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Toque de queda en las tres mayores ciudades italianas

Roma se suma a Milán y Nápoles y restringe la movilidad por la noche. El Gobierno, dividido, discute confinamientos parciales en el país

Una pareja de militares controla el cumplimiento del toque de queda en el extrarradio de Nápoles.
Una pareja de militares controla el cumplimiento del toque de queda en el extrarradio de Nápoles.CESARE ABBATE (EFE)
Daniel Verdú

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, no quería ni oír la palabra, y sigue negando que pueda llegar en la misma forma que en el mes de marzo. Pero la realidad se impone y el Gobierno, dividido en tres partidos y varias sensibilidades al respecto, ya no excluye la posibilidad de un confinamiento, aunque pudiese permitirse la movilidad para quien va a trabajar o a la escuela. Los casos en Italia se disparan (el miércoles hubo 15.199 nuevos contagios y 127 fallecimientos) y los hospitales comienzan a notar la presión. Las principales regiones ya han decretado un toque de queda antes de la medianoche y algunas, como Lombardía o Lacio, incluso han reducido sustancialmente la presencia en las aulas de los institutos. Las tres ciudades donde vive más gente de Italia, Milán, Roma y Nápoles, vuelven a situarse frente al abismo y el Gobierno estudia ya un nuevo decreto para las próximas horas.

La última región en tomar medidas ha sido Lacio (Roma). Los números de la capital de Italia comienzan a ser demasiado altos y el gobernador, Nicola Zingaretti, ha firmado una ordenanza que impondrá desde el viernes un toque de queda a partir de medianoche hasta las cinco de la mañana. Estará prohibida completamente la circulación nocturna (salvo justificación que deberá señalarse de nuevo en autocertificaciones). Además, entre un 50% y un 75% de las clases de los institutos (desde los 14 años) se realizarán a distancia. Los alumnos de esa edad, considera el Gobierno, son quienes más han expandido el virus en esta segunda oleada.

En Nápoles y toda la región de Campania la situación también es preocupante. Su gobernador, Vincenzo de Luca, fue el primero en tomar medidas y llegó a cerrar las escuelas (luego dio marcha atrás y volverán a abrirse). En el sur han cambiado las tornas. La primera ola tuvo un menor impacto en Nápoles, cuyo sistema sanitario es mucho más frágil que en las ciudades del norte. Esta vez, sin embargo, los datos son muy distintos y se teme que el coronavirus pueda causar un daño muy superior. Por eso, De Luca también ha prohibido los desplazamientos entre provincias, algo que estudian el resto de regiones que han comenzado a aplicar este tipo de medidas como Liguria (Génova) o Piamonte (Turín). Los científicos querían que los restaurantes cerrasen a las diez de la noche, pero Conte se opuso porque no se podía dar ni un turno completo.

Los datos de Italia siguen siendo mejores que los de sus vecinos europeos. Pero el número de casos se ha triplicado en una semana y nadie oculta ya la gravedad de una situación por la que se irán incrementando paulatinamente las medidas de contención (los gimnasios y las piscinas están ahora en el punto de mira del Gobierno). Según el asesor del Ministerio de Sanidad Walter Ricciardi, la pandemia de coronavirus está ya “fuera de control” en algunas zonas metropolitanas como Milán (norte), Nápoles (sur) y Roma, y por ello se requieren medidas más contundentes. "Tienen números demasiado altos para contenerlos con el método tradicional de pruebas y rastreo”, señaló este miércoles.

En el seno de la coalición de Gobierno crecen distintas visiones sobre lo que debería hacerse. Conte traslada ahora la presión a las regiones. Pero el ministro de Sanidad, Roberto Speranza, y el de Cultura, Dario Franceschini, son partidarios de medidas más duras. En ningún caso se plantean restricciones tan severas como las que se impusieron en el mes de marzo confinando de forma total a la población y paralizando la actividad productiva. Se buscan soluciones para acercarse a esa solución, pero sin bloquear la actividad económica y poder llegar a Navidad con un sector comercial vivo. Ese es ahora el mantra imperante.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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