Margarita del Val: “Me avergüenza el rifirrafe político sobre el virus. ¿Cómo pueden ser tan cortos de vista?”
La viróloga, directora del grupo Salud Global del CSIC de investigación sobre el coronavirus, rechaza su imagen de madre regañona y considera “una responsabilidad social” su presencia en los medios
El 9 de marzo, cinco días antes del estado de alarma y tras un mes dándole vueltas a las noticias de China, Margarita del Val llamó a sus octogenarios padres, químicos ambos, y les dijo que hicieran compra para dos meses y no volvieran a salir de casa. Antes, había compartido en un foro científico un escrito sobre lo que se nos venía encima: “Esto no es un mal de los individuos, sino una pandemia, una enfermedad social”. El texto se hizo viral; el virus, omnipresente; y Del Val es, desde entonces, la experta más solicitada por los medios para explicárnoslo. Quedamos al aire libre, en el atrio del Centro de Biología Molecular de Madrid, donde trabaja. Rehúsa instalarnos en la terraza de la cantina, llena de jóvenes investigadores, y nos sentamos en un parque, a dos metros la una de la otra. Me quito la mascarilla, pero ella no, y vuelvo a ponérmela, mitad por vergüenza, mitad por si me riñe.
Hay quién la ve como una madre regañona en la tele
Lo sé. A veces he sido llamada solo para echar la bronca, pero cuando llevo cuatro entrevistas de madre regañona, lo corto. Me gusta informar, no regañar.
¿Lo considera una misión?
Sí, es una responsabilidad social. Trabajando en coronavirus, si he logrado comunicar cómo funciona la ciencia y cómo, entendiéndola mejor puedes aplicar las medidas, debo seguir haciéndolo.
¿Qué les dice a los jóvenes que no cumplen las normas?
Lo que les digo, y a algunos les entra por un oído y les sale por el otro, es que no son grupo de riesgo de salud, pero sí económico. Son quienes van a sufrir un futuro durísimo si esto no se para.
Algunos mayores también decimos una cosa y luego hacemos otra.
Yo misma, el otro día, vine a trabajar sin mascarilla porque, como casi no salgo de casa, solo me di cuenta al ver al resto de la gente. Es difícil estar con la mente tan atenta, pero más nos vale acostumbrarnos. Esto va para largo.
CIENCIA CON CHOCOLATE
Así, aunando dos de sus grandes pasiones, se titulan las charlas en bares y el blog divulgativo que fundaron Margarita del Val (Madrid, 60 años) y su marido, el biólogo Enrique J. de la Rosa, y donde esta viróloga e inmunóloga comenzó a pillarle el gusto y perderle el miedo a hablar de sus disciplinas a los legos en la materia. Con esas tablas y un currículo de excelencia, Del Val, científica hija de científicos y madre de científicos, dirige ahora la plataforma Salud Global que coordina a 200 grupos investigando el coronavirus desde todos los frentes y es, probablemente, la mujer más consultada en los medios para explicarnos lo que se sabe. Esto va para largo, advierte.
¿Le sale sarpullido con los tuits de Miguel Bosé?
Cuando veo esas chorradas no sé ni cómo se lo pueden creer ellos mismos. Es gente educada que se cree más lista que el establishment. Creo que tienen miedo y lo sacan por ahí.
¿Y con el rifirrafe político?
Me avergüenza que primen el interés político cuando la crisis es tan grave que ha parado a la Humanidad. ¿Cómo pueden ser tan cortos de vista, con esas reacciones tan infantiles? Tomen medidas cuanto antes, porque van a ser más efectivas y menos impopulares que si las toman al final, pero con conocimiento. Con el conocimiento se pueden tomar decisiones, y hay muchísimo conocimiento. Lo que nos falta es información, y compartirla, y eso sí es pura gestión política de la pandemia.
¿Querría estar en su pellejo?
Para nada. Les critico errores, pero intento no hacerlo a posteriori porque es muy difícil decidir. Valoro más a la gente que toma decisiones, aun a riesgo de equivocarse, que a la que se pone de lado, no ha hecho nada y lo ha dejado pasar y pudrirse.
¿Y no mira a nadie?
No miro a nadie en particular porque ha habido gente así en todos los ámbitos. Gente que no ha arriesgado, igual por miedo terrible a equivocarse, pero que no ha hecho nada. Valoro más a los que han arriesgado y han hecho lo que podían, lo que creían que era lo mejor, pero que han actuado.
¿Nos tratan como a niños?
A veces sí. La gente prefiere saber, en tiempo real, e incluso antes, qué puede ocurrir, para estar preparada. Entender y conocer la situación da mucha más tranquilidad que la incertidumbre de no entender lo que se está moviendo tras los hilos.
¿Qué le parecen las últimas medidas restrictivas de Madrid?
Más vale tarde que nunca. El uso de los nuevos test antígenos y la colaboración entre Administraciones son positivos. Pero se deja fuera de las medidas al 75% de contagios, que se produce en el resto de la Comunidad. Y no explican si se va a hacer el necesario refuerzo de rastreo, si es que lo hay, dentro y fuera de las zonas.
¿El virus nos ha desnudado?
Nos ha sacado las vergüenzas. La desigualdad entre barrios, y entre hombres y mujeres, cómo tratamos a los temporeros, cómo viven los mayores, lo solos que están algunos. Pero eso no es malo: si no se conocen los problemas no podemos afrontarlos.
Con marido y dos hijos científicos, ¿de qué hablan en la cena?
Pues de algo que hayamos aprendido ese día, o de algo que nos haya interesado especialmente. También debatimos mucho.
¿Nunca se quita la bata blanca de científica?
Soy así. Disfrutamos mucho, porque nos gusta el trabajo y nos lo llevamos a casa, pero no solo hablamos de trabajo, claro.
¿Con qué se parte de risa?
Ay, es que tengo muy poco sentido del humor. Soy muy tonta, no sé contar un chiste. Me hace gracia la ironía, eso sí. Las cosas ilógicas, pero que a la vez controlas.
¿De dónde le viene tanto control y tanta contención?
No sé, igual porque era muy tímida de pequeña. Iba un año adelantada en el colegio, que era solo de chicas, y un año de diferencia a esas edades es un mundo. Hasta que en un momento dado dije, bueno, habrá que hablar.
¿Cuándo fue esa epifanía?
Ya mayorcita, en la tesis. Empecé a exponer y me di cuenta de que, a diferencia de otros más extrovertidos, no me ponía nerviosa. No es un mérito: es como quien es alto, o bajo. Y ahí empece a soltarme. Para mí fue un descubrimiento ese poder atreverme.
¿Se crece en público?
No, me activo. Cuando doy clase, siempre voy poco abrigada porque entro hasta físicamente en calor. Si te activas, lo transmites.
¿El trabajo es su pasión?
Mi pasión es aprender. Pero de todo. Desde cómo se hace una autopista, con qué y a dónde lleva.
¿Hay mucho ego en su gremio?
Claro que lo hay, porque si no, no tiras para adelante. Esa sensación de ser el primero que se da cuenta de algo y el primero que lo cuenta es brutal. A los científicos nos mueve mucho el ego y a la vez el rigor. Si no eres riguroso e inventas algo, tu carrera no avanza. Tienes que tener mucho rigor y mucha creatividad, pero te tiene que mover el ego, claro que sí. Tienes que creértelo para poder avanzar en la oscuridad.
Entonces, ahora estará en las nubes con tanta celebridad.
No, porque yo el ego no lo tengo ahí. Este es mi momento más público y para mí ser pública no es la gloria. El momento de gloria es cuando de repente eres de los primeros en descubrir algo que nadie más en el mundo sabe y que puede ser muy importante.
¿Cómo se relaja del trabajo?
Me cuesta, pero ahora estoy leyendo un libro: Historia de las enfermedades infecciosas... [me ve poner los ojos en blanco]... ¿Eso no es desconectar, no? Bueno, también me gusta ponerme las botas y subir montañas.
Dice que esto va para largo. ¿Cuándo compramos el cava?
Confío que el próximo verano podamos ir de ‘no fiestas’. Pero hasta que no llegue la vacuna, nada será igual. Esto no es local. Si controlamos el virus aquí y en África no, vamos a ver aún como más apestados a los inmigrantes. África es hoy un agujero negro. No sabemos qué pasa. No se diagnostica, no se informa. Podremos sacar el champán de verdad cuando podamos tratar a los africanos que vienen aquí igual de mal que ahora, pero no como apestados porque vengan con el virus.
O sea, que mejor no reservo un cotillón para Nochevieja.
Si fueras amiga te diría que mejor no. Que nos juntemos un grupo muy pequeño en casa, que nos lo vamos a pasar igual de bien.
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