en la medida en que los habitantes de terceros países se podrían quedar fuera de la recuperación mundial o incluso muchas personas dentro de la propia UE. Es algo que hay que gestionar con sumo cuidado.

P. Han comenzado a distribuir la vacuna de AstraZeneca y Pfizer en Ghana, Costa de Marfil y Colombia, ¿por qué estas dos?, ¿es suficiente?

R. Es Gavi quien se ocupa de esa tarea y selecciona las vacunas adecuadas. Estamos trabajando con dosis de AstraZeneca fabricadas en Corea del Sur y la India y con Pfizer. Pero nos encantaría poder hacerlo con más, desde que otras sean aprobadas podremos acceder a más dosis. En ese sentido esperamos buenas noticias pronto.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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