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La desescalada en Canarias, la normalidad es una cerveza en compañía

Los vecinos de La Gomera, El Hierro y La Graciosa celebran la posibilidad de reunirse en grupos reducidos

La terraza de un bar, este lunes, el primer día de desescalada en La Gomera.
La terraza de un bar, este lunes, el primer día de desescalada en La Gomera.INMA FLORES (EL PAIS)
Noor Mahtani
La Restinga (El Hierro) -

La desescalada ha llegado impaciente a las tres islas canarias que, a diferencia del resto del país y junto a Formentera, han pasado directamente a la fase uno. En La Restinga (El Hierro) faltó tiempo para que las cinco mesas de la terraza de Fer se llenaran de vecinos ansiosos por quedar “donde siempre”. A las once de la mañana Xavier Mojica, de 32 años pidió la primera ronda. Los demás fueron llegando. Y con ellos los botellines de cerveza fría. Con el bañador y las gafas de sol puestas celebraban que, al fin, se pueden juntar grupos de un máximo de diez personas. La fase uno permite además la reapertura de pequeños negocios, terrazas a la mitad de ocupación y hostelería. El confinamiento se ha hecho pesado para los vecinos de una isla que ha acumulado solo tres contagios. Este lunes “no ha traído la normalidad del todo”, afirmaban, pero sí la cerveza y la compañía.

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En el bar El Encuentro, en la capital herreña, también se respiraba diferente. Eli, la camarera, explicó que era un día especial. “Llegué dándole besos a la cafetera y todo”. Las cinco mesas de la terraza las ocupaban por los afortunados que disfrutaban del menú bajo el sol: choco con papas con mojo o calamares con ensalada. Lo más bonito, según Eli, es la cara de la gente: “Se nota que les sabe a libertad”.

—¿Pescado fresco tienes? —le preguntó una clienta.

—Fresco de la nevera, no te voy a engañar. Me pides mucho un día como hoy —respondió entre risas.

Normalmente, los productos que se sirven en el local son frescos. Pero el repentino paso de la fase cero a la uno obligó a Tito, el dueño del negocio, a tirar de reservas en el congelador. Este lunes, la preocupación por abrir solo con la mitad de las mesas en terraza y dejando el amplio salón interior inutilizable se camufló con la euforia del primer día. Pero lo recordaba pronto. “Necesitamos que lleguen los turistas”, sostuvo trayendo las servilletas. Una por comensal. Nada de recipientes comunes.

Amós Lutzardo, presidente del Centro de Iniciativas y Turismo de El Hierro, lamentó la imposibilidad de medir el número de negocios que reabrieron pero estima que “muchos más” se irán sumando según avance la semana: “Es pronto para tener una cifra. Y muchos empresarios aún no tienen claras las medidas”. Para Lutzardo, la tardía comunicación y las dudas de los empresarios están tras el tímido arranque de este lunes. Tan solo un par de tiendas de ropa y decoración abrieron en el municipio de Valverde. “Nos preocupa mucho qué va a pasar con los empleos”, incidió. La sacudida a la economía canaria se prevé feroz.

En San Sebastián de La Gomera, sin embargo, el ajetreo empezó a primera hora de la mañana. A las 8.30, varias cafeterías del centro atendían a los clientes que deseaban desayunar con vistas al puerto de la capital. Café, tostadas, zumos y mascarillas: la nueva normalidad. En el bar Cuba Libre, tres agentes de la Policía Local explicaban a la dueña el permiso de aforos en terrazas. El Gobierno rectificó el sábado y amplió el porcentaje permitido del 30% al 50%. Esto, según las autoridades, ha causado mucha confusión. “Varios propietarios nos preguntan cuántas mesas pueden poner, cuáles son las medidas…”, afirmó un agente recolocándose la mascarilla. El que tenía bien clara la normativa es Alfonso Blanco, que aún con el aforo del 30% pensaba sacar las sillas a la terraza del bar que regenta a tres calles de la plaza principal. A primera hora, 12 de ellas aguardaban —bien separadas por las marcas que colocó el dueño en el suelo— a que llegaran los vecinos más madrugadores.

Control de temperatura, este lunes en el puerto de La Gomera.
Control de temperatura, este lunes en el puerto de La Gomera. INMA FLORES (EL PAÍS)

En un banco cercano al negocio esperaba María Arteaga, de 84 años. Después de dar un paseo por la avenida marítima, su intención era reposar un poco hasta que abriera el bar el Cacao para poder pedir “un cafecito”. Mientras, el dueño seguía limpiando las sillas y nivelando las mesas. Ya había recibido algunas llamadas para reservas y celebró el giro del Gobierno: “Ahora, abriendo al 50%, mucho mejor. Parece que esto empieza a coger color”. Por suerte, su negocio vive prácticamente de la clientela local. “Los turistas no llegan al 20%”, explicó el venezolano. “Pero sé que soy una excepción”.

Fuera, el olor a lejía del producto con el que fumigan varios operarios del Ayuntamiento invadía la terraza. Vestidos con un traje blanco que apenas dejaba libre la frente, disparaban la disolución desinfectante con cuidado de no salpicar a los gomeros, que a primera hora salían ya a pasear. Eran muchos más que el sábado y ya sin mallas ni deportivas. Aunque no todos usaban mascarilla, el espacio de seguridad entre unos y otros se mantenía inquebrantable.

Dudas

El porcentaje de aforo permitido en la terraza no es lo único que mantiene inquietos a los canarios. Si bien los viajes entre islas están prohibidos en la fase uno de desescalada, salvo por motivos de fuerza mayor, las excepciones no están claras. Ana esperaba con una mochila en el puerto a que saliera el único barco del día hacia El Hierro. Es maestra en un colegio de la isla vecina y vino a pasar la cuarentena a casa de sus padres: “Lo dejé todo en El Hierro y tengo que traer las cosas, más que sea para mudarme”, explicaba nerviosa, “pero no sé si eso lo considerarán esencial”. Pocos minutos después partía el barco. A bordo, apenas 25 adultos.

La mayoría eran agentes de la Policía Local. Había un par de transportistas. El resto, gente que volvía a su lugar de residencia. Entre ellos, Ana, sentada en uno de los sillones del barco. Begoña Santana, sobrecargo del barco de Naviera Armas, comentó que de las más de mil plazas disponibles, estos días apenas llegan a una treintena de pasajeros.

Más operarios que pasajeros en los puertos

En los puertos de San Sebastián de La Gomera y Valverde, en El Hierro, hay más operarios que pasajeros. Una decena de oficiales de la Policía Local registran los documentos de identidad de los usuarios, escriben los números de teléfono y verifican que los motivos del viaje son “de extrema necesidad”.


Dado que a partir de este lunes las mascarillas son obligatorias para todos los viajeros de transporte público, la Guardia Civil ha dispuesto una caja con cientos de ellas para entregárselas a los pasajeros que no la lleven puesta. La salida del barco es una yincana para todo el que lleve vehículo. Tras verificar con lupa la documentación, cinco trabajadores con mangueras y litros de disolución desinfectante rocían los coches que entran y salen del ferry. Otros toman simultáneamente la temperatura con termómetros de láser. Más adelante, resuelven las dudas que estos días se multiplican. “Es el procedimiento habitual”, explican.


Como también es habitual, los EPI y las mascarillas se integran en la postal de cualquier puerto de las islas estos días. La fase uno promete estampas de una nueva normalidad que incluirá a partir de ahora recuerdos del confinamiento.


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