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Crónica de la cuarentena por el coronavirus | Día 1: Visita familiar a dos metros de distancia

Los 21 españoles repatriados desde Wuhan, entre ellos el corresponsal de EL PAÍS, pasarán los próximos días en el hospital Gómez Ulla de Madrid

Madrid desde la planta 17 del hospital Gómez Ulla.
Madrid desde la planta 17 del hospital Gómez Ulla.Jaime Santirso

Dictan las buenas formas que a la hora de abrir un nuevo capítulo lo primero es presentarse. En ese sentido solo diré que en ocasiones uno sale de casa con la maleta hecha para cubrir durante cuatro días el descubrimiento de un nuevo virus en Wuhan y acaba escribiendo el diario de una cuarentena en Madrid, vestido con un pijama del hospital militar Gómez Ulla. Ahí me detendré, porque el periodismo que me enseñaron obliga a llevar con brida corta la primera persona, y porque los detalles entremedias son de sobra conocidos para cualquiera que haya abierto un diario en la última semana.

Los 21 repatriados españoles ya hacemos vida en la planta 17 del centro de salud madrileño. La 18 continúa vacía, en previsión de que alguno manifieste síntomas de haber sido infectado con el coronavirus 2019-nCoV. Nuestro primer día allí empezó temprano. A causa del desfase horario, la zona estuvo pronto llena de vida, con varias personas desayunando juntas en la sala de estar. Al otro lado de la ventana la luz se abría paso sobre Madrid: en ningún lugar amanece como en casa.

Unas horas después, la jefatura del hospital se dirigió a nosotros. De boca de los médicos, que fueron presentados con rango castrense, salieron dos mensajes fundamentales. “Ustedes no son enfermos”. “Han pasado una situación angustiosa, busquen el apoyo del grupo”. Ofrecieron ayuda psicológica para quien lo necesitara. Las visitas están permitidas, aunque apuntaron: “Se llevarán a cabo bajo su responsabilidad y la de sus seres queridos”.

La primera cita del día era el derbi madrileño. Al fin y al cabo, nos repatriaron por ser españoles. No hubo manera de ponerlo en la sala de estar, por lo que los huéspedes —que no enfermos— nos juntamos en una habitación, y vimos la bola correr sobre el verde en la pantalla de un ordenador portátil. La mayoría de los espectadores eran neutrales: en la planta 17 el Betis es el primer equipo. Aun así, todos estuvimos de acuerdo en que fue penalti de Casemiro. “¡Clarísimo!”.

Al rato empezaron las primeras visitas de familiares. Cada una de ellas tiene media hora de duración: 20 minutos de encuentro y 10 para ponerse la protección, que consiste en mascarilla y una bata. En el centro de la planta se ha dispuesto un espacio, delimitado por dos biombos blancos para crear la falsa ilusión de privacidad. Las familias y los evacuados se sientan en sillas enfrentadas, a dos metros de distancia, y no puede haber ningún contacto físico. Otros optan por extremar las precauciones y hablar a través de la puerta.

Este primer día también supone el inicio de la cuenta atrás. En dos semanas y si no desarrollamos ningún síntoma, abandonaremos la cuarentena para acercarnos un poco más a la normalidad. Para regresar a nuestros hogares o retomar la vida en Wuhan, deberemos esperar a que la ciencia doblegue al coronavirus.

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