La polarización alimenta en Brasil la batalla política sobre las vacunas y su aprobación
La OMS reclama a las autoridades que actúen ante el aumento de casos mientras las UCIs se llenan y arrecia el enfrentamiento entre mandatarios que apadrinan inyecciones distintas
Los contagios de covid aumentaron tanto en Brasil a lo largo de octubre que este lunes la Organización Mundial de la Salud le dio un toque de atención. Pidió a las autoridades que se tomen este repunte “muy en serio” porque los números son “muy preocupantes”. Otros aspectos causan inquietud a los especialistas: el Gobierno federal tiene almacenados a punto de caducar más test PCR de los que ha hecho la red pública y se está gestando una formidable batalla política en torno a la aprobación de las vacunas porque cada una tiene su propio padrino político en Brasil. No solo se trata de inmunizar a los brasileños, sino del potencial negocio de fabricarla para el resto de la región.
Los políticos brasileños polemizan mientras los jueces analizan si la vacuna debe ser obligatoria (cuando la haya) y los científicos y sanitarios se echan las manos a la cabeza porque la ocupación en las unidades de cuidados intensivos de una quinta parte de los Estados supera el 90%; Río de Janeiro roza el colapso con más del 92% de las camas de cuidados intensivos en uso. Brasil es el segundo país del mundo con más muertos (174.000) y el tercero en casos (6,4 millones).
El Ministerio de Salud anunció las líneas generales de su programa de inmunización la víspera de que el Reino Unido se haya convertido este miércoles en el primer país del mundo en autorizar una vacuna. Pero el proceso para otorgar el permiso está salpicado por la polarización, que en Brasil lastra la gestión de esta crisis sanitaria desde el minuto uno. Ante la falta de liderazgo del presidente Jair Bolsonaro, cada gobernador se buscó la vida y algunos firmaron directamente sus propios acuerdos con fabricantes mientras el país se convertía en laboratorio de cuatro ensayos clínicos.
El Gobierno federal tiene un pacto con AstraZeneca y la Universidad de Oxford para la compra de 100 millones de dosis (o sea, casi la mitad de la población), mientras el gobernador del Estado de São Paulo, João Doria, lo ha apostado todo al compuesto desarrollado por la firma china Sinovac. Doria ha recibido este jueves un millón de dosis que quedan almacenadas a la espera de que finalicen los ensayos clínicos y la agencia brasileña de vigilancia sanitaria (Anvisa) emprenda el proceso de autorización. Simultáneamente, Bolsonaro siembra dudas con el argumento de que la inyección viene de China y proclama que él no piensa vacunarse. Con 65 años, pasó la enfermedad sin secuelas.
El gobernador del São Paulo, el Estado más rico, más poblado y que acumula más muertes por la covid, expresó abiertamente hace unos días en una entrevista su temor de que esa acritud tenga consecuencias: “Sospechamos que Anvisa puede sufrir interferencias políticas de la presidencia y podría no actuar con la independencia que debería”, dijo a Metropoles. Doria fue más allá. Llegó a amenazar con utilizar la vacuna sin el visto bueno formal de la agencia brasileña si la inyección de Sinovac es aprobada en EE UU, la Unión Europea o Asia, cosa que sería ilegal. Anvisa contempla realizar autorizaciones de emergencia, pero por ahora ninguna empresa lo ha solicitado.
La vacuna china se ha convertido en el plato fuerte de las aspiraciones presidenciales del gobernador Doria para dentro de dos años. El lote recibido es parte de los seis millones de dosis que ha comprado. El Instituto Butantan de salud pública participaría en una futura fabricación autóctona en cooperación con Sinovac. Su equivalente en Río de Janeiro, la Fundación Fiocruz, colabora en la vacuna de AstraZeneca y Oxford, cuyas primeras dosis se esperan para febrero próximo.
Los primeros detalles sobre cómo será la vacunación fueron difundidos este martes por el Ministerio de Salud brasileño. La prioridad serán los trabajadores sanitarios, los mayores de 75 años y los indígenas. Como país inmenso y tropical, para las autoridades es importante que las vacunas del coronavirus encajen en su cadena de frío y puedan conservarse por largos periodos a entre dos y ocho grados centígrados. Un requisito que excluiría las de Pfizer y Moderna, que exigen más frío. El ministerio trabaja en el marco del muy rodado programa nacional de vacunación que históricamente alcanzaba altas tasas de cobertura, que va mermando ante el avance de los movimientos antivacunas.
Otro de los déficits brasileños relevantes en esta crisis sanitaria es la escasez de test realizados, lo que resulta en una infranotificación de casos además de cegar a los gestores, que no pueden saber quién está enfermo para aislarlo y cortar la cadena de contagios. El último capítulo en el culebrón de los test es que el ministerio tiene, parados en un almacén, siete millones que caducarán el mes que viene, según reveló el diario Estadão. El que sean un millón más que todos los análisis PCR realizados en la red pública da el calibre del fiasco. Motivo de risas en las redes ha sido que ocurra cuando el ministro de Salud es general experto en logística que llegó al cargo tras la destitución de dos médicos.
Y aunque la velocidad de los contagios se ha frenado, está por encima de uno a nivel nacional con las habituales diferencias territoriales. Mientras Río debate si retoma las clases presenciales en la universidad, São Paulo anunció al día siguiente de las elecciones municipales que reduce el aforo de los bares y otros establecimientos.
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