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Ocho camas UCI y una ‘ambulancia covid’ para una provincia ahogada por el virus: “Si esto sigue así, no sabemos qué va a pasar mañana”

Con una incidencia al alza, Teruel afronta uno de sus peores momentos de la pandemia con la escasez de personal y recursos que sufre desde hace años. La planta covid y la de cuidados intensivos está al límite

Dos trabajadores de la única ambulancia covid de Teruel, este viernes. 


Foto: Inma Flores
Dos trabajadores de la única ambulancia covid de Teruel, este viernes. Foto: Inma FloresINMA FLORES
Patricia Peiró

Desde una gran cristalera, se ve a dos celadores sentados frente a las pantallas con las constantes vitales y el nivel de saturación de siete pacientes. En segundo plano, esas siete personas, unas intubadas y otras no, batallan por su vida contra el coronavirus. Solo se ve una cama libre, la única que queda disponible en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Obispo Polanco de Teruel.

Carmen Pérez, jefa de enfermeras de la UCI, ayuda a una compañera con EPI (equipo de protección individual) y máscara protectora a envolver en plástico una tableta para que un paciente de 55 años pueda hablar con su mujer. “Estábamos acostumbrados a picos de epidemias como la de gripe, pero no a que esta ocupación se prolongara tanto en el tiempo”, reconoce. Antes de la pandemia, esta unidad disponía de seis camas para una población de más de 134.000 personas.

La incidencia en la provincia de Teruel marca 1.449 casos por cada 100.000 habitantes (la de España se sitúa en 865). Todos sus indicadores han empeorado en la última semana. El porcentaje de positividad roza el 30%. El mes de enero ha dejado en la comunidad de Aragón 302 muertes, de las que 38 se han producido en Teruel, aunque el peor mes de esta provincia fue noviembre, cuando registró 90 decesos. El perfil de los contagiados puede ser la clave para explicar que, a pesar de la alta incidencia, el número de fallecimientos no registre máximos. El 26 de enero la provincia notificó su récord de positivos en un solo día, 256, pero los profesionales del hospital aseguran que la media de edad de los ingresados ha bajado hasta la franja de los 45 a 65 años. En estos datos se engloban los del brote de la cárcel, que suma hasta ahora 141 positivos (10 de ellos, funcionarios).

El resto de la comunidad autónoma ha mejorado en las últimas semanas e incluso ha podido relajar algunas medidas. Una parte del incremento de contagios se debe a los encuentros navideños, pero hay otros factores que podrían explicarlos. Juan José Badiola es director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Universidad de Zaragoza: “Todo apunta al contacto con la Comunidad Valenciana y Cataluña. Ha habido varios brotes vinculados al contacto con estas comunidades. Cada día hay estudiantes que van y vienen, gente que va a comprar, trabajadores...”. Algunos expertos apuntan también a la presencia de la variante británica, aunque no se ha confirmado. El Instituto de Salud Carlos III y otro centro en Aragón van a estudiar en los próximos días muestras para comprobar esta hipótesis.

Dos celadores, sentados en el mostrador de la UCI del hospital de Teruel.
Dos celadores, sentados en el mostrador de la UCI del hospital de Teruel. INMA FLORES

Un piso más arriba de la UCI, en la llamada planta covid, se vive el ajetreo de un pasillo a rebosar. Es la hora de la comida y hay que pasar por 17 habitaciones dobles, todas llenas. Silvia Carrasco es la supervisora de medicina interna: “No tenemos más espacio físico, ni más personal, como en marzo. Estamos llamando a gente en sus días libres. El miedo que tenemos es que si esto sigue así, no sabemos qué va a pasar mañana”. Esta semana se han habilitado algunas camas extra en el piso superior. Se queda pensando un segundo y reflexiona: “Esto se veía venir ya desde finales de diciembre”.

El hospital de Teruel es uno de los más antiguos de España. Las instalaciones fueron inauguradas por Franco en 1953. En 2011, el entonces presidente socialista aragonés Marcelino Iglesias anunció la construcción de un nuevo centro. La primera piedra se puso en 2019. “Las infraestructuras no son las ideales para acometer una pandemia. La capacidad de los hospitales pequeños se ve más fácilmente superada cuando hay un volumen de pacientes alto”, admite José María Abad, director general de Asistencia Sanitaria de Aragón.

Ana Garzarán es la directora del hospital desde finales de 2019. “Miro los datos de contagios cada día y sé lo que nos va a llegar. Ahora mismo la bolsa de empleo está vacía, no podemos incorporar a nadie más”, indica. La falta de facultativos es un mal estructural de esta provincia. No solo es que escaseen en plena pandemia, sino que cuando se ofrecen puestos fijos, no se cubren. El motivo se engloba en un problema mayor, que es el de la falta de atractivo de la España vacía. Jordi Colomer, experto en gestión sanitaria y exgerente del hospital Vall d’Hebron, de Barcelona, cree que hay que encontrar nuevas fórmulas para acabar con este problema endémico de las zonas despobladas. “¿Cómo fijas profesionales en una ciudad así? Tienes que dar un sentido a ese hospital para que los médicos quieran ir allí. Que tengan un enriquecimiento personal a través de aulas virtuales para que puedan hacer algo más que guardias y atender a seis camas de UCI”, plantea. Si el hospital de Teruel llega a su límite, comenzarán los traslados a Zaragoza.

A la falta de sanitarios y plazas en el hospital, se une la del transporte de emergencias. La provincia de Teruel tiene una superficie de más de 14.000 kilómetros cuadrados, casi tanto como la de La Rioja, Madrid y Cantabria juntas. Cuenta con una red de 23 ambulancias, pero solo una destinada exclusivamente al traslado de pacientes covid. “Ese vehículo está preparado para una desinfección más rápida y cuenta con dos personas, lo que es imprescindible para que los compañeros se ayuden a quitarse el traje de protección y puedan trasladar al paciente, mientras el otro ejerce de conductor”, explica Pedro Royo, técnico de ambulancia de Teruel. “Hay técnicos que no cuentan con una base operativa, sino que tienen el vehículo en su casa y esperan las llamadas desde ahí. Es muy difícil que ellos se puedan hacer cargo de los servicios covid porque van solos y luego tienen que volver a sus domicilios, con el riesgo de contagio que conlleva”, añade. “Sabemos que existe una reclamación, pero para nosotros, lo que es importante es que se pueden mover ambulancias y personal de un sitio a otro. Esto no se trata de tener un vehículo exclusivo para pacientes covid”, apunta José María Abad.

Sania Sehb, de 23 años, y Diego Túnez, de 21, forman uno de los dos equipos de este transporte específico para pacientes positivos en coronavirus. Sehb comenzó a trabajar hace ocho meses, no ha vivido otra cosa en su profesión que no sea una pandemia. “He visto a mucha gente sufrir, estoy cansada”, cuenta en un momento en el que puede parar a tomar un café. El temporal dificultó aún más su trabajo. “Tuvimos que recoger a un matrimonio en Gea de Albarracín (376 habitantes) que vivían en una casa aislada. Nos prestaron una pala y abrimos el camino hasta su casa”, relata.

 Un vecino pasea por Utrillas, este sábado.
Un vecino pasea por Utrillas, este sábado. INMA FLORES

“Algunos se enfadan porque llegamos tarde, otros son más comprensivos. Otras veces haces el servicio lo más rápido posible y luego te toca esperar en la rampa del hospital media hora porque la zona de ingresos está saturada”, señala Túnez. Antes de acabar la frase su teléfono vuelve a sonar: “Otro servicio, esto es en un pueblo que está a dos horas, nos vamos”. La última parada del día para esta ambulancia es Utrillas, a una hora de la capital (70 kilómetros). Un pueblo de 3.000 habitantes con una incidencia de 2.000 casos por cada 100.000 habitantes.

Los vecinos comentan los últimos datos de contagios. “En la última semana, más de cien. Hacemos un bando casi diario por los altavoces para recordar a la gente que se quede en sus casas y hemos tenido que llamar varias veces a la Guardia Civil por reuniones en peñas y otros sitios”, relata Alfonso Tomás, concejal del Ayuntamiento. “Ni invertimos en cultura, ni en deporte. Este año hemos comprado con nuestros fondos 1.000 botes de gel y 7.000 mascarillas”, resume. Lo explica al lado del centro de salud, referencia para 13 pueblos y que cuenta con una doctora que va cada día desde Zaragoza, y cuatro enfermeras. Con este personal, el rastreo de casos se hace casi imposible.

A unos metros, el bar Parada tiene las persianas echadas. Toda la familia está contagiada. “La primera que dio positivo fue mi hija, lo cogió en el instituto. Ella lo ha pasado peor, nosotros lo hemos llevado bien, pero a nosotros no nos ha llamado ningún médico”, detalla Consolación Palacios, la propietaria del establecimiento, por teléfono desde su casa, donde permanece confinada. “Me han dicho que esté aislada 10 días, yo estaré 15 por si acaso y con el bar cerrado y sin ayudas”, se queja.

Tomás, el concejal, se despide con un lamento: “A ver si nos ayudan un poco, nosotros ya hacemos todo lo que podemos”.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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