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El Congo queda libre de ébola

La RDC anuncia el fin del último brote activo, que fue controlado en cinco meses gracias a la vacunación y a que se produjo en una zona de difícil acceso, lo que ralentizó los contagios

José Naranjo
Información acerca del ébola a la entrada de un lavabo de mujeres en Aeropuerto Internacional de Goma, en República Democrática del Congo, el 30 de septiembre.
Información acerca del ébola a la entrada de un lavabo de mujeres en Aeropuerto Internacional de Goma, en República Democrática del Congo, el 30 de septiembre.Europa Press

La República Democrática del Congo (RDC) ha declarado este miércoles el fin oficial del brote de ébola que se declaró el pasado 1 de junio en la provincia de Ecuador y que provocó 130 casos y 55 muertos. “Con gran alegría declaro solemnemente el fin de la undécima epidemia de ébola”, ha dicho a la prensa el ministro de Sanidad, Eteni Longondo. La existencia de una vacuna que fue rápidamente administrada a más de 40.000 personas y que se trate de un área remota de pequeños pueblos dispersos, lo que ralentizó los contagios, y donde, además, ya hubo brotes anteriores fueron claves para su control en solo cinco meses.

Con esta declaración oficial, que se produce 42 días después de que el último paciente diera negativo, la RDC queda libre de ébola. Este brote tuvo una mortalidad del 43%, sensiblemente inferior al 67% que se alcanzó en el anterior que afectó al noreste del Congo entre 2018 y junio de 2020 y que provocó más de 2.200 fallecidos, el segundo peor de la historia tras la epidemia que golpeó a África occidental en 2014-2016, que se saldó con más de 11.000 muertos y se extendió por cinco países de la región con contagios en Estados Unidos y Europa. Desde entonces, los avances en la lucha contra esta enfermedad han sido importantes.

“En el brote de Ecuador, la vacuna se pudo utilizar desde el primer momento y eso está claro que puede haber jugado un papel importante en la reducción de la propagación del virus”, asegura el doctor Guyguy Manangama, coordinador de la respuesta a este brote de ébola de Médicos sin Fronteras (MSF). La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que 40.580 personas fueron inmunizadas, lo que conllevó un enorme esfuerzo logístico. “Superar uno de los patógenos más peligrosos del mundo en comunidades remotas y de difícil acceso demuestra lo que es posible cuando la ciencia y la solidaridad se unen”, ha manifestado la directora de la OMS para África, la doctora Matshidiso Moeti, a través de un comunicado.

Para poder mantener la cadena de frío y hacer llegar la vacuna, desarrollada por Merck, a pueblos dispersos sin electricidad, a los que en ocasiones solo se podía acceder a través de vías fluviales o de pistas en muy mal estado, se utilizaron unos congeladores especiales que mantenían la temperatura en torno a los 80 grados bajo cero en periodos de hasta una semana. “Esta tecnología será útil cuando se lleve una vacuna contra la COVID-19 a África”, añadió la directora regional de la OMS. En esta ocasión se adoptó la estrategia de vacunar a todo el pueblo donde hubiera casos y no solo a los contactos directos, lo que también fue posible gracias a una mayor aceptación de la comunidad.

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Los primeros casos se registraron en el barrio de Air Congo de la ciudad de Mbandaka y el brote se fue extendiendo de manera lenta pero alcanzando una amplia zona, afectando a 13 de las 17 áreas sanitarias de la provincia de Ecuador. “Desde el principio observamos niveles bastante más bajos de carga viral y mortalidad de los que vimos en el brote anterior”, asegura el doctor Manangama refiriéndose al que afectó a Kivu del Norte, Ituri y Kivu del Sur, “una posible explicación es que existe algún tipo de inmunidad natural entre las personas en la provincia de Ecuador, ya que esta región ha experimentado brotes de Ébola antes; el más reciente hace apenas dos años”.

Otra diferencia enorme entre ambas epidemias es que si en el noreste del Congo el desafío era moverse en un entorno castigado por un largo conflicto armado, en Ecuador no hay guerra y la respuesta al ébola pudo centrarse en el reto de la movilidad y el acceso a las comunidades más aisladas. “Tuvo lugar en un contexto particular”, ha explicado el ministro Longondo este miércoles desde Kinshasa, “una zona llena de ríos y lagos”. A su juicio, hay que seguir vigilantes. “El riesgo elevado de resurgencia está ahí y debe servir de señal de alarma para que el sistema de vigilancia sea reforzado”, añadió.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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